lunes, 10 de julio de 2017
Lo que somos: un Hijo de tres brazos en manos de una Madre de dos caras
Fotos: Tocho, Milán, Julio de 2017
La sala del Hospital de los Españoles en el Castillo de los Sforza de Milán, acoge, desde 2015, una única gran escultura: la Pietà Rondanini, la última obra de Miguel Ángel, de la segundad mitad del s. XVI.
El grupo escultórico presenta partes -los miembros inferiores de Cristo, un brazo- aparentemente terminados, perfectamente desgajados y pulidos. Pero la escultura se muestra, en su casi totalidad, abocetada. Las formas se separan con dificultad del bloque de piedra -no queda claro si el dorso inclinado de la Virgen es consecuencia de la forma del bloque, o si ya ha sido esculpido. No se sabe a fe cierta si la escultura está concluida o si Miguel Ángel la dejó inconclusa. Se trataba, en todo caso, de una Piedad privada, que el artista habría esculpido para así mismo.
Pasados unos minutos en silencio, rodeando el grupo, se descubre, casi con sorpresa, la presencia de un brazo que no está unido a ningún cuerpo. Una mirada aún más atenta revela que la Virgen tiene dos rostros: el que se percibe a primera vista y lo que parece la parte superior de una máscara que le cubre el lado superior derecho del rostro.
Los historiadores cuentan que Miguel Ángel trabajó una primera versión que modificó profundamente. No esculpió esta nueva versión en un segundo bloque sino en el que ya había tallado, dejando elementos inconexos de la primera versión.
Es difícil saber si Miguel Ángel los hubiera eliminado en la versión final. Este comentario presupone que la obra está inconclusa. También presupone por parte del artista manierista un gusto por un naturalismo respetuoso -cuando algunas obras manieristas se alejan ostensiblemente del parecido para presentar seres que nada o poco tiene ver con los seres de este mundo: vírgenes de cuello tan elongado como el de un cisne, o figuras con miembros voluntariamente desproporcionados que les privan casi de un aspecto humano.
¿Cómo vería Miguel Ángel este grupo? ¿Quiso dotar de un simbolismo novedoso esta Piedad -pese a las deformaciones manieristas más conocidas, la composición de esta Madre y su Hijo es singular-? La Madre, cada vez más ensimismada ¿poseía varios rostros que desvelaba? Su hijo, ¿se desprendía de su cuerpo material?
Las formas insólitas deberían distorsionar la visión aun fiel a la realidad de este grupo escultórico. Sin embargo, aumentan su fascinación. No sabemos si ésta reside en nuestra mirada que dota de un mensaje esta obra, o si emana de una concepción de la humanidad en la divinidad que ahonda en el misterio, pero el enfrentamiento con esta Piedad trastoca cualquier concepción convencional de lo que somos. La carne nos hunde, pero parece que tras nuestra disolución, pero emerger -con el rostro duramente marcado por la lucha con la materia, y sobre todo una lucha interior
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Parece que la obra ha quedado en ese momento justo en que asoma toda la magia, cuando se abren todas las posibilidades a seguir, cuando todo está en suspenso. Luego, cuando se continúa elaborando en ella, cuando se perfecciona, se deshecha todo ese campo de posibilidades, se reduce a una elección y ya no es la misma obra.
ResponderEliminarMe encanta la fase en que ha quedado esta obra del artista, no me canso de mirarla.
Gracias, un saludo
Muchas gracias por el comentario.
EliminarEsta indefinición -por desconocimiento nuestro, o por la técnica y el propósito logrado de Miguel Ángel de suspender el juicio del espectador- ante la obra, sin que se acabe de saber si está concluida o en proceso, crea un efecto extraño y fascinante. No parece una obra inconclusa. Quizá lo sea. No se sabe. Y no importa