jueves, 29 de diciembre de 2016
Nefertiti
martes, 27 de diciembre de 2016
STEFAN ZWEIG (1882-1941): EL MUNDO DE AYER (1941)
Adapté du texte original "Le Monde d'Hier"
Edition Les Belles Lettres – Traduction Jean-Paul ZIMMERMANN
Mise en scène : Patrick PINEAU et Jérôme KIRCHER
Scénographie et Lumières : Christian PINAUD
Musique : Michel WINOGRADOFF
Collaboratrice à la mise en scène : Valérie NEGRE
« Le Monde d’hier », l’autobiographie de Stefan Zweig, est un livre-phare. Seul des grands textes de l’auteur de « Lettre d’une inconnue » à n’avoir jamais été adapté au théâtre, ce récit d’une vie dans le siècle embrasse toutes les splendeurs et les catastrophes de l’Europe depuis l’époque de la grandeur de Vienne jusqu’à son anéantissement. À la fois chant du cygne et message d’espoir, ce texte s’y avère d’une poésie et d’une puissance inouïes. Aujourd’hui plus que jamais, la voix de Zweig, éteinte un soir de février 1942, nous manque. Le projet de ce spectacle, adapté par Laurent Seksik (auteur des « Derniers Jours de Stefan Zweig ») et joué par Jérôme Kircher, est de la faire à nouveau entendre et de faire revivre sous nos yeux un monde étincelant et perdu.
Ruinas
La reciente destrucción del yacimiento arqueológico de Palmira, en Siria, a manos del Estado Islámico, al que han sucedido bombardeos rusos y sirios, ha llevado al director del museo del Louvre de París a organizar, estos días, en el Grand Palais, una espectacular exposición gratuita sobre la destrucción intencionada de tres yacimientos arqueológicos. Palmira es la "estrella" de la muestra.
¿Qué es una ruina? Ya comentamos que una ruina no es un edificio o una ciudad arruinados. Éstos son entes deficientes, dañados, mutilados, a la espera de ser reconstruidos o borrados. Por el contrario, una ruina es un ente que no carece de nada. Posee todos los elementos -pintorescos, a menudo- necesarios -sean cuales sean éstos: a menudo, una integración natural o artificial con el paisaje, y la capacidad de evocar una época, una ciudad, unos modos de vida pretéritos y casi siempre soñados que, desde luego, seguramente no coinciden con los usos y costumbres que debían existir- que deben de ser preservados.
La ruina es fruto de la destrucción natural o natural y humana , es decir inevitable o voluntaria, y de la reconstrucción parcial hasta lograr un "efecto de ruina": una ruina es una cuidada construcción que sigue o parte de una imagen pictórica y pintoresca. Revela el gusto por lo incompleto, el fragmento. Busca despertar sentimientos de admiración y nostalgia, es decir sentimientos de desapego con el tiempo presente.
La condición de la ruina es paradójica: la ruina es fruto del paso del tiempo -o de la aceleración del tiempo- que degrada y trasforma. La ruina está modelada por el tiempo, tiempo que sin embargo es detenido cuando se decide qué imagen el ente deteriorado presentará a partir de ahora. Una ruina es extraída del tiempo. En caso de daño -es decir, cuando el tiempo vuelve a activarse- una restitución vuelve a detenerlo. La ruina es una construcción física e ideológica. El aspecto que presenta, la época que se pretende que evoque, responden a un ideario o una ideología. Así, los restos islámicos de Palmira -Palmira fue habitada hasta los años 60, las ruinas reutilizadas, restauradas- fueron fueron eliminados cuando la ciudad se convirtió en un "sitio eterno", como enuncia la exposición, es decir un espacio ultraterreno, inmune al tiempo. Del mismo modo, las capas, las transformaciones, las modificaciones renacentistas y barrocas del monasterio de San Pere de Roda, fueron borradas en una reciente "restauración" a fin de que prevalezca una imagen medieval (recreada o inventada), "carolingia", acorde con la ideología que sostiene que Cataluña es una creación franca, es decir no hispánica -ni islámica-, cuya momento de esplendor coincide con el de su origen.
Una ruina es fruto de una concepción del tiempo, según el cual el pasado es un tiempo heroico -lejano, anhelado, modélico e inalcanzable; de algún modo, indeseado también, pues una ruina que vuelve a la vida pierde dicha condición. Se inserta de nuevo en el tiempo, y el halo que la rodea se disipa. Regresa a una vida profana. Una ruina, por el contrario, posee un estatuto sagrado. De ahí su condición de inviolabilidad.
Se puede vivir (malvivir) en una ciudad arruinada. Fotografías de Berlín, tras la Segunda Guerra mundial, muestran a habitantes circulando con un rumbo aparente por las calles aun no despejadas; recientes filmaciones de los barrios más arrasados de Alepo revelan una inusitada, casi incomprensible vida activa. Por el contrario, una ruina es un lugar congelado, del que la vida ha sido expulsada. Palmira pasó de ser una ciudad arruinada -pero viva- a una ruina -preservada y muerta- en cuanto sus habitantes fueron desplazados. La ruina es un estado político, responde a una decisión, la misma que convirtió el pueblo de Belchite bombardeado durante la Guerra Civil española, en una ruina que se visita con un guía, tras un ingreso de pago, cruzando un perímetro "musealizado". Recuerdos y catálogos en venta en la entrada. Nadie puede vivir de nuevo.
