martes, 26 de noviembre de 2019

Jonathan

Jonathan, un joven empleado, rápido,amable y atento, en Tendergreens, una reciente cadena de comida rápida californiana en uno de sus locales en el sur del estado.
Habla español -su primera lengua - e inglés. Mezcla a veces ambos idiomas.
Hijo de mexicanos.
No pudo acabar estudios de bachillerato debido al coste de varias decenas de miles de dólares. Podía optar a una beca; hubiera tenido que ir devolviendo el préstamo si hubiera ganado suficientemente.
Ha tenido que ponerse a trabajar todo el día, en turno de noche, para ayudar a sus padres.
Gana 1400 dólares al mes, en el mejor de los casos, y trabaja casi cada día. No tiene seguro médico ni jubilación. Es imposible vivir con este sueldo en la alta California.
No se queja. Da las gracias por tener trabajo, por no haber caído en las drogas: Tijuana está a pocos minutos.
Dice que quizá en el futuro esté mejor, pero que no cabe preguntarse por aquél; la preocupación por el presente es suficiente. Solo cuenta el día a día.
La vida es dura, California está fuera de su alcance. Y sin embargo no se puede quejar, sostiene. No está mal. Tiene un trabajo. Quiere mirar adelante.
Ninguna amargura. Y ninguna ilusión fantasiosa.

domingo, 24 de noviembre de 2019

La cubrición de los yacimientos arqueológicos (arquitectura y arqueología)


Texto de la ponencia de quince minutos de duración leída por Tiziano Schürch en el congreso anual de la American School of Oriental Research (ASOR) el viernes pasado en San Diego (EEUU) 


IN SEARCH OF LOST SPACE:

UNDER THE PROTECTION OF RUINS
New paradigms on protective shelters in the Middle East

Pedro Azara & Tiziano Schürch (UPC-ETSAB, Barcelona)


This paper is a summery of the research project for exhibition we are preparing, which deals with architectonical interventions in archaeological sites.

Introduction

This presentation deals with an issue that is becoming increasingly common in architecture and archaeology: how to relate to the architecture of the past. How to build on territories which have been built on for hundreds or thousands of years, in order to protect, to study and to make accessible archaeological finds for scholars and tourists.
More specifically, we shall discuss the different paradigms behind the construction of protective shelters as a very specific kind of architectonical intervention in which the relation between archaeology and architecture, past and present, archaeological finds and new buildings, is particularly delicate. We shall deal with structures that beside their conservative function enable people to visit the architectural remains and help to interpret them. These interventions must be reversible and, if the excavations are still taking place, they should be located in a way that they do not interfere with the digs or the understanding of the site. Such projects range from an always partial or temporary protection, undertaken soon after a discovery, to large structures thought to protect and make accessible the excavation for the next generations.

Protective shelters on archaeological sites are a field in great expansion. Different disciplines, priorities and sensibilities toward the past and its interaction with the present have to interweave in order to formulate the best answer to the task. Archaeologists, architects, artists, engineers, historians, anthropologists, etc., have to establish a dialogue. Different approaches are possible as the great number and the variety of examples all-over the world show. Unfortunately, despite the large number of archaeological excavations, only very few examples can be found in the Middle East.

The aim of this paper is to outline a possible starting point for the development of a new paradigm on protective shelters in the Middle East. The attempt is not to understand how they should be built, but to understand what should be considered in their designing process.

The very specific conditions of archaeological sites in the Middle East (especially in Iraq and partly in Syria), urges the need for the construction of protective shelters. Without any conservative intervention, excavated built structures last for only a few years. Ancient structures such as walls (mostly built with sun-dried bricks with very few terracotta bricks) collapse due to the rain, erosion caused by the wind and dust, and phreatic waters.

La destrucción del arte en la antigüedad

Espadas torcidas, quebradas, plegadas, oxidadas, ennegrecidas: este tipo de objeto dañado es común en los museos de arqueología.
El mal estado del objeto no es debido al paso del tiempo, una excavación errónea o una mala conservación de la pieza. Por el contrario, ésta se halla en las mismas condiciones en las que se depositó en una tumba. La espada o la lanza fue intencionadamente dañada en el momento de su entrega a la tierra junto con el difunto.
¿A qué responde este daño?
Un objeto voluntariamente mutilado, al que se le ha "matado", es un objeto inicialmente vivo, cuya vida debe ser expurgada, que debe pagar con su vida un daño causado.
Una ponencia en el congreso de la American School of Oriental Research (ASOR), ayer, en San Diego, de Josephine Verduci, de la Universidad de Melbourne ("Death an Intentional Destruction in the ancient Near East") enunció alguna explicación -a falta de textos antiguos que corroboren estas prácticas en sociedades a veces iletradas.

La aniquilación del arma obedece a una razón mágica. Se trata del arma de un enemigo. Éste ha sido neutralizado. Pero el peligro sigue presente si su espada no ha perdido su poder. Doblarla equivale a doblegar su fuerza. Un arma quebrada ya no es efectiva. Al mismo tiempo, debido a la estrecha relación entre el portador del arma y ésta, matar el alma ayuda a rematar al vencido.

Pero esta práctica no afecta solo a enemigos. También se practica con los seres queridos. Su muerte siempre es consecuencia de alguna falta contra los dioses. Éstos, vengativos, deciden sobre la muerte de un ser próximo. La causa de la falta no es conocida. Ésta no ha sido intencionada. Pero los dioses se han sentido lesionados por algún gesto, alguna falta.  La muerte no afecta solo a quien fallece sino que se extiende a toda la familia. Es necesario, pues, purificarla, lavarla de cualquier residuo de falta que pudiera acarrear más muertes. Toda vez que las armas representan a los difuntos, éstas deben ser quemadas para eliminar su fuerza, su viveza e impedir que siga haciendo daño.

