miércoles, 16 de abril de 2014

De héroes y santuarios: estatuas y maquetas arquitectónicas del Monte Prama (Cabras, Cerdeña) de finales del primer milenio aC

















Fotos: Tocho, Museo Arqueológico Nacional de Cagliari (Cerdeña, Italia), abril de 2014


Uno de los descubrimientos arqueológicos recientes más importantes en el mundo, ha tenido lugar en el monte Prama, en Cabras (Cerdeña, Italia) entre 1974 y 2014. Una exposición en el Museo Arqueológico Nacional de Cagliari (Cerdeña, Italia), lo recuerda hoy.

Son los llamados colosos o gigantes de Prama. Unas cuarenta estatuas antropomórficas, talladas en piedra blanca, de unos dos metros y medio de alto.
Se encontraron intencionadamente mutiladas y enterradas.
Datan de finales del segundo milenio o de principios del primero.
No tienen referentes evidentes. Parecen ser obra de tallistas del Mediterráneo oriental. Brazos y piernas exentos los distinguen de las estatuas egipcias, y son muy anteriores a las primeras grandes estatuas griegas. Tampoco existen obras semejantes en el Próximo oriente Antiguo, salvo en Anatolia, pero en una época muy anterior.
Junto a ellas se han encontrado grandes modelos arquitectónicos. Son imágenes de los nuraghi.
Hacía siglos que éstos habían decaído cuando cuando estas "maquetas" fueron talladas. Pero, sin duda, permanecían en pie, en el paisaje, a los pies de los cuales se levantaron poblados, y en la memoria.
Algunos estudiosos piensan que poblaciones de Cerdeña formaron parte de lo que se ha llamado los Pobladores o Invasores del Mar -quizá compuestos también por dorios y chipriotas- que, según crónicas egipcias, asolaron el Mediterráneo Oriental a finales del segundo milenio. ¿Por qué? No se sabe. Quizá por hambrunas.
Parece la cultura que levantó los nuraghi había entrado en crisis. Ya solo se construían poblados de chozas.
Es posible, sin embargo, que los nuraghi, aun bien visible, causaran admiración. Y se atribuyera su construcción a gigantes. Efigies suyas, así como de sus obras, se tallaron, se rompieron y se enterraron, como recuerdo de su grandeza, y a fin de evitar el inquietante poder de su presencia.
Del mismo modo, las salas comunales de los poblados estaban presididas por maquetas de los nuraghi. Éstas, como todas las numerosas maquetas, de piedra y de bronce, halladas, datan de una época posterior a la construcción de los nuraghi.  Éstos constituirían símbolos comunitarios, y evocarían un pasado, mitificado, glorioso -y temido: el tiempo de los gigantes, o los héroes.
Su recuerdo perduraba en forma de ex-voto, las comunidades se organizaban y se reconocían gracias a los nuraghi a los que dedicaban, como si fueran divinidades, pequeñas efigies suyas, y los constructores heróicos fueron convertidos en antepasados -cuya presencia debía ser recordada y controlada, enterrando sus restos a fin de convertirlos en los ancestros que, desde el subsuelo, velarían por los vivos sin interferir con ellos.

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