viernes, 2 de abril de 2021

La estaca y la cruz

 ... y de pronto, la sonrisa mutó en una mueca, y la cara amable devino amenazante....

Stauros, en griego, es un elemento básico de la construcción: es un pilotes (o piloti) sobre el que descansa una construcción de madera; los palafitos -existe la creencia, quizá fundada, que las primeras construcciones se levantaron en medio de las marismas que las protegían, ya que impedían acercarse a pie o a caballo, y requerían el uso de barcas, no siempre disponibles que requerían conocimientos en el arte de la navegación y destreza- se apoyan en estacas de madera hundidas en el agua. 

Stauros también significa empalizada: nombra otra construcción básica, un cerca de delimita un lugar propio, y lo defiende, visualizando, simbolizando la propiedad. Las empalizadas ordenan el espacio, y ofrecen cierta intimidad. Detrás de éstas, uno se siente seguro, bien cobijado. Una empalizada no requiere ningún techo para ofrecer protección y, sobre todo, la sensación de estar bien protegido. Una empalizada brinda confianza.

Stauros viene del verbo griego istemi, que significa estar. Stauros no solo evoca la permanencia en un lugar que permite el arraigo, expresa la confianza en un lugar que hacemos nuestros y en el que nos sentimos en confianza para asentarnos y descansar, sino que stauros evoca la posición erguida, símbolo de vitalidad. La posición recta o erecta es un signo de fuerza; se opone a la retirada, a la debilidad, al deseo de esconderse, a propios de la pérdida de confianza en la capacidad de un lugar de acogernos y protegernos, un lugar del que debemos partir o huir. Istemi significa, con más precisión, estar recto, de pie. Designa la posición vertical, signo de enraizamiento: no nos doblamos, no nos rendimos. Mantenemos la cabeza bien alta, casi desafiante.

Pero solo cabe un recurso para estar siempre de pie, sin sentir cansancio o debilidad, sin encogerse y caer: un apoyo vertical sobre el que descansar. Un apoyo que nos apoya, que nos da apoyo, que nos cuida y nos ayuda, en el que confiamos, al que nos aferramos para no caer.

Mas, la mejor manera de no dar un paso atrás y de no ceder ni un palmo de terreno, es estar íntimamente unido al apoyo: formar cuerpo con él. Un apoyo, como un tronco o un pilar hincado en la tierra, que no se puede arrancar y derribar, y del que no nos despegaremos.

 Es en este momento, cuando la estaca adquiere rasgos inquietantes. La íntima unión del cuerpo y la vara se produce con el empalamiento. La estaca se convierte en un instrumento de tortura (que es lo que stauros también significa, a partir de cierto momento). Nos mantiene erguidos, sin duda, clavados en un mismo lugar, que, de un hogar propio, se convierte en nuestra tumba.

En latín, stauros se tradujo por crux: primeramente un pilón de tortura, al que se le añadió un travesaño, el travesaño de la cruz, la cruz levantada que simboliza la Pascua cristiana.

De la construcción segura, del hogar, del estar -en confianza-, hemos pasado al suplicio -de no poder descansar, de no poder abandonarnos. La rectitud implacable de la estaca no concede signo de debilidad alguna. De portarnos se convierte en lo que cargamos, la cruz a cuestas. El carácter inflexible, insensible a las debilidades humanas, el carácter inhumano de la estaca se acaba transformando en lo que nos mata. ¿Queríamos aferrarnos a un lugar? Pues lo lograremos o lo hemos logrado -a costa de nuestra vida.     

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