miércoles, 23 de agosto de 2017

Creta y el toro



La cultura minoica cretense fue descubierta por el arqueólogo inglés Arthur Evans a principios del siglo XX. Célebre es el hallazgo del bien compartimentado Palacio de Cnossos, con varios niveles, presentado por Evans como la morada del mítico rey Minos, que incluía el laberinto proyectado por Dédalo para encerrar al Minotauro, un hombre-toro fruto de la pasión de la reina Parsifae, esposa de Minos, por un toro gigantesco -pasión suscitada por el dios Poseidón para denigrar a la familia real que no había querido ofrendar debidamente al dios de los mares.
Evans y sus ayudantes, los arqueólogos, padre e hijo, ambos llamados Émile Gilliéron, reconstruyeron parcialmente el palacio -que aún se visita tal como como lo dejó Evans- y los diversos frescos que cubrían los muros de las estancias.
Dada la relación que Evans estableció entre la cultura minoica y el mito del Minotauro, y dada la supuesta planta laberíntica del palacio, era necesario que los reyes minoicos hubieran rendido culto al toro sobre todo en este palacio. Algunos frescos, por tanto, tenían que representar escenas sagradas de lucha con un toro emblemático. al mismo tiempo, deberían haber existido sin duda ofrendas, estatuillas que manifestaran la devoción por este animal.
Y así aconteció. Los frescos, un desperdigado puzzle muy fragmentario de diminutos restos de pintura, fueron reconstruidos de manera que mostraran a las claras rituales protagonizados por toros; también se hallaron estatuillas con motivos parecidos, y figuras de marfil que representaban a una diosa empuñando serpientes, como símbolo del dominio del ciclo vital, animado por la fiera, creadora y destructora, de un toro bravo -un animal sagrado ligado al sol y las tinieblas.
Los Gillieron fueron los encargados de restaurar frescos y estatuillas. Es sorprendente el número de figuras desenteradas que muestran a jóvenes saltando por encima de toros, y de diosas empuñando serpientes, de diversos tamaños.
Los Gillieron establecieron un fructífero negocio de restauración en Atenas; también de producción de réplicas.
Hoy se sabe que estas réplicas no eran tales. No eran réplicas de obras antiguas, sino de originales modernos que los Gillieron fueron produciendo para dar fe de las interpretaciones que Evans y ellos mismos dieron de la cultura minoica: una cultura que rendía culto al toro y a una diosa-madre en contacto con el mundo de los muertos representados por las serpientes eternas.

Una exposición en el museo Ashmolean de Oxford -que un día fue dirigido por Evans- y pronto en Nueva York, muestra como unos arqueólogos, quizá de buena fe, crearon obras y restauraron pinturas creyendo ver en ellas una prueba de sus visiones. No interpretaban a partir de restos sino que éstos se fabricaban para probar sus especulaciones.
El éxito de las estatuillas minoicas llevó a museos y coleccionistas a adquirirlas a precio de oro. Hoy, se sabe que una gran parte de la imaginería minoica, es una creación modernista -solo hace falta observar los rostros de las diosas, tan parecidos a los de las divas del naciente cine mudo-, aunque los museos no siempre reconocen públicamente la falsedad; son obras, sin embargo, que hablan de sueños, de la importancia concedida a los sueños, a las culturas antiguas o "primigenias" como una fuente de sabiduría inmemorial, obras que testimonian que el pasado es una creación gracias a la cual podenmos sobreponernos al presente.

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