miércoles, 24 de junio de 2020

El día del águila: 24 de Junio, San Juan

Escudo de los Reyes Católicos





El águila es un símbolo de poder en muchas culturas antiguas, tanto Mediterráneas, como en la India y en América del Sur. Se asociaba a los dioses superiores, a los padres de los dioses, que todo lo ven con su mirada acerada y su capacidad de respuesta fulminante, veloz y certera como un rayo, como, por ejemplo, a Zeus.
Mas el poder del águila, no era militar. No era un emblema de fuerza física; como cualquier ave, el águila surcaba el espacio intermedio entre los hombres y los dioses; pero, además, el águila se asociaba, por su capacidad de ascender hasta lo más alto, y de descender en flecha súbitamente hasta remontar el vuelo, al poder inteligible; su pico acerado y su mirada penetrante evocaban la capacidad de penetrar en los misterios, de hallar las razones de las cosas, de morar en el mundo de las ideas sin desdeñar bajar a la tierra para rescatar seres y entes materiales.

El águila elevaba al débil y dejaba caer al poderoso. La "alegoría del águila", del profeta Ezequiel así lo cuenta: "humillo al árbol elevado y elevo al árbol humilde", le dijo Yahvé a Ezequiel, cuando un águila cercenó la copa de los cedros y diseminó las semillas de la vida para que, pese a no alzarse, la vida pudiera extenderse por la tierra -la vid, símbolo crístico.
El encuentro entre el profeta Ezequiel y Yahvé tuvo lugar "el día cinco del cuarto mes del año treinta" "en el país de los Caldeos " (Babilonia). El encuentro entre dios y el profeta estuvo anunciado por una visión: un ser cuatriforme, con cuatro rostros humanos que comprendían rasgos humanos, de león, toro, y águila: los símbolos del poder físico y espiritual, apareció ante Ezequiel.

Este ser híbrido, monstruoso, venido de Asiria, volvió a mostrarse, siglos más tarde a Juan de Patmos en el enigmático texto del Apocalipsis (nombre que significa desvelamiento o revelación, literalmente el apartamiento de lo que oculta): un ser sostenido por innumerables alas, todas cubiertas de ojos, con cuatro rostros, entre los que destacaba la testa del águila, cuatro Vivientes -como los nombra Juan, que, alrededor del trono de Yahvé, al que Juan accede extáticamente en una visión, tras cruzar una puerta en el cielo-, cantaban alabanzas al Uno.

Juan fue asociado a un águila. Esta asociación expresaba la acuidad de la visión de Juan, símbolo de su capacidad por elevarse y entrar en contacto con el mundo de las ideas, de desvelar los misterios, de echar luz sobre lo que vendrá.

Un gran número de signos heráldicos nobles y reales comprenden un águila con las alas desplegadas. El águila no siempre derivaba del águila imperial romana, símbolo de poder; en algunos casos, evocaba, por el contrario, la figura de Juan y su inteligencia o agudeza. Así, la reina Isabel I de Castilla (que el papa Alejandro VI llamó Católica tras sus esponsales con el rey Fernando II de Aragón) sentía una particular devoción por Juan de Patmos y sus visiones apocalípticas de superación de los males, incluyó el águila en su emblema.
Este emblema fue utilizado por el gobierno fascista del General español Francisco Franco -quien no se sabe si pensaría en los césares o en Juan-, por lo que la figura del águila fue eliminada de todos los emblemas y símbolos gubernamentales, como por ejemplo, de la bandera, tras la Constitución de 1977. El águila recibió el despectivo nombre de aguilucho; solemos pensar que se trataba de un denostado símbolo imperial de poder, cuando, en verdad, era un símbolo de agudeza intelectual, de fuerza no física sino mental - ciertamente, un símbolo muy poco apropiado por un gobierno fascista.     
 

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