domingo, 23 de marzo de 2025

Perspectiva

“ Desde aquí tendrá una buena perspectiva.”

“Tengo en perspectiva un largo viaje.”

“Observe con atención la perspectiva de este dibujo renacentista”; “obsérvelo con perspectiva”.

Tres frases que recurren a una misma palabra, con matices distintos. La primera perspectiva es sinónimo de vista o de panorama; la segunda equivale a proyecto, mientras que la tercera se refiere a una técnica compositiva.

En los tres casos, sin embargo, la perspectiva se relaciona con la imagen: una imagen real, perceptible, una imagen mental o “imaginativa”, y una imagen en ciernes, en construcción.

Pero ¿qué es la perspectiva? 

Perspicio, en latín, es un verbo que dibuja una progresiva gradación en el acto de mirar y en lo que se ve.

Perspicio -un verbo compuesto por spicio, cuyo pasado spectus resuena en nuestro moderno espectáculo, que designa algo digno de verse- significa, en primer lugar, ver, con un matiz: un acto que descubre algo no visto. Una vista que desvela lo que hasta entonces permanecía oculto o era desconocido. Perspicio implica abrir los ojos a lo nunca visto. Esta amplitud de miras que conlleva la perspicacia permite ver más lejos (de lo habitual); exige tener una buena vista, mucha vista.

Se trata de una mirada atenta, que presta atención a los detalles, que podrían pasar desapercibidos ante unos ojos menos agudos. La mirada no es distraída, sino que se fuerza la vista; una mirada esforzada, que busca descubrir lo que a primera vista no se distingue.

Esta mirada, sin embargo, no solo espía. Es fruto de una tensión, sin duda, para no perder detalle de lo que acontece a lo lejos; pero es también una mirada que cuida los detalles, y la atención requerida envuelve y protege. La mirada inspira confianza. Una mirada que vela, que expresa los desvelos hacia lo que despierta interés. No podemos dormirnos como si la vista dejara de atraernos, como si ya no sintiéramos nada hacia lo que se desvela.

Esta mirada no solo ve. Ve tanto, tan lejos, que ve lo que está en ciernes, lo que aún no existe, lo que aún  no se ha manifestado. Se trata de una mirada previsora, que prevé o intuye lo que acontecerá sin falta: una mirada creadora.

La perspectiva es una mirada que funda el mundo. No contempla el mundo dispuesto ante ella, sino que lo dispone. El pintor, el fotógrafo y el arquitecto son los creadores dotados de una mirada especial que ordena el mundo, que ordena que se presente, se muestre, que no se retraiga ni se esconde. Un mundo que se despliega ante la vista de quien le da sentido.

La perspectiva no es solo un sistema compositivo o constructivo que da fe de la existencia del mundo, y lo reproduce, sino que lo instituye. Sin el ojo del creador,  el mundo seguiría siendo un caos.

Quizá hoy hayamos perdido de vista el mundo.

 

GEORGES CHARENSOL (1899-1995): LE CORBUSIER, ENTRETIENS (1951-1962 / LE CORBUSIER, ENTREVISTAS)






 

La voz cascada del oráculo inquietante 

sábado, 22 de marzo de 2025

Conspiración y mentira

 “El más adecuado terreno, el que se encuentra más sujeto a error e impostura, es el discurrir sobre las cosas desconocidas pues en primer lugar, la singularidad misma del asunto hace que las concedamos crédito, y luego, como esas cosas no forman la materia corriente de nuestra reflexión, nos quitan el medio de combatirlas. Por eso dice Platón que es mucho más fácil cautivar a un auditorio cuando se le habla de la naturaleza de los dioses que cuando se trata de la naturaleza de los hombres; la ignorancia de los oyentes procura libertad grande al ocuparse de una cuestión oculta. De aquí se sigue que nada se cree con mayor firmeza que aquello que se conoce menos.”

(Míchel de Montaigne: Ensayos, I, xxxi: “ De la conveniencia de juzgar sobriamente de las cosas divinas”)

Podríamos o deberíamos reproducir casi todos los capítulos de los Ensayos. Y recapacitar -sobre nuestro tiempo.

