Según las creencias, se ha insistido en la singularidad de la figura de Cristo, sin parecido alguno con ninguna otra figura judía o pagana, o en los parecidos entre divinidades como Cristo, Mitra, Osiris, Hércules, Apolo, Hermes, destacando todo lo que la historia de la vida de Cristo debe a mitos y leyendas paganas.
Sin embargo, si es cierto que existen coincidencias entre las vidas de estas figuras -casuales o buscadas-, también es cierto que un mismo hecho puede tener múltiples significados.
Por otra parte, la cultura hebrea fue marcada por el helenismo a partir de Alejandro y en Roma -así como el neoplatonismo facilitó la asunción del cristianismo en el mundo romano-, pero no parece que, anteriormente, los griegos tuvieran conocimiento de la cultura hebrea, pese a que existieron colonias en la costa oriental mediterránea, ni que los mitos ni la filosofía griegos influyeran o afectaran la redacción del Antiguo Testamento, salvo, quizá, textos tardíos como el Eclesiastés..
Por tanto, las relaciones entre las vidas de Cristo y divinidades soteriológicas tardías tienen que ser tomadas con cuidado.
También es cierto que Cristo es una figura literaria. Su historia se basa en una posible figura histórica -de la que, incluso si hubiera existido, los redactores de los primeros escritos cristianos, Pablo, desde luego, no tuvieron un conocimiento directo-, pero la solidez, la complejidad, la "humanidad" de esta figura no deriva de la fidelidad a un posible modelo real, sino de bien fundadas estructuras literarias, similares a las que sustentan las historias de otras figuras divinas. Cristo tiene la misma consistencia, la misma vivacidad que Madame Bovary, un personaje literario también basado en una figura real, trascendida por su "doble" literario, y ejerce una fascinación parecida. Las figuras modélicas suelen ser siempre figuras literarias sobre las que podemos proyectar nuestras imágenes mentales que las avivan. Cristo o Madame Bovary viven en nuestra imaginación cuando leemos su historia o la recordamos.
El cuidado con el que se tienen que abordar influencias y parecidos entre figuras, Cristo y Mitra u Osiris, pertenecientes a culturas tan distintas como la hebrea y la griega, no impide que nos podamos preguntar por el o los posibles orígenes del templo cristiano, que parece deber poco o nada al templo hebreo (el templo de Jerusalén) -un templo basado en un modelo oriental, asirio, sin duda.
Las primeras iglesias cristianas orientales solían tener una planta circular, derivada de las salas cupulares de los palacios orientales en las que reyes y emperadores -divinizados- se mostraban ante embajadores, lo que revela que el cristianismo oriental daba preferencia a la naturaleza divina de Cristo; mientras, en occidente, donde la naturaleza humana del hijo de dios cobró protagonismo, ser optó por un modelo basilical. La basílica, en Roma, no era un edificio religioso, sino profano: un edificio público para todo tipo de asambleas. La iglesia, así, se acercaba a un espacio profano o humano.
Sin embargo, no todos los primeros templos cristianos orientales fueron circulares. Esta tipología fue dominante -aunque no exclusiva- en Siria; no en Egipto. La planta rectangular, empero, no procedía de la basílica romana. Su carácter excesivamente profano hubiera chocado con la consideración de Cristo como un dios, y no como un hombre. Entonces, es muy posible -y así se descubre en alguna iglesia conventual- que el modelo adoptado haya sido el del templo egipcio: un largo y estrecho camino procesional, punteado por gruesos pilares, hacia la luz, sin embargo, y no hacia la oscuridad (propia del templo egipcio en el que la oscuridad del sancta santorum, donde moraba la estatua de culto, simbolizaba el misterio de la divinidad). En el caso de la iglesia cristiana egipcia, la divinidad, Cristo, se representaba también por un elemento intangible, mas éste era luminoso, no nocturnal.
En el caso de la iglesia, por tanto, sí se puede descubrir una influencia de un modelo pagano -los templos egipcios tardíos eran incluso más alargados que los de los imperios Antiguo y Medio- en la configuración del espacio cristiano. Es muy posible que el mito de Osiris no haya marcado la vida de Cristo -mientras que la iconografía de Isis amamantado a Harpócrates sí ha permitido la definición de la iconografía de la Virgen y el niño-, pero, desde luego, el recorrido en pos de la búsqueda y el reencuentro del cuerpo mutilado de Osiris, a fin de resucitarlo, al que la planta del templo egipcio tardío invitaba, bien pudiera haber marcado la tipología de la primitiva iglesia cristiana en Egipcia y, quien sabe, si con el paso de los siglos, tipologías en otras culturas o regiones mediterráneas.
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