lunes, 10 de mayo de 2021

El enigma íbero. Arqueología de una civilización (Museo de Arqueología de Cataluña, Barcelona, 2021)

 
































Fotos: Tocho, Mayo de 2021


Raras, muy raras son las exposiciones de arte íbero, en España y en el extranjero. Considerado a menudo como un arte provinciano, torpe, grosero, derivativo del arte fenicio y griego, las artes o las culturas íberas han sufrido además manipulaciones políticas, ya sea presentadas como la "esencia" de, paradójicamente, lo hispano o lo catalán, un arte autóctono, propio y personal, no "contaminado" por las artes orientales y clásicas.

La propia situación del museo de arqueología de Barcelona es o ha sido insegura. Durante muchos años -y quizá aún siga así- las autoridades quisieron desmontar el museo, uniendo sus colecciones a las de los museos de artes y tradiciones populares, y de etnología, para crear un gran museo costumbrista, en el que las aportaciones griegas y romanas se diluirían ante las artes "autóctonas". Esta inseguridad legal o estatutaria, ha llevado a un incesante baile de directores que, apenas nombrados, se enfrentaban a presupuestos irrisorios, estructuras avejentadas, museografía y museología, textos y presentaciones añejas -que nadie actualizaba dada la precariedad y temporalidad del museo, siempre a merced del cierre y desmantelamiento-, y abandonaban; cualquier modificación era siempre temporal. Los presupuestos eran casi inexistentes. El museo no tenía fondos ni para modestas exposiciones temporales. Carecía -carece aún- de catálogos. Se trataba de un museo fantasma, sin visitantes, desconocido, olvidado y abandonado, sufriendo la comparación con el muy ideologizado Museo de Historia de Cataluña -que expone, a través de réplicas, una historia gloriosa.

 Barcelona se ha caracterizado por la existencia de múltiples pequeños museos municipales y de una errática o errónea política museográfica, que ha llevado, por ejemplo, al cierre del segundo mejor museo de cerámica europeo, diluido en el Museo del Diseño, en el que también ha quedado encerrado el antiguamente gran museo textil y de la indumentaria. 

Pero parece que el museo de arqueología ha resistido. Desde hace algunos años, se han renovado las explicaciones, a falta de las presentaciones -aunque se acaba de ordenar la exposición permanente del altillo, con muy buenos retratos romanos-, y se ha logrado organizar excelentes exposiciones arqueológicas.

La presente muestra sobre arte íbero es una de las mejores exposiciones arqueológicas del siglo XXI en Barcelona. Con unas obras muy bien escogidas de una cuarentena de museos, unos textos y unas explicaciones, en paneles y pantallas de los mejores estudiosos, claros, la exposición plantea la complejidad, la dificultad de la interpretación de la cultura íbera, que van desde el marcaje ideológico y los lugares comunes hasta la imposibilidad del desciframiento de la escritura, mostrando cómo se ha fraguado un imaginario, que ha ido desde el desprecio hasta la exaltación del caudillismo. Una maravillosa lección de historia, en toda su complejidad, muy bien explicada, que acompañan obras, hermosas o intrigantes.    

sábado, 8 de mayo de 2021

Antigüedades

 




Los museos con colecciones arqueológicas no son siempre las hermanitas de la caridad. Incluso habiendo firmado acuerdos comprometiéndose a no adquirir y exponer obras cuya procedencia no puede rastrearse y no puede demostrarse que entraron a formar parte de colecciones privadas o públicas antes de los años setenta del siglo pasado, en ocasiones se han producido compras o aceptaciones de donaciones de obras expoliadas. Grandes museos internacionales han tenido que devolver obras, a veces de gran valor.

Los museos siguen normas que dictan que no se pueden exponer obras arqueológicas de procedencia dudosa, de manera a evitar “blanquear” o legalizar obras robadas de yacimientos saqueados.

Gobiernos de Perú, Méjico, Grecia o Turquía impiden que se incluyan en exposiciones con obras de sus colecciones públicas, obras de coleccionistas o de museos privados, adquiridas en el mercado posteriormente a los años 70. El gobierno griego prohíbe incluso que obras de la Grecia antigua, procedentes de colecciones públicas y privadas suizas, se incluyan en exposiciones que incluyen obras de museos públicos griegos.

Cualquier infracción a estas normas conlleva la exclusión  de la institución que organiza o acoge una exposición de cualquier otro préstamo y del circuito de exposiciones internacionales.

Existen anticuarios perseguidos por la justicia. También en España. Es por esta razón que sorprende que una institución prestigiosa  de Barcelona haya aceptado incluir estatuillas de bronce, alguna de cierto tamaño, que representan al dios romano de la guerra,  procedentes de un anticuario condenado recientemente por expolio de grandes obras romanas de yacimientos libios.