Caníbales

El ensayista francés Míchel de Montaigne escribió, en la primera mitad del siglo XVI, sobre los pueblos de la “India” con los que los europeos habían entrado en contacto y en conflicto unos pocos decenios antes. Considerados unos salvajes, paganos y sanguinarios, se les sometió, esclavizó  y cristianizó.

Montaigne no dudaba del carácter sanguinario de los sacrificios humanos practicados a gran escala por algunas culturas como los aztecas cuyas víctimas eran prisioneros de guerra -guerras que se declaraban precisamente para disponer de víctimas sacrificiales.

Mas, 

“no dejo de reconocer la barbarie y el horror que supone el comerse al enemigo, mas sí me sorprende que comprendamos y veamos sus faltas y seamos ciegos para reconocer las nuestras. Creo que es más bárbaro comerse a un hombre vivo que comérselo muerto; desgarrar por medio de suplicios y tormentos un cuerpo todavía lleno de vida, asarlo lentamente, y echarlo luego a los perros o a los cerdos; esto, no sólo lo hemos leído, sino que lo hemos visto recientemente, y no es que se tratara de antiguos enemigos, sino de vecinos y conciudadanos, con la agravante circunstancia de que para la comisión de tal horror sirvieron de pretexto la piedad y la religión. Esto es más bárbaro que asar el cuerpo de un hombre y comérselo, después de muerto.”

(Míchel de Montaigne: Ensayos, I, xxx: “Los caníbales”).

Montaigne supo ver la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. 

Quizá podríamos leerlo o volver a leerlo. Un bálsamo contra la furia y el fanatismo.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Incertidumbre

 Incertidumbre: una palabra o un concepto que se conjuga hoy en múltiples ocasiones y contextos. Esta palabra ha llegado incluso a la arquitectura, un arte, en principio, que requiere fundamentos y cimientos, y se erigir como un emblema de solidez y permanencia.

Mas, ¿qué implica este palabra, qué imágenes desvela?

Cierto -certus, en latín- es un adjetivo con tres significados relacionados. Certus significa resuelto, decidido. Se refiere a la actitud de quien sabe lo que tiene que hacer y toma su destino en mano. Nada le apartará de lo que está convencido es su misión. Esta confianza en uno mismo podría bordear la obcecación, una actitud lejos de la amplitud de miras necesaria para abordar un trabajo que requiere concentración y discernimiento. Pero certus también implica estar seguro de lo que uno dice y hace. Y, además, todo lo que se emprende debe ser preciso: precisión de los gestos y los términos, libres de añadidos innecesarios que emborronan lo que se persigue. La franqueza, y la claridad, la clarividencia igualmente son requisitos imprescindibles para lograr los propósitos que uno quiere alcanzar, estando seguro, confiado en lograrlo.

Certus se relaciona con el verbo latino cernere (de ahí, discernir). Este verbo significa separar, cribar y tamizar. Designa la acción que permite separar el grano de la paja (en sentido directo y metafórico: abandonar lo que emborrona para dejar solo lo que brilla, lo puro y limpio). Cernere designa pues la acción de conocer y reconocer tanto sensiblemente, de un golpe de vista certero, como inteligentemente, tras mesurada, meditada reflexión. En cualquier caso, se trata de una acción que persigue la claridad; busca echar luz sobre un problema necesariamente oscuro, que impide englobar con la vista las soluciones a un misterio.

Esta capacidad de hallar un camino en medio de la maleza proviene de un término griego anterior: el verbo krinein, que ha dado las palabras crisis y crítica. La incertidumbre se asocia a la crisis: periodos durante los cuales se tambalean los postulados fundados y se nublan las vistas. Pero crisis, en griego, designa no una situación sino una actitud: la de quien se enfrenta a un problema y lo estudia, delimitando su alcance: criticar es separar; realizar un corte para extraer un problema a fin de analizarlo sin el ruido circundante. Es así como, pudiendo centrarse el crítico en lo que persigue, logra entender, descifrar y resolver el problema. 

