miércoles, 15 de octubre de 2014

Xipe-Totec, dios azteca de los orfebres, y dios creador



Los grumos del ropaje son las bolas de grasa situadas debajo de la piel.


Los dioses de los herreros solían ser, en la mayoría de las culturas, dioses de la forja. Trabajaban tanto el oro como el hierro, y fundían el cobre. Moraban apartados del resto de los dioses, a fin que el calor, el humo y el ruido rítmico y metálico en el que se hallaba sumido el taller no molestara la divina quietud del palacio de los dioses. Solían tener el cuerpo deforme, tanto por el esfuerzo llevado a cabo para forjar y templar objetos de metal, como para que los secretos de la profesión no se intuyeran en el rostro que miraba siempre hacia el suelo para velar el fuego y debido a la giba que inevitablemente les salía.

Los dioses herreros y orfebres trabajaban metales hoscos como el hierro pero también metales nobles como el bronce, la plata y el oro, con los que cincelaban joyas y adornos personales, y los palacios deslumbrantes de los dioses cuyos muros, incrustados de piedras preciosas, brillaban al sol, como el sol.
Xipe-Totec era el dios de los orfebres aztecas. Se le representaba enteramente cubierto con una vestimenta hecha de piel: comprendía incluso una capucha entera que solo presentaba aberturas para los ojos y la boca. Cuando los orfebres rendían culto a su dios, se vestían como él, identificándose con él.
Las ceremonias duraban veinte días. Durante este periodo de tiempo, los orfebres y quienes atendían a los rituales vestían siempre del mismo modo, con el mismo ropaje. Éste provenía de víctimas sacrificadas en honor del dios, a quienes se les había arrancado el corazón, antes de despellejarlos y desollarlos cuidadosamente, de modo que se pudiera recuperar la piel de la cabeza lo más entera posible.
¿aqué respondía este ritual que hoy nos parece bárbaro?
No se trataba de hacer sufrir a las víctimas. Es cierto que el dolor inflingido manifestaba la omnipotencia de la divinidad. porque se trataba de un dios soberano, y no tan solo de un dios artesano. Era el dios de los orfebres y de todos aquellos que aportaban luz a la tierra, que la alumbraban: quienes manejaban el fuego, como los herreros, y lo domesticaban, construyendo fuegos, es decir, hogares. Xipe-Totec era también el dios de los constructores.
El poder de Xipe-Totec de echar luz a la tierra lo convertía en el dios alumbraba la vida: la traía y velaba por ella en cuidados abrigos, adaptados a los seres humanos como una segunda piel.
Los humanos, en el imaginario maya y azteca habían sido modelados por los Gemelos primordiales, a partir de una materia primera que su padre les había entregado. Éste dios-padre vivía en -o era- la montaña de los inicios. En las laderas brotaba el maíz. La harina de maíz era la materia primera, como la arcilla en Oriente, con la que los dioses gemelos crearon a los humanos. Mas las mazorcas de maíz protegen los granos, dorados como el sol y el oro, que encierran. Para que los humanos pudieran ser alumbrados, las mazorcas tenían que ser despellejadas. La mazorca era sacrificada para dar nacimiento a nuevas vidas.
El despellejamiento de las víctimas sacrificadas rememoraba este gesto fundacional por el que el dios del maíz se sacrificó en beneficio de los humanos. Éstos no podían sino repetir su gesto inicial. Los orfebres se revestían de dicha piel hasta que ésta se pudriera y se cayera a trozos. De la materia descompuesta los orfebres renacían. Emergían a una vida renovada como un ser que emerge de la matriz. Dotados de una nueva vida, podían alumbrar y animar útiles, joyas y paramentos. La vida que Xipe-Totec una vez aportó, encapsulada en joyas y amuletos protectores, y en moradas deslumbrantes, era renovada gracias a la resurrección de los artesanos, cuya vida entregaban para animar a sus creaciones. La muerte de las víctimas era necesaria para que la vida volviera a la tierra, y ésta vida solo tenía sentido si brotaba de la tierra, como en los inicios brotó de la montaña originaria. Por tanto era necesario acudir a mazorcas vivientes -los sacrificados- para que la liberación de su materia solar echara luz sobre la tierra, lo que solo ocurría si, además, los artesanos, como así les enseñó Xipe-Totec, se convertían a su vez en mazorcas a fin, una vez desnudados de la piel, pudieran entregar su vida al trabajo.


Primer texto para la muestra sobre mitos cosmogónicos para el Museo de las Culturas del Mundo, Barcelona, 2016-2017

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