viernes, 12 de junio de 2020
Educación estética
Aunque las recientes reacciones ante determinadas esculturas naturalistas públicas de gran tamaño en diversos países, sobre todo en los Estados Unidos, cubriéndolas de pintura, decapitándolas o derribándolas, incluso echándolas al agua, parecen contradecir lo que contamos, lo cierto es que la creación artística -las imágenes, en general, particularmente naturalistas- nos obligan a detenernos ante ellas; a reflexionar sobre lo que son y qué pretenden, qué esperan de nosotros.Tenemos que mantenernos a cierta distancia, callada, educadamente, para poder observarlas y prestar atención a lo que tienen a bien mostrarnos o contarnos.
Las obras de arte nos enseñan a comportarnos; es decir, nos ayudan a soportar, a portar sobre nuestras espaldas el mundo, aceptándolo, pese a lo que nos pueda causar. El arte nos enseña buenas maneras, a guardar las formas, a respetar lo que nos rodea. Es una lección de buena (adjetivo propio de la moral, que califica nuestras acciones) conducta. La conducción, la conducta es una manera de comportarse, de estar y de intervenir en el mundo. Conducir viene del latín ducere: guiar, orientar. La obra de arte actúa como un modelo que nos permite avanzar sin perdernos, sin perder las formas.
La propia "actitud" de la obra, siempre presente, dispuesta a mostrarse, ya es un modelo de comportamiento. Está en el mundo, ante nosotros, soportando los envites del tiempo, y nuestra propia actitud. Se mantiene incólume, y nos sigue mirando, abriéndonos lo que tiene a "bien" proponernos.
La obra de arte es, por tanto, un ejemplo de cómo estar en el mundo. Ganamos con ella (ejemplo significa ganancia obtenida, un ejemplo nos llena; una conducta ejemplar nos transforma). Su entereza nos contiene. Nos enseña a portarnos "bien", a portar, aceptar lo que nos envuelve, a soportarnos, a entendernos. Aprendemos a estudiarnos, a conocernos y a controlar nuestras reacciones. La obra de arte se muestra como un espejo en el que nos vemos plenamente. Descubrimos cómo somos, cómo estamos, y nos proporciona un modelo de cómo deberíamos estar, si querríamos estar "bien" con nosotros mismos y con el mundo, estar a "buenas".
La obra de arte nos enseña el respeto, a respetarnos; a asumir, sin rabia ni renuncia, a nuestra vida. Del mismo modo que en determinadas circunstancias, en ceremonias, en rituales, debemos "comportarnos" -¡compórtate!, es una orden habitual que los padres lanzan a niños y adolescentes- manteniendo el porte, igualmente, la obra de arte nos cuadra. Nos pone firmes; nos enseña a ser firmes, a mantenerlos erguidos, sin dejarnos ir, abandonarnos. La obra no nos abandona. Nos vigila y nos cuida. Se yergue como un referente ético y estético.
La obra nos reta, sin duda, nos pone a prueba. Quiere saber si seremos capaces de resistir a sus tentaciones. Nos fortifica (el alma y el cuerpo). Nos invita a contenernos para no caer, tropezar, para no perder el camino. La prueba a la que nos somete debe ser superada, porque, si no, la vida deja de tener sentido: se convierte en un obstáculo insuperable que solo causa desesperación, abandono y muerte.
La obra de arte es exigente. Nos exige entereza, aguante y deseos de superación. Nos permite ir más allá de nuestra limitaciones -si la respetamos, si respetamos las reglas del juego, que regulan nuestro estar, nuestra breve estancia en el mundo. Sin obras de arte, permaneceríamos sin rumbo, y nos perderíamos. El arte es una lección permanente de cómo encontrarnos y de cómo estar, el tiempo que estamos.
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El arte es una lección, en efecto, es cultura en el sentido de cultivar, nos cultiva, nos aleja de nuestro salvajismo natural.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Francesc Cornadó
El arte nos permite pensar, en efecto, todo y disfrutando o al menos estando atentos al mundo
EliminarUn cordial saludo