sábado, 30 de abril de 2011

Florero, o la nueva imagen del Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona


Algunas paradas de autobús de Barcelona lucen este cartel. Anuncia la "nueva colección" del Museo Arqueológico de Cataluña, en Barcelona.

Dejando aparte la errónea información -el Museo no presenta una nueva colección, no incluye nuevas piezas (¿cómo podría, con su ajustado, casi inexistente presupuesto?), sino que presenta una nueva museografía, expone las piezas de siempre de manera distinta, alejada de la vetustez de la exposición permanente que ha regido durante decenas de años en gran parte de la colección-, la imagen del cartel puede sorprender.

La testa marmórea de la escultura clásica griega más conocida del museo (hoy, trasladada al museo del yacimiento de Ampurias, donde fue hallada, y reemplazada por una copia en Barcelona), una efigie del dios de la medicina Asklespios (Esculapio, en Roma), o de Serapis, una benéfica divinidad greco-egipcia que aunaba rasgos griegos dionisíacos con rasgos egipcios del dios de la arquitectura Ptah, o de su manifestación, el dios toro Apis, aparece convertida en un tiesto floreado, o cubierta con un pelo afro, o un gorro de baño digno de Doris Day en el mejor de los casos. ¿Cabe una imagen más absurda -o grotesca?

Supongo que no está vacía de simbolismo. ¿Evoca el renacer del museo, tras una completa reestructuración de las colecciones, o el deseo que el arte clásico se convierta una renovada fuente de vida e inspiración, y no un polvoriento recuerdo solo apto para estudiosos miopes?; ¿"significa" que en primavera es la mejor época para acudir al museo? o ¿denota miedo que el público no se interese en el arte antiguo si no sufre una "renovación" de su imagen, una "puesta al día"?; ésta tiene que consistir necesariamente en asociar a Serapis o Esculapio en un pálido remedo de Michael Jackson, de Liz Taylor declinante, o de Marina Rosell? Quizá sí, si no tuviera flores en el pelo no tendríamos pelos en la lengua.

El Museo de Arqueología de Cataluña ha padecido toda clase de visicitudes, toda clase de ultrajes; dejado casi de la mano de dios, que ya es dejar, sin apenas visitantes locales -salvo aguerridos colegiales-, sus excelentes colecciones púnicas e ibéricas -quizá unas de las mejores del mundo, tras las del Museo Numantino de Soria, del Museo de la Prehistoria de Valencia, y del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, que incluye una espléndida colección de ex-votos o figuras votivas de bronce, pasan desapercibidas.

Durante años, fue la niña fea de los museos públicos barceloneses; visitarlo era como recorrer una tienda de viejo; las vitrinas eran dignas de un museo de antigüedades, casi más vetustas que lo que presentaban. Ha tenido no sé sabe cuántos directores en poco tiempo; apenas nombrados, huían con razón, al descubrir el estado del museo, la falta de presupuestos y de personal, y el nulo porvenir; directores tan pintorescos como el que mandó destruir las colecciones bibliográficas prehistóricas, o las publicaciones repetidas -echadas a la basura, y empapadas a fin de evitar que ningún conservador horrorizado -como ocurrió- ni nadie, si acaso alguien pasara delante del museo y se detuviera, pudiera recuperarlas-, o el que quiso desmontar las colecciones griegas y romanas porque no eran étnicamente catalanas; cuatro mil piezas desaparecieron de las reservas sin que nadie se diera cuenta; no posee aún una guía, un catálogo a la venta. En los años ochenta se encargó al arquitecto José Llinás una profunda renovación y ampliación; solo una parte se llevó a cabo; no se pudo ni siquiera dotar el museo de aire acondicionado; el calor era tal, en verano, que las bibliotecarias autorizaban la lectura fuera de la biblioteca convertida en sauna -situada en el primer piso, bajo la cubierta, con una temperatura asfixiante-, en algún lugar menos abrasador. Se habló -y no se sabe si la propuesta va a seguir- de cerrar el museo, y juntar las colecciones con las de los museos de Artes y Tradiciones Populares (cerrado desde hace decenas de años), y de Etnología, como si existiera alguna misteriosa conexión entre un apeo labriego de madera de los años sesenta y una hoz de bronce prehistórica.  Total, estos tres desgraciados museos solo contenían vetustosidades, que nadie visitaba.
Desde entonces, sin embargo, quizá debido a la que la propuesta de cerrar el museo va para largo dados las precarios presupuestos culturales (aunque la amenaza de cierre no está conjurada, ya que los pequeños y espléndidos museos de Geología y Zoología han desaparecido, convertidos, fundidos, en el sentido literal del término, en el Museo Blau, donde Cristo perdió el gorro -en la tierra de nadie, donde, la presentación de una parte de la colección ha sido  nadie va, del Forum, solo para salvar la cara de quienes plantearon semejante tierra yerma),  la presentación de la colección ha sido brillantemente replanteada y ejecutada, logrando que las lagunas de las colecciones no parezcan tales, si bien los textos, apasionantes, y con enfoques renovados, solo están en catalán, lo que dificulta la visita de los que no son lugareños, que son quienes visitan mayoritariamente el museo.

No sé si la imagen de un Esculapio marujero invita a subir a Montjuich. Mujeres al borde de un ataque de nervios ya está vista de sobras.

2 comentarios:

  1. Y digo yo... no sera una propuesta para que la gente de Sanidad vapuleada en estos tiempos, se ponga el florero en la cabeza ( en nombre de Asklepio y se pasee por las calles de Barcelona para darle un toque mas primaveral a la ciudad ? Te imaginas la plaza San Jaime cubierta enteramente de flores? que imagen tan bonita para atraer turistas, no le busques tres pies al gato ellos piensan por nosotros.......................

    ResponderEliminar
  2. Tras la manifestación y la asamblea de ayer en la escuela de arquitectura, me pregunto si los arquitectos no somos señores y señoras florero...

    ResponderEliminar