COSTA-GRAVAS (KONSTANTINOS GAVRAS, 1933): PARTHENON (PARTENÓN, 2009)


El video, encargado por el gobierno griego para celebrar la apertura del nuevo museo de la Acrópolis, del arquitecto canadiense Bernard Tschumi, fue censurado por la iglesia ortodoxa griega porque muestra a cristianos atentando contra el santuario clásico (como bien ocurrió), y amputado; mutilación v. mutilación. 

viernes, 7 de mayo de 2021

YÁKOV PROTAZÁNOV (1881-1945): AELITA (1924)

 

 Antes de  la película Metrópolis (1927), de Fritz Lang, hubieron ciudades del futuro, tan alejadas en el tiempo como en el espacio, situadas en Marte, como la ciudad que el cineasta ruso Protazánov mostró en una de las primeras películas de ciencia ficción, Aelita, cuyos decorados, obra de la pintora constructivista ucraniana Aleksandra Aleksándrovna Ekster -1882-1949- (instalada en París, amiga de Picasso, Braque, Apollinaire y Duchamp), tanta influencia tuvieron en Metrópolis.
La película muestra la tendencia tiránica de los revolucionarios, como la reina marciana Aelita, que antes se han opuesto a las tiranías.

La mirada atenta (2021)



 

PREFACIO

«Le nom de Parme, une des villes où je désirais le plus aller, depuis que j’avais lu La Chartreuse, m’apparaissant compact, lisse, mauve et doux, si on me parlait d’une maison quelconque de Parme dans laquelle je serais reçu, on me causait le plaisir de penser que j’habiterais une demeure lisse, compacte, mauve et douce, qui n’avait le rapport avec les demeures d’aucune ville d’Italie, puisque je l’imaginais seulement à l’aide de cette syllabe lourde de nom de Parme, où ne circule aucun air, et tout ce que je lui avais fait absorber de douceur stendhalienne et du reflet des violettes»

(Marcel Proust : À la recherche du temps perdu)

Existe un juego infantil popular –que los adultos también practicamos- que consiste en que un cada jugador, uno tras otro, se sitúa en el centro del corro de participantes y empieza, como en un película muda o como un mimo, a gesticular de manera sorprendente. Trata de evocar lo que una palabra es –un título,  un nombre propio o común- que debe de ser adivinada, a través de la actuación, por el resto de los jugadores. Este juego tiene la virtud de tejer o reformar relaciones entre personas que no se conocen siempre.

La mirada atenta es un libro que opera de manera inversa. Del mismo modo que para Proust, el poder de los nombres reside en su capacidad por desplegar monumentos, ciudades, paisajes y escenas no siempre vividos o visitados –mucho más vivos y atractivos que sus referentes reales-, este libro ordena, como en un diccionario, una serie de palabras de las que ofrece, no tanto una definición, sino un paisaje, un abanico de sensaciones y de situaciones evocadas por esta palabra, tanto recordadas como imaginadas, y que cobran existencia gracias al poder de la palabra. Los textos encabezados por las palabras son la trascripción, y la exploración, de lo que éstas evocan o suscitan. No son propiamente definiciones de diccionario, como pudiere parecer, sino la descripción de un campo emanado, como un perfume de una flor, de una palabra.

Las palabras, como un conjuro, recuerdan o invocan el obrar, el contemplar y la obra, artística o arquitectónica, creada y admirada. Los textos siguen el discurrir de lo que brota de una palabra, captan y fijan lo que las palabras son capaces de suscitar: recuerdos de vivencias casi siempre olvidadas, ni siquiera claramente vividas o percibidas en su momento. Una palabra es una puerta que, si se logra abrir, nos descubre, quizá lo que conocíamos sin saberlo.

Dos ideas,  dos creencias o dos postulados sustentan esas imágenes. Por un lado la concepción de la obra de arte como un organismo vivo que nos interpela: nos llama la atención, entra en contacto con nosotros, y nos abre o nos sus puertas para mostrarnos lo que tiene a bien contarnos. Así, el juicio estético, el esfuerzo por pensar o teorizar sobre lo que aparece sensiblemente ante nosotros, por medio de imágenes visuales o sonoras, quietas o en movimiento, es el resultado de un encuentro. Vamos hacia la obra interpelados por ésta. Acudimos a su llamada, quizá fascinados, hipnotizados incluso, en un primer momento, para, de inmediato, tratar de comprender lo que ocurre y lo que nos ocurre. La obra dialoga con nosotros. Lleva la voz cantante y nos dice lo que quiere, verdades o mentiras que asumimos como verdades, porque las obras no nos engañan aunque sean un engaño. Son un engaño a través del cual se cuenta una verdad.