La incertidumbre es lo opuesto de la certeza. Ésta se asocia a la claridad y a la delimitación, a la caracterización, que permite proceder de manera segura. La incertidumbre pone en crisis la seguridad que acarrea la certeza.

 Pero la propia incertidumbre conlleva la propia resolución del problema, porque invita a un esfuerzo de concentración, de contención y de reflexión para poder lograr ver en medio de la oscuridad. La certeza, por el contrario, conlleva cierto abandono. Uno se confía. Y acaba errando.

La incertidumbre es el motor de la investigación. Porque no se ve se busca como ver. Como los límites se desdibujan, se tantean aproximaciones hasta dar con un bus que lleva a una solución, a una resolución. Con certezas no se avanza. El apoltronamiento y el desinterés son fruto de un exceso de confianza. La certeza impide pensar

Bienvenido el replanteo al que obligan los tiempos inciertos. La vida es andar a tientas. La luz a menudo ciega.

domingo, 16 de marzo de 2025

Sapere aude

 “ Que el maestro no se limite a preguntar al discípulo las palabras de la lección, sino más bien el sentido y la sustancia; que informe del provecho que ha sacado, no por la memoria del alumno, sino por su conducta. Conviene que lo aprendido por el niño lo explique éste de cien maneras diferentes y que lo acomode otros tantos casos para que de este modo pueda verse si recibió bien la enseñanza y la hizo suya, juzgando de sus adelantos según el método pedagógico seguido por Sócrates en los diálogos de Platón. Es signo de crudeza e indigestión el arrojar la carne tal como se ha comido; el estómago no hizo su operación si no transforma la sustancia y la forma de lo que se le diera para nutrirlo. Nuestra alma no se mueve sino por extraña voluntad, y está fijada y constreñida, como la tenemos acostumbrada a las ideas ajenas; es sierva y cautiva bajo la autoridad de su lección: tanto se nos ha subjugado que se nos ha dejado sin libertad ni desenvoltura.


Debe el maestro acostumbrar al discípulo a pasar por el tamiz todas las ideas que le trasmita y hacer de modo que su cabeza no dé albergue a nada por la simple autoridad y crédito.


Quien sigue a otro no sigue a nadie, nada encuentra, y hasta podría decirse que nada busca: que sepa darse razón a menos de lo que sabe. Es preciso que se impregne del espíritu de los filósofos; no basta con que aprenda los preceptos de los mismos; puede olvidarse si quiere cuál fue la fuente de su enseñanza pero a condición de sabérsela apropiar. La verdad y la razón son patrimonio de todos, y ambas pertenecen por igual al que habló antes que al que habla después. Tanto monta decir según el parecer de Platón que según el mío, pues los dos vemos y entendemos del mismo modo. Las abejas extraen el jugo de diversas flores y luego elaboran la miel, que es producto suyo, y no tomillo ni mejorana: así las nociones tomadas a otro, las transformará y modificará para con ellas ejecutar una obra que le pertenezca, formando de este modo su saber y su discernimiento. Todo el estudio y todo el trabajo no deben ir encaminados a distinta mira que a su formación.


El fruto de nuestro trabajo debe consistir en transformar al alumno en mejor y más prudente. Decía Epicarmes que el entendimiento que ve y escucha es el que de todo aprovecha, dispone de todo, obra, domina y reina; todo lo demás no son sino cosas ciegas, sordas y sin alma. Voluntariamente convertimos el entendimiento en cobarde y servil por no dejarle la libertad que le pertenece.

¿Quién preguntó jamás a su discípulo la opinión que formar de la retórica y la gramática, ni de tal o cual sentencia de Cicerón? Son introducidas las ideas en nuestra memoria con la fuerza de una flecha penetrante, como oráculos en que las letras y las sílabas constituyen la sustancia de la cosa. Saber de memoria, no es saber, es sólo retener lo que se ha dado en guarda a la memoria. De aquello que se conoce rectamente se dispone en todo momento sin mirar el patrón o modelo, sin volver la vista hacia el libro. Pobre capacidad la que se saca únicamente de los libros. Transijo con que sirva de ornamento, nunca de fundamento, y ya Platón decía que la firmeza, la fe y la sinceridad constituyen la verdadera filosofía; las ciencias cuya misión es otra, y cuyo fin es distinto, no son mas que puro artificio.


