domingo, 28 de junio de 2020

La exposición del arte: ¿cómo se puede organizar una colección permanente?

Pop y naturalezas muertas






Hace exactamente veinte años, la apertura de la Tate Modern en Londres -un museo de arte moderno y contemporáneo de arte internacional, que se desgajaba dela Tate Gallery dedicada enteramente a la historia del arte británico-, que se anunciaba como una nueva lectura del arte del siglo XX, suscitó desconcierto apenas las puertas se abrieron.
Frente a las presentaciones convencionales, cronológicas, por "ismos" y, en ocasiones, por países, las obras de arte de la colección permanente de la Tate Modern se agrupaban por temas, lo que llevaba a que obras de períodos y "estilos" o "ismos" diversos cohabitaran en una misma sala. Esta presentación -además de solventar la pobreza relativa de la colección, en comparación con las del MoMA de Nuva York y del Centro Pompidou de París, que se hubiera hecho patente al disponer, en algunos casos, de pocas obras o de obras menores para "ilustrar" un "ismo"- permitía "releer" el arte internacional del siglo XX, mostrando la presencia de unos mismos temas a lo largo del tiempo y de las culturas, o los distintos tratamientos de un mismo tema, tanto en función del tiempo, como de escuelas o países distintos.
¿El resultado?
Veinte años más tarde, esta presentación se está desmontando y se regresa a una organización más "canónica".
¿Por qué?
Las críticas, sobre todo de los historiadores, fueron inmediatas, duraderas y durísimas, lo que, paradójicamente, reforzó los criterios "transgresores" o innovadores escogidos.
Mas, el desconcierto era y es evidente: las obras no casaban las unas con las otras. Lejos de constituir un todo en el que las obras se relacionaran y se respondieron, la tan diversidad de formatos, técnicas y tratamientos de un mismo tema, dio lugar a una colección de obras aisladas que se rehuían mútuamente. Mas que destacar convergencias, o puntos de vista complementarios, lo que la agrupación de las obras puso en evidencia que no casaban entre sí, y que las lecturas o agrupaciones impuestas no atendían a lo que las obras "eran".
Este modelo se ha seguido en otros museos. Incluso en museos de arte "clásico", como es el Museo Nacional de Arte Catalán (MNAC), de Barcelona, la presentación de cuya colección -escuela pero con obras notables- de arte del Renacimiento al Rococó, sobre todo pictórica, se ha organizado por temas y no por escuelas, países, o periodos.
La apuesta era menos arriesgada que la de la Tate Modern: el arte europeo, entre los siglos XV y XVIII, es naturalista o tiende al naturalismo, y los temas son limitados. Los choques parecían evitables o limitados.
No es así.
La yuxtaposición de obras de épocas y escuelas distintas es ilustrativa de temas y preocupaciones humanas tratados por los artistas. Pero esto es: una ilustración., unas ilustraciones Éstas son eficaces cuando recurren a fotografías -sobre todo en blanco y negro-, recortadas y pegadas en paneles, como hizo el historiador Aby Warburg a principios del siglo XX.  Pero las fotografías obvian materiales, técnicas y tamaños. La fotografía "aplana", uniformiza los cuadros. Los convierte en "imágenes" intercambiables, que se pueden mover, juntar, separar, desplazar, hasta lograr una composición que dé cuenta de la preocupación (un tema dado) que se quiere ilustrar.
Cuando se monta una exposición temporal o permanente, la disposición de las obras y la relación entre éstas se estudia sobre el papel (o en pantalla), lo que facilita la posterior ubicación en sala. Pero los cambios, en la realidad, son necesarios, inevitables. Pequeñas imágenes producen una impresión que no se corresponde siempre con lo que ocurre en sala.  Del mismo modo, la selección de obras, para una exposición, a partir de imágenes, sin poder o querer ver las obras en directo, lleva a fracasos. Las obras. casi siempre, son distintas a cómo lucen en fotografías. Las obras tienen "cuerpo". Contrariamente a lo que Platón sostenía, las obras no son espejismos desencarnados. Su materialidad determina cómo se muestran, qué revelan.
Las obras -las pinturas- son entes materiales: son pigmentos, aceites, barnices, temple, sobre madera o sobre tela, con distintos espesores: pinturas a brochazos o lisas, abocetadas o completadas, delineadas o pintadas directamente, que captan la luz de muy diversa madera. Son algo más, sin duda, pero también son materiales trabajados, trabados. Las obras tienen un tamaño adecuado al tema -raros son los bodegones con el tamaño de una pintura de historia-. 
A menudo, por tanto, las obras de épocas, escuelas, incluso de artistas distintos -de distintos períodos de un mismo artista, como la obra primeriza y última de Tiziano-, se rechazan o se ignoran. E "ilustran" más sobre su diferencias que sobre lo que las une.
El gran error de Warburg -y su modernidad- fue recurrir a recortes fotográficos para leer la historia del arte, y mostrar que, pese a la diversidad de estilos y épocas, existen una constantes temáticas o, mejor dicho, una mismas preocupaciones. 
Obviar la "forma" de la obra -como si esta fuera un ejemplo de arte conceptual poniendo el acento en su "imagen" , y poner en evidencia en detalle en detrimento del conjunto -como ya comentara John Berger- lleva a considerar las obras de arte (las pinturas) como estampas intercambiables, ilustrativas de preocupaciones nuestras, de nuestra manera de ver el mundo, pero no de lo que la obra ofrece. Por eso, cuando la obra se expone, cuando obras de escuelas y periodos e exponen juntas, todo lo que se descubre en una pantalla de ordenador se derrumba. La obra, a cuya presencia aquí, ante nosotros, no se atiende, se resiste a ser utilizada para que expongamos nuestras limitaciones.   

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