sábado, 24 de diciembre de 2016

Navidad

La palabra navidad viene de un término latino que significa nacimiento, o el día del nacimiento.
La navidad corresponde a la fecha en que nace el hijo de(l) dios cristiano, ya sea en marzo como en los inicios del cristianismo, ya sea en diciembre, según un decreto posterior.
Se considera la navidad como una fecha clave en el cristianismo: constituye la fiesta por excelencia. El que corresponda -más o menos- con el solsticio de invierno, y -exactamente- con el nacimiento del sol Invicto romano -al que el emperador Constantino adoraba, así como el tardío emperador Juliano- testimonia de la importancia de este acontecimiento.

Sin embargo, los evangelios no dicen lo mismo. El nacimiento de Jesús no es narrado por Marcos ni por Juan. Según estos dos evangelistas, Cristo entra en la historia ya adulto. El hecho significativo es su bautizo -adulto- por Juan Bautista (su entronización en la comunidad, no su nacimiento). Todos los años primeros, incluido el de su nacimiento, son silenciados. El primer evangelio, de Mateo, sí narra brevemente el nacimiento: en realidad, cuenta la llegada a Jerusalén de unos astrólogos -y no unos "Reyes Magos"- que inquieren por el nacimiento del elegido, del que solo se cuenta que nace en Belén, en tiempos del rey Herodes. La imagen tradicional, la larga historia del nacimiento que se ha impuesto, procede del relativamente tardío evangelio de Lucas. Éste narra la orden romana del establecimiento de un nuevo censo -no bajo Herodes o Poncio Pilato, sino de Quirino, gobernador de Siria- , la subida de José y María, de Nazaret donde vivían a Belén, ciudad del rey David, de quien José descendía (la ley romana exigía que el censo se hiciera en la ciudad natal), y el parto inesperado, cerca de un establo.
La natividad apenas cuenta en los evangelios. No es un hecho memorable.
Este hecho rompe con lo que los mitos cuentan habitualmente acerca del origen de los dioses, cuyo nacimiento está siempre ligado a un lugar -en el que se edifica posteriomente un templo para conmemorar el acontecimiento. Recordemos el templo de Delos allí donde nació Apolo, por ejemplo, o la mitificación de la cueva de la cabra Amaltea, donde nació Zeus.  
El nacimiento de Jesús es un hecho insignificante -no digno de ser contado, o que se narra en unas pocas palabras o líneas en el mejor de los casos, en un único evangelio-. Por otra parte, Jesús no nace en "su" tierra o "su" ciudad, sino durante un desplazamiento de sus padres. Si Jesús hubiera sido una divinidad pagana, hubiera nacido, probablemente, en Nazaret. Su nacimiento se somete a los avatares de la historia. La historia -el censo- condiciona la Historia. Jesús es una divinidad que entra en la historia, que está marcada por la historia.
Sin embargo, la palabra natividad o Navidad está emparentada con la palabra nación -y con (g)ente, (g)entilicio. La nación es el lugar de nacimiento, de enraizamiento. La gente son los nacidos en un lugar determinado, son los dueños de una tierra porque han nacido, han brotado de una tierra. La palabra navidad evoca lo que el término griego autoctonía evoca: la estrecha relación entre la tierra y el nacimiento, tierra que configura y condiciona a una persona, a un miembro de un determinado gentilicio.
Esa es precisamente la revolución cristiana: minimizar la importancia del nacimiento, y minusvalorar la relación entre la tierra (de los padres, ancestrales, bañada de sangre, habitada por los antepasados) y el nacimiento. José y María no se desplazan a Belén porque su hijo deba nacer allí, tierra de David, sino solo porque César Augusto ordena el establecimiento de un nuevo censo que obliga a los padres de Jesús a viajar a Belén. Pero Jesús hubiera debido nacer en Nazaret, ciudad o pueblo, con el que ninguna relación tenía, pero que era la ciudad escogida por sus padres para vivir.
Jesús pone en crisis el imaginario del nacimiento. Si la Navidad se convierte en un hecho fundacional para el cristianismo es precisamente porque rompe con una tradición milenaria que concede una importancia decisiva a la tierra de nacimiento (y no de elección). La tierra -la nación- determina a la persona. Su nacionalidad lo es todo. Jesús abole la noción de nación como tierra de arraigo. Nación es donde uno se halla, habita, no dónde uno nace imperativamente. Esta revolución se irá apagando, sin embargo. Y hoy hemos vuelto a la oscura y sangrienta tradición de las naciones.

5 comentarios:

  1. Y no solo quita importancia a la relación con la tierra sino también con la etnia y la tribu ,al proclamar que todas las personas son hijas de Dios .
    Feliz noche ,en la medida de lo posible

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    1. Si, fue una divinidad que habló para cada uno de los hombres y no sólo para los de su templo o los iniciados, y desde luego no sólo para los de su tierra. La noción de tribu fue en efecto abolida en favor del de iglesia: comunidad basada en la creencia y no en la sangre, aunque ya la reforma de Clistenes en la Atenas del siglo V aC desmontó la filiación tribal en favor de lazos comunitarios no basados en la sangre

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. ....a cada lector del blog, lo que mantiene a éste en vida
    Muchas gracias
    Y esperando compartir más mensajes algún tiempo más al menos

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