Es el comercio de los hombres maravillosamente adecuado al desarrollo del entendimiento, igualmente que la visita a países extranjeros, no para aprender solamente, como hace la nobleza francesa, los pasos que mide Santa Rotonda o la riqueza de los pantalones de la señora Livia; otros nos refieren cómo la cara de Nerón, conservada en alguna vieja ruina, es más larga o más ancha que la de otra medalla de la misma época. Todas éstas son cosas bien baladíes; se debe viajar para conocer el espíritu de los países que se recorren y sus costumbres y para frotar y limar nuestro cerebro con el de los demás. Yo quisiera que los viajes empezaran desde la infancia, y en primer término, para matar así de un tiro dos pájaros, por las naciones vecinas, en donde la lengua difiera más de la nuestra. Es indispensable conocer las lenguas vivas desde muy niño, de lo contrario, los idiomas no se pliegan luego a la pronunciación.


La frecuentación del mundo y el trato de los hombres procuran clarividencia de juicio; vivimos como encerrados en nosotros mismos; nuestra vista no alcanza más allá de nuestras narices. Preguntado Sócrates por su patria, no respondió soy de Atenas, sino soy del mundo. Como tenía la imaginación amplia y comprensiva, abrazaba el universo cual su natal, extendiendo su conocimiento, sociedad y afecciones a todo el género humano, no como nosotros que sólo extendemos la mirada a lo que cae bajo nuestro dominio


Considerando nuestras guerras intestinas, ¿quién no juzga que el mundo se derrumba y que tenemos encima el día del juicio final? Al abrigar tal creencia no se para mientes en que mayores males han acontecido, ni tampoco que en las diez mil partes del universo las cosas no van mal en igual momento. 

Este mundo dilatado, que algunos multiplican todavía como las especies dentro de su género, es el espeje en que para conocernos fielmente debemos contemplar nuestra imagen. En conclusión, mi deseo es que el universo entero sea el libro de nuestro escolar. Tal diversidad de caracteres, sectas, juicios, opiniones, costumbres y leyes, enséñanos a juzgar rectamente de los nuestros peculiares, y encamina nuestro criterio al reconocimiento de su imperfección y de su natural debilidad; este aprendizaje reviste la mayor importancia, tantos cambios surgidos, así en el Estado como en la pública fortuna, nos enseñan a no admirarnos de la nuestra; tantos nombres, tantas victorias y conquistas, éstas y aquéllos enterrados en el olvido, hacen ridícula la esperanza de eternizar nuestro nombre por el mérito de habernos apoderado de diez mezquinos soldados y de un gallinero, cuya existencia salió a luz por la nueva de nuestra acción; la vanidad y el orgullo de tantas extrañas pompas, la majestad inflada de tantas cortes y grandezas nos afirma y asegura en la consideración de la nuestra, haciendo que la juzguemos atinadamente, con ojos serenos; tantos millares de hombres que vivieron antes que nosotros fortifícannos y nos ayudan a no temer el ir a encontrar al otro mundo tan excelente compañía. Nuestra vida, decía Pitágoras, se asemeja a la grande y populosa asamblea de los juegos olímpicos; unos ejercitan su cuerpo para alcanzar renombre en los juegos; otros en el comercio para lograr ganancia, y otros hay, que no son ciertamente los más insignificantes, cuyos fines consisten sólo en investigar la razón de las cosas y en ser pacíficos espectadores de la vida de los demás hombres para ordenar y juzgar la suya propia.