Hasta ahora, dichas prácticas destructivas parecen denotar un juicio negativo sobre el difunto. No siempre es así. El daño practicado sobre un arma puede traducir el daño, el dolor que se siente ante un fallecimiento. Ésta causa un daño en las familias. Al dañar el  alma  manifiestan simbólicamente la pena que embarga a los vivos. La mutilación del alma sustituye -y evita- la mutilación del cuerpo. Los vivos no solo gritan, lloran y se arrancan los pelos, sino que se infligen  daños corporales: se practican cortes, se tallan los brazos, se mutilan. Estos daños físicos sobre el cuerpo se sustituyen por daños sobre las armas. Éstas, relacionadas con el difunto, ya no cobrarán vida. Ya no podrán consolar, proteger, acompañar a las familias. Su pérdida, causada por el destrucción intencionada, acentúa el desconsuelo de la familia que llora una doble pérdida. El daño es aún mayor.

Estas prácticas, comunes en todas las culturas, antiguas y modernas, revelan la concepción animista de los objetos que nacen y mueren, el valor que les concedemos y la importancia que tienen en nuestras vidas: nos la salvan o nos la arruinan. Son una prolongación nuestra. Nos representan, nos sustituyen. Son (como) nosotros.

viernes, 22 de noviembre de 2019

GEORGE COPELAND AULT (1891-1948): LA CIUDAD INFERNAL

























Aunque los cuadros de paisajes descomunales, "sublimes", del siglo XIX, y la pintura del Expresionismo Abstracto, sean considerados emblemas del arte pictórico -o del arte, en general- norteamericano, quizá sean los pintores del primer tercio del siglo XX, marcados por la Gran Depresión de 1929, dedicados a vistas urbanas, a la geometría de las construcciones, al vacío de las calles gélidas y a la desmesura de los rascacielos, pintados con la dedicación de un pintor flamenco -con un estilo calificado de Preciosista-, los que realmente han determinado las características del arte norteamericano.

Georges Copeland Ault fue no solo uno de los pintores urbanos más notables, sino que sus vistas nocturnas, con calles o edificios fugaz y violentamente iluminados por misteriosas fuentes de luz, quizá los faros de un coche que aún no se distingue, constituyen su aportación más característica.
Al contrario que otros pintores de ciudades y rascacielos, Ault detestaba la ciudad norteamericana, aplastada por el humo de las industrias y cielos cargados de pesadas nubes, a la que calificaba de infernal. Los rascacielos no eran emblemas de modernidad sino signos de decadencia, emblemas del mal que rondaba la noche.
Ault murió en la pobreza. Apenas vendía.

El Museo de Arte de San Diego conserva uno de sus mejores obras.

Poco conocido fuera de los Estados Unidos, su pintura, sin embargo, ha definido un imaginario urbano, de ciudades vacías y amenazantes, sumidas en las tinieblas.

CHARLES IVES (1874-1954): CENTRAL PARK IN THE DARK (1906)



Sobre este compositor norteamericano de música "clásica" y de jazz, olvidado en vida y hoy considerado como el mejor compositor norteamericano del siglo XX, véase el siguiente enlace.


ROBERT REDFORD (1936): CATHEDRALS OF CULTURE: THE SALK INSTITUTE, LA JOLLA (FRAGMENTO, 2014)



Fragmento de un largo documental de Win Wenders y Robert Redford, entre otros, sobre seis edificios escogidos por los distintos cineastas.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Arquitectura y magia: decoración arquitectónica sumeria




El congreso anual de la American School of Oriental Research (ASOR) ha empezado en San Diego (California, EEUU).

Tina L. Greenfield (Universidad de Saskatchevan -Canadá) ha presentado unos datos para mí desconocidos. El Museo Británico ha reemprendido desde hace dos años excavaciones en el yacimiento sumerio de Girsu (hoy Tello), en el sur de Iraq.

Inicialmente excavado por una misión francesa a principios del siglo XX, el yacimiento había quedado casi totalmente devastado, no por guerras o la incuria, sino por la incapacidad de los primeros arqueólogos, desconocedores aun de la arquitectura de adobe, en reconocer estructuras arquitectónicas -que no les presentaban un particular interés, oda vez que andaban en busca de obras  de arte dignas de un museo- enterradas en una materia (el barro) idéntica a la que constituía la arquitectura (adobe).

Las nuevas excavaciones, sin embargo, han logrado hallar quince conos de terracota in situ, aún insertados en los muros de un santuario dedicado al dios Ningirsu (dios tutelar de la ciudad de Girsu).

Este tipo de objetos, muy comunes, sin valor material, ya eran conocidos. Son conos hincados en los muros que contienen información sobre a quien pertenece la obra, quien la encarga y porqué. Son documentos administrativos, títulos de propiedad. Al estar cocidos, dichos documentos son casi imperecederos.

La distribución, en apariencia casual, de los conos por todo el muro, sin embargo, revela que cumplían una segunda función. Amén de ser documentos administrativos eran sin duda amuletos. Funcionales, decorativos y mágicos, su distribución sigue el dibujo de una constelación, quizá la que imperaba cuando el templo se fundó, una constelación relacionada con la divinidad a la que el templo estaba dedicado.