viernes, 25 de abril de 2014

Estatuas mesopotámicas (o ¿eran los sumerios hermafroditas?)



Hoja de uno de los cuadernos de campo de la misión arqueológica norteamericana en el templo mesopotámico de Khafajah, en el valle de Diyala (Iraq), en los años 20 y 30. Oriental Institute, Chicago: http://diyala.uchicago.edu/pls/apex/f?p=100:63:15616813706961::NO:63::

En la estatuaria greco-latina abundan las reconstrucciones, cuando no las invenciones modernas.
Desde el siglo XVI, escultores, algunos tan destacados como Bernini, han restaurado, recompuesto, completado o transformado estatuas halladas fragmentadas. Así, partes de distintas esculturas desaparecidas se han unido hasta constituir el cuerpo completo de una figura. En otras ocasiones, se han cambiado, sin quererlo, atribuciones. Una efigie de Apolo, deteriorada, puede haber sido reconstruida como si fuera otra divinidad. Estos añadidos, o estas composiciones de fragmentos de distintas obras, se han mantenido a veces, ya sea porque fueron llevados a cabo por maestros, o porque son un testimonio de la variable manera de percibir el arte antiguo.
Este tema o este problema no afecta solo a la estatuaria greco-latina.
Ha sorprendido a menudo que las efigies masculinas mesopotámicas, tales como las estatuas de orantes sumerios, presentaran a veces pechos pronunciados. Se han interpretado como imágenes de corazas, o como signos de fuerza.
Por otra parte, también sorprende la menor cantidad de efigies femeninas, pese a que existieron santuarios a cuya divinidad se dedicaban solo estatuas de mujeres -sacerdotisas, oferentes, etc.
El estudio de muchas estatuas ofrece una respuesta.
Las fotos tomadas cuando los descubrimientos, sobre todo en el periodo de entreguerras, en los años veinte y treinta, revela que muchas de las estatuas, que hoy lucen completas en los museos, estaban muy fragmentadas. A menudo carecían de cabeza.
Los restauradores no solo restituyeron las partes que faltaban, sino que reconstituyeron también estatuas a partir de diversos fragmentos. Muy a menudo, dotaron a estatuas acéfalas femeninas de testas varoniles.  Hubo una clara preferencia por dotar a la estatuaria mesopotámica de efigies masculinas, como si la estatuaria femenina fuera de menor importancia, rango o valor.
Las narices prominentes de algunas estatuas responden a determinados rasgos raciales con los que se las quiso dotar, ya sea para desmarcarlas de las figuras griegas, ya sea para acentuar su relación con la tierra prometida. Tenían que tener rasgos "semitas".

En algunos caso, se ha optado recientemente por desmontar "collages" absurdos; pero en muchos otros casos, la integración de partes ha obligado a tallar a éstas para ajustarlas entre si, por lo que es muy difícil devolver el aspecto original de las estatuas fragmentadas, el que presentaban cuando fueron desenterradas. Por fin, en algunos casos, solo un estudio con microcopio puede poner en evidencia los ajustes.
La estatuaria antigua, ya sea clásica o mesopotámica, dice más sobre el gusto moderno que sobre el imaginario de hace miles de años. Revela qué valores se suponía imperaban n la antigüedad -o se quería que hubieran imperado. También revela nuestra manera de ver y organizar el mundo -nuestro mundo. Se trata, así, de una estatuaria que solo puede calificarse de moderna: los restauradores expresaron sus concepciones, involuntariamente, proyectándolas en la estatuaria antigua, montando, remontando y reorganizándola según esquemas que, muy posiblemente, nada tenían que ver con los que se dieron en Grecia o en Mesopotamia.

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