ALGUNAS CITAS EN EL TEXTO

“Che non men che saver, dubbiar m'aggrata”

No solo saber, sino que dudar me gusta

(DANTE: “El infierno”, La comedia, I, xi, 93)


“Sapere aude,
incipe: vivendi recto qui prorogat horam
rusticus espectat dum defluat amnis; at ille
labitur, et labetur in omne volubilis aevum”

Determinate a ser virtuoso, empieza; diferir la mejora de la propia conducta, es imitar la simplicidad del viajero que, encontrando un río en su camino, aguarda que el agua haya pasado; el río corre y correrá eternamente. 

(HORACIO, Epíst., II, 1, 40.)


Nota: este célebre cita fue interpretada por El filósofo ilustrado Emanuel Kant en el siglo XVIII:  ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! He aquí el lema de la Ilustración.”


(MICHEL DE MONTAIGNE: “Sobre la educación infantil”, Ensayos, I , 25)


Esas célebres consideraciones de Míchel de Montaigne sobre la educación infantil y juvenil  no cayeron en saco roto. De hecho, son de común aplicación en los nuevos métodos de enseñanza basados en los llamados casos de estudio, que conceden más importancia a la experimentación que a la repetición memorística, sea este método considerado un bien o un mal.

Comunes, si, hoy. Pero fueron escritas hace más de quinientos veinte años -y las citas clásicas a las que recurre Montaigne tienen algunas dos mil quinientos años de antigüedad.

Fueron escritas cuando las guerras de religión entre católicos y protestantes asolaban Europa, y cuando la conquista de América conllevó el sometimiento de poblaciones consideradas bárbaras porque pensaban y creían de manera distinta, en distintos dioses, a la y los de los conquistadores.

Las reflexiones de Montaigne sobre la educación pronto se aplicaron.

Fue una sobrina suya, Jeanne de Lestonnac, que vivía, al igual que su tío, en la ciudad de Burdeos, las que las implementó.

Quedó viuda con siete hijos -cinco sobrevivieron- que educar. Después que hubieran abandonado el hogar, arruinada, entró en las órdenes, que pronto abandonó. El régimen conventual era estéril y durísimo.

Decidió crear su propia orden, con una única finalidad: la educación infantil y juvenil femenina, que aplicaría las enseñanzas de su tío -opuesto a la obcecación de las religiones, y a los edictos impuestos a sangre y fuego, dictados por la fe ciega (como si fueran incuestionables) y no por la razón-, junto con las del luteranismo y de Ignacio de Loyola -los jesuitas fueron uno de sus modelos: unas enseñanzas muy distintas de los preceptos morales de la Inquisición (iniciada en el Sacro Imperio Germánico).

Consideraba que la falta de educación femenina era una de las asignaturas por resolver.

Las clases, organizadas por edades, enseñaban a leer, escribir y sumar. Las estudiantes eran internas y externas. 

Pronto, sus métodos se expandieron, por las colonias americanas, y por Europa. 

El primer centro educativo fuera del reino de Francia, se ubicó en la ciudad Barcelona a principios del siglo XVII, tras la aprobación por el consejo que regía la ciudad: un centro de estudios en la calle denominada aún hoy calle de la Enseñanza. 

Los tiempos eran aún más duros que en la época en que Montaigne vivió. La llamada Guerra de los Treinta Años, una Guerra de religión entre católicos y protestantes, entre Francia y el Sacro Imperio Germánico -que incluía el reino de España- arrasó a Europa, con una particular violencia en el antiguo Reino de Aragón que llegaría a ponerse bajo el cobijo del rey de Francia, para evitar a los mercenarios germánicos, cuyos desmanes, asolando tierras de cultivo, suscitaron la revuelta de los campesinos (los segadors, en catalán).

El colegio se mantuvo hasta mediados del XIX. Su degradada condición conllevó su derribo, pero no la suspensión de los estudios para mujeres que siguieron hasta hoy. 

Nuestra educación es deudora de Erasmo, Montaigne y Jeanne de Lestonnac -y de los pensadores greco-latinos, en último término.

No veremos si de aquí a quinientos años se canten las virtudes de los jerarcas del Valle de Silicon. 


Para E.R. educada en el Colegio de Lestonnac