Foto: Tocho, Museo Picasso, Barcelona, junio de 2020
A veces no somos conscientes de lo que implica contemplar una obra de arte; sin que nos demos cuenta, nuestra mirada, antes de centrarse en la obra, debe discriminar toda una serie de elementos, unidos a la obra, pero que no forman parte de ella; elementos que no deben de ser interpretados: no son susceptibles de aportar "pistas" que ayuden a descifrar la obra, como sí lo hace el título (aunque no forme parte, propiamente, de la obra, así como textos, redactados para la ocasión o no, pero que pueden echar luz sobre lo que la obra significa).
Así, peanas, soportes, clavos, ganchos, cuerdas, cables o varillas sujetadoras, cierres de seguridad, alarmas, vitrinas, focos, marcos, etc., a veces unidos o adheridos a la obra, visibles, no entran a formar parte de lo que debe ser evaluado.
¿Siempre?
Una peana, una vitrina, un marco escogido, tallado o pintado por el artista puede formar parte de la obra, aunque no todo lo que hace un artista sea necesariamente una obra de arte: una receta de cocina escrita por un artista no lo es -aunque tenga un precio (Picasso exigió que le devolviera una factura firmada por él que el receptor iba a "convertir" en una obra de arte)-, un poema sí lo es. En este caso, el contenido, y no la forma de expresar el contenido, determina la condición del escrito y, por tanto, la relación que tenemos que mantener con él.
Bien es cierto, sin embargo, que la mayoría de dibujos de Leonardo de Vinci, que hoy se valoran como obras maestras del arte occidental, fueron, en origen, esquemas o diagramas científicos, que ilustraban textos también científicos o técnicos, y no obras de arte, esquemas cuya belleza no debería ser valorada para valorar el dibujo, ya que éste buscaba ser preciso y clarificador -como cualquier esquema-, y no seductor, atractivo o enigmático -como cualquier dibujo "artístico". Un esquema tiene que ser "ilustrativo" pero no deslumbrarnos.
El museo Picasso expone un marco (de espejo, al parecer) que no enmarca nada, colgado como si fuera una obra (los marcos no se cuelgan vacíos, salvo en tiendas de marcos; si se cuelgan en un museo, es porque poseen un "estatuto" o "condición" artística. En este caso, dicho marco fue pintado por Picasso, en 1902, con motivos alegóricos o míticos: Venus (que se expone a la vista), un toro (¿el Minotauro?) que parece observarla, una estatuilla de la diosa Atenea (exactamente Atenea Niké o Atenea victoriosa) sostenida por un hombre barbudo (¿Ulises?), una figura femenina que vierte agua de un jarrón (¿una divinidad de las aguas, como tantas que existían el Mediterráneo?), ánforas -amén de un peces, un árbol, flores, etc.
Una obra, o un objeto, creo que poco conocido. No recordaba haberlo visto. La redistribución de la colección en un nuevo itinerario ha permitido, sin duda, sacar piezas de las reservas.
¡Qué hay que hacer ante él? ¿Mirarlo -como se miran y se admiran obras de Picasso- o discriminarlo? El marco de madera propiamente dicho ¿es un soporte -como cualquier otro, una tabla -de madera-, por ejemplo- de pinturas -o de una misma composición que comprende varias figuras y motivos-, o es un marco decorado? ¿Obra u objeto decorativo? Las diferencias "ontológicas" -sobre lo que un ente "es"- ¿están en nuestra mirada que discrimina, o forman parte de la "condición de lo que observamos o usamos? Una pintura se observa, un marco se utiliza -según los criterios estéticos definidos en Occidente a partir del siglo XVIII-: ¿qué hacer con este marco: exponerlo como una obra, o mostrarlo como un documento o un útil? La respuesta a esta pregunta, que no es evidente, aunque sea significativa, determina -y condiciona- nuestra relación con la obra o el objeto: se mira y no se toca, o se toca sin prestarle mucha atención.
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