Una ruina es una construcción petrificada, cuidadosamente construida a modo de ruina. Alepo es hoy una ciudad parcialmente arruinada. El tiempo -una ruina siempre pertenece a un tiempo lejano, otro, que bordea el tiempo del mito- y decisiones políticas pueden transformarla en una ruina, como las ciudades romanas que la circundan. A fin de alcanzar este estatuto, sin duda, nuevas destrucciones y construcciones serían necesarias a fin de obtener el "efecto" deseado.
La construcción ideológica de la ruina, que la "restitución" de Palmira suscita -restitución que busca suscitar una emoción a menudo lograda, siempre que la restitución no es evidente (como en Cnossos, por ejemplo y que la ruina parezca "natural", fruto de la resistencia casi heroica de las piedras al vandalismo- , es levemente abordada por la exposición -que da y debería dar qué pensar sobre cómo construimos nuestro pasado -a fin de olvidar el presente. El pasado siempre es un sueño.
lunes, 26 de diciembre de 2016
Del espejo al "selfie"
La imagen en la pantalla es semejante a la que se refleja en un espejo. Ambas superficies, el espejo y la pantalla digital, tienen la capacidad de reproducir -o de producir, más bien, en el caso de la pantalla- una imagen mimética que permite a quien se mira o se fotografía tener una imagen correcta de su rostro. No hace falta precisar que el recurso al espejo y a la pantalla es consecuencia de nuestra imposibilidad de vernos directamente el rostro. Solo lo podemos descubrir como reflejo -en otros ojos u otras superficies reflectantes.
Sin embargo, existe una diferencia esencial entre la imagen en el espejo y que se se proyecta en la pantalla. Un espejo capta pasivamente nuestra imagen. Lo que vemos es lo que queremos ver. Tenemos que situarnos ante el espejo para vernos. La imagen se produce porque así lo y nos disponemos. Pero, a la vez, un espejo siempre acoge imágenes, salvo de noche o en un entorno vacío. Un espejo, como comentaba Platón, no discrimina sino que acoge en o sobre su superficie todo lo que se halla o pasa delante.
Por el contrario, la imagen digital en la pantalla no muestra lo que vemos sino lo que el objetivo capta. La pantalla nos muestra lo que ve. Es la cámara la que nos mira. La imagen corresponde a lo que el objetivo quiere cazar. Somos el objetivo del ojo del visor. Estamos sometidos a él. Dependemos de que se abra y nos acoja. Nos vemos a través de la mirada de otro, siendo este otro una máquina que activamos pero cuya respuesta no es inmediata ni segura. El objetivo puede no ponerse en marcha o no disponer de luz suficientemente para producir nuestra imagen.
La imagen digital se produce si mantenemos la cámara ante nuestra cara. Tenemos que estar físicamente unidos a ella. La imagen, entonces, nace de nuestro encuentro casi íntimo con el aparato. La imagen se constituye casi como una prolongación nuestra y, sin embargo, resulta de ojo de la cámara. Quiere ser nuestro reflejo pero es, en verdad, lo que la cámara quiere o puede ver. La imagen depende en gran parte de la configuración de la cámara, del objetivo. Somos, así, lo que la máquina produce.
La imagen en el espejo y en la pantalla nos sirve para arreglarlos, para saber qué imagen tenemos y queremos mostrar. La imagen reflejada o fotografiada nos sirve de guía. Nos modelamos, nos comportamos en función de la imagen. La imagen nos determina. Nos dice cómo mostrarnos, como ser, de algún modo. En el caso de la imagen digital, es la máquina la que nos organiza, nos configura. Somo lo que aquella quiere. Sin dicha imagen digital no somos, literalmente, nada o nadie: no osamos mostrarnos, nos hacemos invisibles o querríamos ser invisibles. Somos para los demás lo que la máquina decide que seamos, aunque somos conscientes de que nunca lograremos ser lo que es el ser que la máquina ve.
domingo, 25 de diciembre de 2016
FRANCIS AND THE LIGHTS (FRANCIS FAREWELL STARLITE, 1981): MY CITY´S GONE (MI CIUDAD YA NO EXISTE, 2016)
Sobre este músico norteamericano -no se trata de un grupo sino de una sola persona, cuya figura se prolonga virtualmente en escena dando lugar a Las Luces- véase su página web
STATUS QUO: PARADISE FLAT (PISO PARADISÍACO, 1967)
Hubo un tiempo, hace ya algún año -cuando la segunda mitad de los años 60- que los Status Quo (llamados The Status Quo) no eran autómatas berreando we-are-in-the-army-now, sino un grupo experimental...
Time flies...
Desde ayer noche, ya no están.