jueves, 11 de junio de 2020

MAN RAY (EMMANUEL RADNITZKY, 1890-1976): MÁSCARAS




 







































La exposición Objetos de deseo. Surrealismo y diseño, 1924-2020 (un título quizá no muy preciso, ya que el diseño implica producción industrial, seriada, mecánica, mientras que los objetos que se incluyen en la muestra son, por el contrario, piezas únicas o numeradas, más cercanas a la artesanía, a la realización manual, y no maquinal), en Caixaforum, de Barcelona, permite ver algunas obras de Man Ray, que no suelen mostrarse.
Entre éstas, algunas fotografías de máscaras.
Si un motivo caracteriza la obra de Man Ray, pintada, escultórica, dibujada, grabada y fotografiada, es, precisamente la máscara: máscaras tribales, adquiridas y coleccionadas, máscaras fabricadas -dibujadas, modeladas-, máscaras mortuorias y rostros convertidos o reducidos, mediante pintura, en máscaras.

Una máscara es un rostro desgajado, a veces literalmente, de una testa: una piel troquelada o un volumen.
La máscara es un doble del rostro. Las máscaras deben portarse; se adaptan al rostro como un guante, con cuyas formas encajan a la perfección. La máscara posee o replica los rasgos de un rostro, salvo los ojos -a veces la boca- convertidos en óculos (agujeros, oquedades) a través de los cuales se transparentan los ojos del portador. Los ojos no pertenecen a la máscara y, sin embargo, se transfieren a ésta. Y la mirada del portador cambia, encuadrada, focalizada y acotada, por los límites del óculo. De este modo, quien ve no es el rostro sino la máscara -que el rostro de otro ser que vive o revive gracias al rostro prestado-, y lo que ve es lo que la máscara ve. Gracias a la máscara, entonces, el portador adquiere el punto de vista de la máscara -del espíritu a quien la máscara invoca y remite. La máscara permite ver el mundo con otros ojos, con ojos ajenos. Ofrece la posibilidad de tener una perspectiva desconocida, inédita del mundo, la perspectiva que los poderes invisibles tienen, la vista con las que nos observan y nos juzgan. Esa mirada "otra", bajo la piel de la máscara, debía de interesar o fascinar a un artista surrealista.

La máscara permite cierto juego -en todos los sentidos de la palabra: se acopla bien al rostro, pero se puede desplazar, retirar. No es una máscara de hierro, una cárcel.

La máscara es y no es la persona. Prosopon en griego, significaba tanto rostro como máscara: una máscara era un rostro visible.  Como solo lo visible existía y era tenido en consideración, una máscara no ocultaba sino que presentaba a una persona: la "personalizaba", permitía saber quién era y que papel "jugaba" en la comunidad. Prosopon, en latín, se tradujo por persona. Mas, persona ya solo significaba máscara. Son las lenguas modernas las que han dotado a la palabra latina persona  del significado de ser humano (de "persona"), en detrimento del significado de máscara. Lo que no es óbice para que persona signifique que somos, a los ojos de los demás, lo que mostramos, cómo nos mostramos, que somos actores en el "gran teatro del mundo", y que en ausencia de máscara, de rostro compuesto, ofrecido a la contemplación mundana, no somos nada.
Juegos de espejos que, posiblemente, Man Ray debía practicar. 



 

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