miércoles, 14 de octubre de 2009

El Pueblo de los Sueños


Homero describe el más allá, entendido cmo el mundo de los muertos, en dos ccontrovertidos antos de la Odisea. En el primero (el célebre canto 11), el mundo inferior o infierno es descrito como una región subterránea, que Ulises recorre, a la que se accede por una cueva cabe el ponto.

En el canto 24, sin embargo -canto que los especialistas suponen no fue escrito por Homero sino por un autor posterior dado su extraño carácter difícilmente compatible con el resto de la Odisea-, el mundo de los muertos también se halla más allá de las "corrientes del Océano", pero es presentado como "un prado de asfódelo (semejantes a lirios blancos espigados) donde habitan las almas (psiques), imágenes de los difuntos". Entre las arremolinadas aguas y un paraje que recuerda la Isla de los Bienaventurados (a la que acudían sólo las almas de algunos héroes muy escogidos, muertos en combate en el esplendor de la vida), se interponían "las puertas de Helios y el pueblo de los Sueños".


Ambos obstáculos constituyen un par de figuras antitéticas: los espacios de la luz y de las sombras.


Ya comentamos, en un texto anterior, la interpretación, basada en Pitágoras, que el neoplatonismo tardío ofrecía del pueblo de los Sueños: según Porfirio, se trataba de las almas que bebían de de la Vía Láctea, a fin de ganar cuerpo en su descenso del cielo al mundo material antes de unirse a los cuerpos de los mortales.


Sin embargo, esta interpretación alegórica, escrita más de mil años después de Homero, no responde a lo que este poeta sin duda quería describir.


En la Grecia arcáica del siglo VIII aC, los sueños no son creaciones de los mortales que duermen, no emanan de éstos, sino que son formas que los dioses envían a los mortales (Patricia Cox Miller: Dreams in Late Antiquity. Studies in the Imagination of a Culture, p. 17). Estos sueños son personajes que aparecen de noche a los mortales. Se asemejan a los seres vivos. En verdad, son dobles de seres vivos, de los que adoptan su apariencia, si bien los seres soñados parecen tener consistencia pero, en verdad, están hechos de humo: no son nada. En cuanto se les toca, se desvanecen. Los dioses los envían a la tierra para que se dirijan a los mortales, durante la noche, y les aconsejen o les adviertan, de manera creíble y convincente, acerca de lo que les aguarda. Estos personajes, que de algún modo se pueden comparan con un disfraz, son los mismos que adoptan o con los que se revisten los dioses cuando tienen que mostrarse a los ojos de los mortales. Tanto en la Ilíada como en la Odisea abundan los casos en que divinidades como Atenea adoptan la forma de un mortal, con el que la persona a quien se dirige la divinidad está familiarizado, para entrar en contacto con él sin asustarle. Una vez la conversación ha terminado, la divinidad literalmente se esfuma, es decir, abandona su disfraz de humo, con el que se ha hecho visible, y recupera su invisibilidad.


Toda vez que los sueños son personajes, constituyen un pueblo. Cox señala acertadamente que los sueños están asociados a un marco arquitectónico. El pueblo de los Sueños no solo es una comunidad, sino una estructura urbana, un pequeña ciudad en que viven las figuras soñadas, de las que se destacan un elemento arquitectónico fundamental: el umbral, o las puertas, que separan al pueblo de la noche del pueblo de los vivos. Acerca de estas puertas, Homero, en el canto 19 de la Odisea, explica que están hechas de márfil o de cuerno (dando una paso a sueños proféticos y otra a sueños engañosos)



Este pueblo, entendido tanto como una comunidad cuanto una estructura urbana, se opone, por un lado a lo que podríamos denominar como el Pueblo de la Luz a la que dan acceso las puertas de Helios, y, por otro, al pueblo de los Vivientes.


La oposición, en este caso, podría parecer no ser tal ya que los mortales son seres efímeros. Sin embargo, en la Grecia arcáica, solo los seres vivos tienen una plena existencia, precisamente porque tienen un cuerpo y son seres visibles. Lo material, lo terrenal, todo aquello que se puede sentir tenía una existencia plena (contrariamente a lo que determinará el platonismo y el neo-platonismo, del que tanto se inspirará el cristianismo).. Todo lo que no se puede percibir sensorialmente, sobre todo a través de la vista, no existe, o no existe verdadera, plenamente: es solo un sueño (percibido de noche, cuando se duerme, con los sentidos -la vista- "apagados").


El pueblo de los Sueños es una comunidad de espectros (de figurantes). Por contraste, define la plena existencia del Pueblo de los Vivos a los que se opone. Pero ambos se necesitan. Los vivos para, comparándose con los Sueños, seguir sintiendo, creyendo que están vivos, y las almas para tener una sensación, aunque aletargada, de vida, vida compuesta a "imagen" de la de los vivos.


Sin el pueblo de los Sueños, el pueblo de los vivientes, nosotros, no tendríamos plena consciencia de nuestra condición de ser vivo, conciencia que estamos vivos, y que la vida es nuestra fortuna. El pueblo de los Sueños es aquello en que nos convertimos, hacia donde vamos tras la muerte: un destino ineludible, pero no "soñado".


La defensa de la vida plena, bajo la luz del día, fue el gran postulado del la Grecia arcáica -simbolizada por los grandes templos relucientes bajo el sol, hechos de piedra o de mármol, con incrustaciones de bronce, de metales y de piedras preciosos, situados en los altozanos, en las acrópolis, que se descubrían desde todas partes, símbolos de la vida plena de la ciudad y los ciudadanos-, que Platón y los neoplatónicos apagaron.


La arquitectura, de nuevo, símbolo de la vida (plena).

http://books.google.com/books?id=MV8DisE0Uy8C&pg=PA17&lpg=PA17&dq=Homer+dream+people&source=bl&ots=dwKCFYc2o0&sig=7_HNt6k7bhFW9QkykgRevKQdn8o&hl=es&ei=uVXTSt7mEuG2jAf3j72ABA&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1&ved=0CAgQ6AEwAA#v=onepage&q=Homer%20dream%20people&f=false

Véase también el artículo "Sobre las puertas del Sueño", en el blog La Materia del Sueño: http://garciguti.blogspot.com/2007_11_01_archive.html#4148275603591103293

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