martes, 14 de octubre de 2014

Mito y ciencia, o ciencia y estética




Escultura de Jacob Epstein


Quizá la mejor definición de mito, y la más clara distinción entre pensamiento racional y pensamiento mítico las dio el historiador, arqueólogo, egiptólogo y asiriologo Henri Frankfort en los años cuarenta.
Frankfort fue uno de los primeros historiadores que no desvalorizó el llamado arte primitivo (como un arte imperfecto e inferior) - en el que se ubicaba al arte africano y al mesopotamico, por ejemplo- sino que lo consideró como una manera de interpretar el mundo, distinta pero tan válida como la manera clásica u "occidental".

"La diferencia fundamental entre la actitud del hombre moderno y del antiguo concerniente el mundo circundante es ésa: para el hombre moderno, científico, el mundo fenoménico es principalmente un "ello"; para el hombre antiguo -y para el primitivo-, es un "tú"" ("Mito y realidad",  La aventura intelectual del hombre antiguo).

Frankfort aun distinguía ente el hombre antiguo -el hombre del pasado occidental- y el primitivo -el antiguo y moderno de otras culturas. Pero eso no es lo importante.

El punto de vista innovador que Frankfort aportó, además de considerar las artes no occidentales del mismo modo que las occidentales, fue la de considerar el pensamiento mítico como una aproximación al mundo tan relevante, aunque esencialmente distinta, como el pensamiento científico. El primero es propia de los "primitivos" y los "antiguos" (griegos y romanos, por ejemplo);  el segundo, de los modernos.

Para un "primitivo o antiguo el mundo es un ente animado. Eso no significa, Frankfort precisa, que para aquél pudiera existir una naturaleza no animada. La naturaleza siempre estaba animada (o muerta). La distinción escolástica entre natura naturans (energía natural) y la natura naturata (la naturaleza delimitada en formas en el tiempo y el espacio, la naturaleza encarnada) no tenía sentido: eran idénticas. La naturaleza era un interlocutor del que se podían contar historias y al que se podían contar también historias. Se podía dialogar con ella. No se trataba de un objeto digno de estudio, sino de un entre similar a nosotros, en el que nos proyectamos y nos vemos reflejados, y con el que mantienen relaciones de igual a igual. Ante ella, se siente, se desafore o se goza. Las reacciones son emocionales. La naturaleza y el mundo son presencias que entendemos como entendemos -o no- a nuestros semejantes. Reacciona ante el mundo como reacciona ante un ser próximo. La distancia entre el hombre y la naturaleza es mínima. Del mismo modo que contamos y nos contamos cuentos, los mitos son las historias que vel mundo nos cuenta, o que componemos a partir del diálogo con el mundo. El mito transcribe el diálogo continuo con el entorno.
La diferencia que Frankfort establece entre mito y ciencia es la misma que existe entre ciencia y estética. El científico no puede simpatizar con el mundo, porque éste solo existe para ser diseccionado, mientras que la estética entiende el mundo -y sobre todo el arte- como un ente portador de sentido que tiene que ser descifrado mediante el diálogo interior.
De algún modo, gracias al arte y la ciencia, la empatía entre el mundo y el hombre aun perdura.

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