Esas imágenes poéticas, plásticas, táctiles, sonoras, visuales puedan abrir lugares en los que nos proyectamos y en los que nos veríamos viviendo a gusto; espacios ante los que soñamos poder estar. La arquitecta es precisamente la capacidad de las imágenes de suscitar el bienestar. La arquitectura es como la belleza que definiera Emmanuel Kant: una cualidad subjetiva, un nombre que damos a aquellas imágenes que alientan sensaciones vitales, y en las que nos gustaría cobijarnos, sintiéndonos acogidos y protegidos. La arquitectura no necesita paredes; no las levanta; por el contrario, derriba las barreras que se interponen entre nosotros y los lugares de ensueño, siempre personales, que nos invitan a recorrer y morar.

Las palabras de este falso o aparente diccionario serían llaves que abren y exploran campos conocidos o no. Algunas solo tienen un escenario acotado detrás de ella; posiblemente existan partes desconocidas o inimaginables por y para el autor. Otras, por el contrario son la puerta a espacios múltiples, con diversos pisos y pliegues, que la palabra, como una antorcha ilumina a medida que se avanza, sin que se sepa a fe cierto si se alcanzan los límites del campo semántico. Sin duda, otros exploradores, más avezados sabrán encontrar, como en una exploración espeleológica, nuevas galerías. El poder imaginativo de las palabras no se limita a lo que somos capaces de percibir.

Las palabras no son enunciados aislados; las palabras se comunican, se apelan y se responden. Los mundos que delimitan se cabalgan. Podemos saltar de un escenario a otro, porque el telón que descorre una palabra limita con el que se abre al descorrer un segundo. Casa da paso a Comunidad, que abre la Puerta a la Hospitalidad.  Los sentidos fluyen de un término a otro. Se establecen correspondencias. Una palabra matiza, completa o precisa que otra enuncia y anuncia. Pero el espacio que un diccionario recorre tiene tantas entradas y dibuja tantos recorridos como se quiera. Se trata del único texto que se hace y se deshace, en el que se accede y se abandona cómo, cuándo y dónde uno quiere. No tiene principio ni final, Las palabras son mojones que acotan espacios que van encajando como las teselas de un mosaico hasta dibujar una imagen de lo que es o podría ser el arte y la arquitectura y la mirada de rechazo o complicidad que se establece entre  la obra y nosotros.

  


Editor: Iniciativa Digital Politècnica. Oficina de Publicacions Acadèmiques Digitals de la UPC
Version: Primera edició

Resumen

jueves, 6 de mayo de 2021

MARY ELLEN BUTE (1906-1983): SYNCHROMY N. 2 (1936)

Sobre esta gran cineasta de cine de animación norteamericana, véase, por ejemplo, este enlace

miércoles, 5 de mayo de 2021

Antares

La película Melancholia, de Lars von Trier, de 2011, concluía con el estallido de la estrella Antares, hasta entonces escondida detrás de un planeta bautizado como Melancolía,  que causaba el final del mundo.

El nombre de Antares no era gratuito. Dicha estrella, particularmente brillante, de color rojizo, rivalizando con Ares, el dios de la guerra en Grecia, forma parte de la constelación del Escorpión. Dicha estrella, que brilla de noche, se retiraba justo antes de la aparición del sol, al que cedía el paso, cuando el equinoccio de otoño: era la última aparición del sol antes del declinar que conduce al solsticio de invierno cuando el mundo se acaba.

La constelación y Antares se manifestaban entre los humano bajo la forma de la diosa Seket, representada con un escorpión en la cabeza. Se trataba de una diosa madre que protegía la vida -que los escorpiones quitaban. Diosa de la medicina, protectora de las picadas venenosas, su relación con este mortífero animal condujo a la diosa a reinar en el inframundo.

La medicina y la arquitectura, consistente en la cuidada, mesurada manera de acotar y delimitar espacio, están, desde siempre relacionadas: ambas artes protegen la vida. Es quizá por esta razón, que la diosa Seket se equiparaba a Sehat, la divina patrona de los arquitectos (véase la entrada del 19 de diciembre de 2013).

Sehat se representaba con una extraña flor en la cabeza. Ésta sea, posiblemente, la representación de la estrella Antares, estrella mortífera que señala un último alumbramiento antes de la noche que se extenderá hasta el solsticio invernal. 

Los alargados templos egipcios, estructurados según un eje horizontal, tenían como finalidad recordarle al sol cual era su trayecto, desde su nacimiento hasta su caída. El sol, en su tránsito seguía la senda que el templo hacía visible. 

Los templos se orientaban hacia Antares, cuando esta estrella despuntaba por última vez cuando el equinoccio, apuntando a la salida del sol.  La casa de la vida (el templo) dependía así de la manifestación de esta estrella, señal de la sangre que da vida pero cuya visión también es consecuencia de un crimen. Estrella necesaria, vital y peligrosa, como las diosas Seket y Sehat -diosa del destino, al que apunta toda construcción imperecedera.