Serapis: Antikensammlung (reservas), Dresde; Museo Nacional Romano. Palacio Altemps, Roma
Fotos: Tocho, marzo-abril de 2013
Las
culturas antiguas practicaban lo que se conoce como sinecismo: la equiparación
de divinidades de culturas distintas, con funciones parecidas, y el transvase
de características y propiedades de una a otra figura, dando lugar, en
ocasiones, a nuevas divinidades. Este proceso se realizaba espontáneamente o
respondía a trabajos eruditos de teólogos.
Si
los dioses, hoy como ayer, podían ser una invención humana, necesarios para
mantener unida una misma comunidad gracias a la práctica ritual a la que
asistían todos los miembros de la misma, ¿cómo no se iba a requerir su
presencia para conjuntar comunidades de culturas muy distintas?
Egipto
y Grecia se conocían, y el mismo Ulises desembarcó en las costas egipcias para
interrogar al dios Proteo, pero, salvo por una tardía colonia griega en Egipto,
Naucratis (s. VI aC), mantuvieron pocos contactos antes de la conquista de
Egipto por parte del macedonio Alejandro Magno.
Fue
el sucesor suyo, el faraón helenístico Ptolomeo I Soter (367-283 aC), quien, al
parecer, impuso el culto a una nueva divinidad, Serapis, configurada de tal
modo que pudiera ser adorada tanto por la naciente comunidad griega o
macedónica como por los egipcios dominados.
Hasta
qué punto es cierto que, como cuentan autores antiguos como Plutarco y Arriano,
Ptolomeo I tuvo un sueño: se le apareció una divinidad mesopotámica llamada Šár
Apsi (el Señor Omnipotente de los Abismos, es decir una manifestación del dios
mesopotámico de las fértiles aguas dulces, Ea o Enki) a la que se le rendía culto
en la colonia asiria de Senope en Anatolia, que reclamaba ser trasladada a
Egipto, donde ya se rendía culto a un híbrido Serapis –mitad Osiris, mitad
Apis, la manifestación taurina del dios creador Ptah.
Habría sido Šár Apis, que habría tenido también un templo en Babilonia, según Arriano, quien habría sido consultado cuando Alejandro enfermó mortalmente.
Habría sido Šár Apis, que habría tenido también un templo en Babilonia, según Arriano, quien habría sido consultado cuando Alejandro enfermó mortalmente.
El
Serapis mesopotámico-egipcio Serapis fue dotado con los rasgos y los poderes de
diversos dioses griegos: Zeus (el padre de los dioses), Dionisos (dios de la
fertilidad y la fecundidad), Hades (divinidad funeraria), y Asclepios (dios de
la medicina). Fue convertido, así, en una divinidad masculina de aspecto enteramente
humano, adulta, coronado con una medida de cereales, que controlaba la vida y
la muerte, benéfica, sabia y fértil.
Esta
divinidad históricamente forjada gozó de amplio crédito en el mundo
greco-latino, no así, sin embargo, entre los egipcios, más familiarizados con
divinidades híbridas o con forma de animal, muy alejadas de la figura de un
filósofo, humana, demasiado humana, que tenía Serapis.
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