Un resstitutor, en Roma, era un restaurador de edificios.
Pero, ¿qué implicaba la restauración en la Roma antigua?
Un edicto de los inicios del imperio romano (44 dC) enunciaba que quien comprara edificios para derribarlos, y vender el solar a un precio muy superior al pagado por el edificio, quien especulara, en suma, sobre todo en el centro de la ciudad, independientemente de las causas judiciales que sufriría, debía pagar al tesoro público el doble del precio de compra del edificio: "si alguien, por motivos de negocio, compra un edificio esperando al derribarlo obtener una cantidad superior al precio de compra, deberá entregar al tesoro público el doble de las ganancias obtenidas, sin prejuicio de que el caso sea llevado ante el Senado", reza un texto legal en una placa de bronce hallada en Herculano.
Los edificios estaban protegidos en Roma; no se podían abandonarlos, sino que se tenía que mantenerlos, renovarlos o restaurarlos. Del mismo modo, quien retirara ornamentos -placas de mármol, estatuas, cornisas, pilastras- de un edificio abandonado para reutilizarlos en una obra nueva -en vez de encargar ornamentos específicios para dicha obra- también sería penalizado. Este último decreto era de Constantino. Es decir, hasta el final del Imperio, los romanos protegieron la obra pública o privada construida. Los edificios no podías dejarse a su suerte, sin mantenerlos.
Restaturar, en latín. se decía restituere. La restitutio era la una devolución, una reparación. Reparar, hoy en día, no solo significa cuidar física sino también moralmente. Algo o alguien ha sufrido un daño -en su honor, su reputación- que tiene que ser subsanado.
La restauración arquitectónica era una operación ética. El edificio, como un ser vivo, había sufrido en carne propia. Había sufrido -una mutilación, un desgarro, un abandono. Era como si ya no tuviere derecho de formar parte de la ciudad, que hubiera perdido sus derechos, que se le considerara inútil, por lo que se le podía condenar. Pero un edificio dejado de la mano de dios, descuidado, era un signo de la incompetencia de los poderes públicos, de la incapacidad del emperador de cuidar de los serres y bienes que debía proteger, cuya vida dependía de su buen hacer, de su fortaleza. Un edificio caído era un signo de debilidad o de indiferencia. ¿Cómo podía salvaguardar la vida de los ciudadanos quien se despreocupara de sus hogares y de todos los edificios -murallas, templos, termas, monumentos- que daban sentido a la vida de y en la ciudad, quien no pudiera cuidarlos? Un edificio solo tenía sentido si podía albergar vida. Era necesario, por tanto, protegerlo, devolviendo su prestancia cuando estaba débil. No era necesario devolverle su condición primera -aunque restituere podía designar la acción de borrar la incuria de los hombres y del tiempo- sino devolverle la capacidad de acoger vida, sustituyendo aquellas partes del edificio que habían decaido o que eran innecesarias. Un edificio era un organismo que evolucionaba; su forma y su destino cambiaban; no su función: albergar vida, crear las condiciones para una vida civilizada. El abandono de un edificio era un signo del retorno de la barbarie, y de la perdida de control sobre la vida.
Esta consideración sobre lo que es y lo que implica la restauración de edificios siguió hasta el final del imperio, fueran o no crueles los emperadores. Un emperador era un salvador de edificios: un restituor era también un salvador, y la restitutio, el acto gracias al cual se permitía el retorno de los exiliados, su reintegración en la ciomunidad, la devolución de los bienes (del hogar perdido) y la cancelación de la pena. La restauración era una gracia necesaria que trataba de corregir los sufimientos inflingidos, la injusticia. Se trataba de un acto de justicia.
La restitución era una obligación moral, una muestra de respeto hacia lo que hacía que la vida mereciera ser vivida. El edificio restaurado era reintegrado en la vida comunitaria. Volvia a "ser" un elemento impescindible para que los humanos pudieran vivir en paz, permitiendo que cada uno halle su lugar en la tierra.
A F.A.