viernes, 14 de febrero de 2014

Reeducación





Mientras acontecía la presentación de una parte de los festejos del Tricentenario del asedio y toma de Barcelona en 1714, ayer, un grupo de artistas, editores y libreros, liderados por David Bestué, presentaban, en la nueva y excelente librería barcelonesa La Caníbal (Calle Nápols 314), el último número de una revista monográfica, titulada La Línea sin fin (la imagen son desagües de aguas negras que vierten al mar) dedicada a mostrar aspectos poco conocidos (tanto para quienes vivieron esos años cuanto para la generación postolímpica), u olvidados, pero significativos, de la historia reciente de Cataluña.
El número cuarto de la revista, con una cubierta fuccia, que recuerda el color de las chaquetas con hombreras de los miembros de Duran duran, por ejemplo, bucea en los años ochenta hasta los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, los llamados años de pujolismo. Menciona un hecho sorprendente que cabría recordar  incluso más detalladamente.
Pese a las zancadillas que el gobierno autónomo convergente ponía al gobierno municipal socialista a fin de hacer descarillar el proyecto olímpico, el diseñador Mariscal había ganado el concurso para la mascota olímpico. Muchos sectores estaban disgustados: la derecha, porque Mariscal, que era valenciano, había formado parte de la contracultura barcelonesa de los años setenta, y consideraba que la mascota era cubista, fea y poco adecuada a un espíritu clásico, mesurado y noucentista; la izquierda, por su parte, consideraba que Mariscal se había vendido al capitalismo, y que la mascota no era sino una versión edulcorada de dibujos anteriores más aguerridos o sarcásticos. Supongo que ambos tenían razón.
El encargo era jugoso. Los honorarios, los derechos y la venta masiva de aplicaciones de la imagen a toda clase de productos podía generar grandes beneficios para el diseñador y las empresas que manufacturarían los recuerdos.
Una noche de fiesta privada en Valencia, al parecer, el diseñador dijo lo que pensaba sobre el gobierno catalán y quienes le apoyaban. Un amigo suyo, periodista, publicó en un diario valenciano sus palabras pronunciadas en una conversación de bar.
La indignación, bien orquestada por el gobierno, fue monumental. E iba en aumento. Colectivos nada afines al gobierno también se distanciaron del diseñador.Peligraba el encargo: seconsideraba que no era un diseñador sino un representante del pueblo. Tenía que encarnar las esencias patrias.
Finalmente, ante el cariz que tomaban las noticias, y las amenazas reales de rescisión del contrato, en un noticiario televisivo, al mediodía, en hora de máxima audiencia, contra un fondo plano, enfocado de medio cuerpo para arriba, como un condenado, el diseñador, entre sollozos, la mirada perdida, se desdijo y pidió perdón. Los años de la contracultura volvieron por un momento: la escena recordaba las imágenes de las denuncias públicas maoístas.
Y así fue como Barcelona entró definitivamente en la modernidad, que las plazas duras, las rondas y la quiebra de la Banca Catalana no había logrado.  

7 comentarios:

  1. Perdóneme usted, pero todo el post pierde absolutamente su valor por la referencia a las purgas maoístas a no ser que se refiera de manera simpática a los muchachos de Bandera Roja. Si no es así es lamentable el despropósito que lleva la ceguera, la falta de sentido común y la que ya se puede calificar como una simple ojeriza o manía contumaz que ni siquiera llega a postura política tonta.

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  2. Se está llegando a un momento en que al hecho de disentir o mostrar una determinada opinión, que no cuadra con la "oficial", se la descalifica por sistemáticamente.
    Violeta

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  3. Todas las críticas son legítimas y necesarias, incluso aquellas con las que estamos en total desacuerdo. Criticar una crítica (esto ya parece el famoso libro de las Sagrada Familia de Marx y Engels, “Crítica de la crítica crítica”) forma parte del debate abierto, de la disputa legítima, de la pugna entre diferentes intereses y sensibilidades. Sensibilidades que convierten los santos de unos en demonios para otros y viceversa. Siempre pensamos que nuestra verdad conseguirá que los demás caigan del caballo como San Pablo, nada más lejos, todos vivimos encerrados en nuestro mundo y lo que no nos gusta escuchar por una oreja nos entra y por otra nos sale, la verdad nunca ha enseñado a nadie, a nadie. La “opinión oficial” es en todas partes igual, aquí y en Pernambuco, y la “opinión no oficial” también, en la calle Nicaragua o en la misma Nicaragua.

    Pero otra cosa muy diferente es desbarrar y desbarrar es calificar (descalificar) actitudes como una purga maoísta o, como afirma la ínclita Alicia, decir que aquí y ahora estamos como en los peores momentos de Euskadi.

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    1. ¿Sensibilidades? los hechos son los hechos (en la calle Ecuador y en el mismo Ecuador) y luego está la verdad institucionalizada que es pétrea e inmutable y no admite ni crítica ni crítica de la crítica.
      Violeta

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    2. ¿Sensibilidades?, naturalmente que sí, no sé de qué se extraña, las sensibilidades son en sí mismas un hecho y los hechos tienen consecuencias sensibles en las personas. Sólo hay que fijarse en las noticias de los periódicos. En este momento está en boca de todo el mundo la ley del aborto del PP. Y, ya que el presente es un blog de arquitectura, podemos mencionar el debate que se está abriendo en Barcelona sobre las tiendas llamadas emblemáticas y los nuevos alquileres que habrán de soportar. Hace unos días también, el señor Azara, publicó un post muy interesante sobre los nuevos encantes viejos. La política es como el arte y viceversa, hechos y sensibilidades o, como las famosas novelas de Jane Austen, “Sentido y sensibilidad” y “Orgullo y prejuicio”, las urnas están llenas de esas cuatro cosas.

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  4. El control ideológico actúa siempre igual .Puede tener grados ,pero básicamente es igual ,tanto si te acusan de ser bruja ,como de ser judío ,rojo o fascista o contrarevolucionario.El caso es que en algún momento alguien se arroga el poder de decidir lo que se tiene que pensar so pena de....

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  5. Es muy cierto. La China (maoísta) era una dictadura.

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