viernes, 2 de diciembre de 2016

Escritura cuneiforme


Dibujos: Irving Finkel (Museo Británico, Londres, diciembre de 2016)

La escritura cuneiforme no existe.
El conservador del Departamento del Próximo Oriente en el Museo Británico (Londres), Irving Finkel, observaba esta mañana esta singular característica de los signos cuneiformes mesopotámicos.
Las escrituras, alfabéticas, silábicas o ideogramáticas (jeroglíficos, ideogramas chinos, etc.), consisten en signos o trazos escritos, superpuestos sobre una superficie plana, sea cual sea el material. Los signos dibujados o pintados, con tinta, pintura, grafito, etc., se adhieren al soporte.
En el caso de la escritura cuneiforme, sin embargo, los signos literalmente no existen. Lo que se percibe sobre la superficie de las tablillas de adobe o de terracota son muescas, marcas "impresas" o dejadas por un punzón hundido en el barro. Un signo es una traza; se compone mediante una excavación, una hendidura, la sustracción de material. Un signo cuneiforme es un vacío. Denota una ausencia. Indica que material ha sido sustraído. Tenemos la ilusión que vemos signos, pero solo vemos una masa de barro rasgada. Los signos no han sido añadidos  sino retirados. Se escribe por sustracción. Escribir implica deteriorar, rasgar, ahuecar.
La escritura cuneiforme inscribe profundamente. Deja una huella indeleble. Las palabras -que son las cosas- se adentran en la materia. Su forma se inmoviliza, se entierra. Escribir fija para siempre. El tiempo se detiene. Las cosas ya no viven. La escritura es un lecho, o una sepultura, gracias al cual .-en la cual- las cosas escapan al devenir y perduran. Cosas de las que, sin embargo, solo queda una huella marcada en la tierra. La escritura es la muerte de las cosas del mundo.
Cuando Platón condenaba la escritura porque fosilizaba las cosas, las enterraba hasta que quedaban sepultadas, no podía estar pensando en la escritura cuneiforme porque ésta estaba casi extinta. Pero es posible que quedara el recuerdo de unos hombres que trataban de detener las cosas abriéndoles una tumba. Una tumba siempre vacía que, hoy como ayer, es "leída" como una ilusión: la ilusión de un signo que no existe, de una palabra o una invocación que nada tiene ya que ver con las cosas que "pasaban".  


2 comentarios:

  1. Su interesante reflexión acerca de la escritura cuneiforme me hizo recordar este maravilloso poema del poeta cacereño Santos Domínguez Ramos:

    AYER NO TE VI EN BABILONIA

    (Tabla de arcilla, 3000 a. C.)

    Cinco mil años pesan sobre esta arcilla viva
    en la que un hombre hablaba una lengua de barro.

    Como la nieve al lobo, sus palabras delatan
    su extrañeza de siglos, sus tiempos estelares
    y el espacio incesante y fluvial, el latido
    de un corazón ausente.

    Miles de años después, otra lengua diría
    -y era una voz de sombra-: “Te veré en Babilonia.”
    Era una voz de sombra que anunciaba la muerte
    y la pira encendida para un héroe sin tiempo.

    Pasaron cazadores de serpientes,
    se callaron los gallos del arrabal y el viento
    fue bajando a los ríos y apagando las velas.

    Tiempo, espacio y el nombre de una ciudad sin sueño.

    Con música insondable,
    cae la sombra del hielo en el desierto y lejos,
    en arroyos secretos,
    beberán los caballos lentamente en la orilla.

    Las cúpulas de cuarzo brillan bajo la luna.
    Bajo esa misma luna sigue temblando aún
    -no te vi en Babilonia-
    la voz de arcilla frágil que escribió su temblor
    con un tallo sumerio, con un punzón de ausencia.
    Con un punzón de angustia esas palabras lentas
    y urgentes; no te vi en Babilonia.

    Simples como una herida de escarcha en los planetas,
    un pájaro de nieve sigue latiendo en ellas.

    Santos Domínguez Ramos
    "El dueño del eclipse"
    XXXII Premio de poesía Ciudad de Badajoz
    Editorial Algaida, 2014

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    1. Muchísimas gracias.
      Desconocía este poema
      Muy hermoso
      "Un punzón de ausencia..."
      Gracias de nuevo

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