viernes, 30 de marzo de 2018

Gólgota




Los estudiosos no dudan que existió, entre otros muchos profetas apocalípticos que predicaban en Palestina, un profeta llamado Jesús que pretendía la reforma del judaísmo. Aunque el Islam no reconoce la crucifixión y muerte de Jesús, la tradición cristiana afirma que fue prendido, juzgado y ajusticiado por orden romana a fin de contentar a los sacerdotes del Templo, hecho que hoy no se cuestiona, aunque la narración evangélica inserta los posibles hechos históricos en una trama mítica, habitual en la antigüedad, especialmente en Egipto, el Medio Oriente y la India, por ejemplo.

Las representaciones de la crucifixión muestran, al pie de la cruz, una calavera.
Ésta no solo es un signo del destino del crucificado, sino que también designa el lugar donde acontece la acción: el monte del Cráneo o Gólgota -una palabra de origen arameo, pasada al hebreo, que procede de un término, también arameo, que significa rodar (y también cráneo)-, y que alude a la forma redonda o roma del montículo.
Éste no se ha encontrado. No se sabe dónde se ubicaba. La tradicional localización, al pie del Sepulcro, remonta al siglo IV, y une la muerte y la resurrección de Cristo en un mismo emplazamiento.
El cráneo, sin embargo, no es solo un signo que denota el lugar y lo que allí acontece. No se trata de un cráneo cualquiera, sino de la calavera de Adán. Ésta, descubierta tras el diluvio, fue colocada en este preciso lugar por Shem, hijo de Noé, una figura que, según una tradición islámica, fue resucitado por Cristo para que pudiera dar fe del arca de Noé.
La relación entre Adán y Cristo, y entre Adán y el diluvio,  es simbólicamente rica. Cristo muere para rescatar a los hombres, para librarlos del pecado mortal que les afecta desde la primera falta cometida por Adán: la ingesta de una manzana del árbol de la sabiduría cuyo tronco evoca el fuste de la cruz-. En tanto que primer hombre, Adán representa a toda la humanidad. Cristo muere debido a la mortal condición humana, y con su resurrección lavará las faltas de los hombres que podrán, a su vez, resucitar en cuerpo y alma al final de los tiempos. El diluvio, del que Noé y Shem son testigos, y del que son supervivientes, fue un castigo que el Padre de Cristo impuso a los hombres. Tras el diluvio, la tierra fue lavada. Las faltas -y sus causantes, los hombres- desaparecieron. La muerte de Cristo y la sangre que versa es un segundo diluvio, que lava los pecados cometidos por Adán, rescatados una primera vez por Noé y Shem.
Es decir, la crucifixión no tiene sentido si no acontece allí donde Cristo resucita, que es lugar donde Adán fue enterrado, y devuelto a la vida por Shem, con su testimonio sobre el Arca, la nave que salvó, que redimió a los hombres que pudieron salvarse del mal cometido.
Gólgota es la calavera de Adán y es el lugar donde Cristo se convierte en calavera antes de recobrar carne y espíritu, y devuelva a la vida a Adán o los adanes que somos.
 

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