miércoles, 9 de diciembre de 2009
Eero Saarinen: Shaping the Future (no future)
Las metáforas del pájaro abriendo las alas, y del interior de la ballena preparado para transformar a todos los jonases del mundo enviándolos a un nuevo mundo se han convertido casi en tópicos de la arquitectura aeropuertaria, pero fueron enunciadas por vez primera por Eero Saarinen, a mitad de los años 50, con el proyecto de la terminal de la TWA en el aeropuerto internacional de Nueva York (hoy JFK).
El escasamente visitado Museo de la Ciudad de Nueva York (que forma parte de la Museum Mile, que comprende el Museo Metropolitano de Arte, el Museo Cooper-Hewitt de diseño, el Museo Judio, el Museo Pueblo de arte íberoamericano, la Neue Galerie para el expresionismo alemán, y el Museo Guggenheim) presenta una muestra excelente (con fotografías, documentales, maquetas y mobiliario) dedicada a Saarinen, como forjador de la imagen moderna de los Estados Unidos, en los años cincuenta y sesenta: Eero Saarinen: Shaping the Future.
Saarinen es conocido por los proyectos depurados, casi vacíos, de sedes de grandes empresas multinacionales, de estilo rigurosa, austeramente "moderno" -formas cúbicas recubiertas de muros-cortina con motivos simples extendidos hasta la extenuación-.
Estas poderosas imágenes corporativas (que tuvieron gran ceptación tenían, sin embargo, una finalidad muy distinta. No se trataba de una arquitectura que debía atender solo a requerimientos económicos, funcionales y técnicos, sino también (o incluso sobre todo) a necesidades espirituales. Saarinen quería construir centros que simbolizaran la reunión voluntaria de individuos libres, centros de reunión o comunales, en suma, en los que individuos, sin perder su singularidad, sin abjurar o renunciar a lo que les constituían, conjuntaban libre (y no por imposición de planes quinquenales) sus esfuerzos en pos de un bien o un objetivo común: la mejora espiritual del mundo.
En este sentido, resulta esclarecedor la influencia manifestada por Saarinen de la mezquita de Córdoba que le proporcionó un modelo de espacio vacío dedicado a una comunidad en la que individuos rezaban, vueltos cada uno sobre si mismos pero al unísono, creando grupos de seres quer no dejaban de ser lo que eran (y pone de manifiesto el error de explicar la arquitectura de los siglos XX y XXI desligada de la historia, no necesariamente occidental, de la arquitectura).
Las sedes corporativas no eran, entonces, distintas de las numerosas capillas protestantes que
Saarinen construyó, inspirándose en estos casos de iglesias reformadas del norte de Europa, edificadas bajo un afilado campanario que se constituía como un punto de referencia para toda una comunidad, una invitación al encuentro y el compartir experiencias y meditaciones, a una plegaria conjunta.
La exposición documenta, agudamente, una faceta menos conocida del trabajo de Saarinen: la arquitectura doméstica, caracterizada por interiores compuestos por estancias interconectadas, dotadas de un mobiliario escaso y "moderno" (simple), organizadas alrededor de una amplia sala de estar alrededor de un espacio de encuentro.
Ssarinen empezó a proyectar esas viviendas a finales de la II Guerra Mundial, como respuesta a las necesidades de los soldados heridos física y espiritualmente que retornaban del combate y necesitan ser alojados. Se trataba de ofrecerles un espacio en los que pudieran reposarse y reencontrarse, restablecerse en todos los sentidos de la palabra: unos espacios de acogida, acogedores. El estilo denudado, la escasez franciscana de objetos, las formas nuevas tenían como fin constituir una especie de espacio en blanco que no mirara a un pasado horrísono, en los que no se pudiera recordar nada, afin que la mente, en blanco, pudiera descansar. El estilo moderno, tanto de la arquitectura como del mobiliario (las sillas y las mesas, con un solo soporte central, que rehuían, por tanto, el contacto con la dura tierra, eran y son significativas de este esfuerzo de elevación moral que Saarinen buscaba), rompía intencionadamente con el pasado, porque éste era demasiado doloroso. Antes que casas, lo que Saarinen proyectó eran centros de recogimiento. Lo "moderno" (el estilo moderno) era la manera, la "forma" más eficaz de huir de un mundo en ruinas, de historias personales rotas.
Las tentativas de Saarinen fracasaron. El ser humano no puede obviar el dolor. Entre la austeridad y la frialdad, la discreción y el desinterés, la frontera es tenue.
Pero Saarinen, como un arquitecto medieval que aspiraba a la pureza y la luz, dotó de una extraña intensidad a las formas descarnadas modernas.
Una exposición soberbia.
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