miércoles, 7 de marzo de 2018
Juicio ¿estético? (Damnatio memoriae)
El Ayuntamiento de Barcelona acaba de retirar una escultura del artista Frederic Marés (1893-1991) de una alta peana en el centro de una plazoleta en la ciudad antigua, cabe Correos. Marés era un correcto escultor catalán de principios y mediados del siglo XX, conocido por sus obras académicas (figurativas o naturalistas) de temas religiosos y mitológicos, principalmente. Se trataba, en este caso, no de una obra original sino de una réplica, tallada por el escultor, de una estatua anterior ajena, que se había destruido.
La obra ¿merecía este descrédito?
No se trataba de una obra maestra. Tampoco Marés era un gran artista. Mas, ¿solo obras maestras y artistas geniales merecen crédito? ¿Qué ocurriría con la mayor parte de las obras de arte expuestas en iglesias, museos y espacios públicos de Barcelona -o de cualquier ciudad?
Si el criterio para la ocultación -la desacralización- de la escultura fuere artístico, ¿tiene sentido dejar a la vista, a pocos metros de la escultura de Marés, la pésima escultura Dama de Barcelona de Roy Lichtenstein -seguramente la escultura más penosa de la ciudad, ya caracterizada por un arte público mediocre?
La retirada de la escultura obedece a otros criterios, obviamente, que dicen mucho sobre cómo consideramos el arte. El tema, en este caso (y en tantos otros) ha sido determinante para fulminar la escultura. El nombre y la relativa fama del artista no estaban en juego, así cómo la cualidad artística de la obra (se mida cómo se mida. digamos: su capacidad de imponerse como una presencia ineludible, si bien este criterio, casi mágico, depende, como todo lo que se refiere al arte, de nuestro criterio personal, siempre que lo podamos compartir. La escultura, en verdad, no suscitaba un rechazo general sino, seguramente, indiferente. ¿Cuántas personas se habían detenido ante la base para contemplarla y dialogar con ella?
La razón de la expulsión reside en que la escultura es la estatua o efigie de una figura repudiada. El repudio -o el debate acerca del valor de sus decisiones y acciones- que suscita se transfiere a su imagen, o se expresa mediante el rechazo de su imagen, como ocurre habitualmente. En todas las culturas y épocas, la negación de una figura, a menudo tras su fallecimiento, se manifiesta -y conlleva- la negación, esto es, la destrucción de sus imágenes. Por este motivo, apenas han llegado efigies del faraón Akhenaton enteras hasta nosotros, por ejemplo, como tampoco han llegado efigies de todos aquellos que han sufrido una "damnatio memoriae". Los escritos del Marqués de Sade o de Bataille, por ejemplo, se han salvado casi milagrosamente.
El juicio del arte a partir de criterios solo de contenido -y no de la manera cómo se traduce un contenido-, como el que practica tanto Facebook -cuando condena el cuadro de Courbet El origen del mundo, por lo que muestra y no por cómo se compone-, los talibanes o el Ayuntamiento de Barcelona implica que no se acepta que el arte es o posee un universo autónomo, distinto del mundo habitual o "real" -aunque refleje a éste-, que se rige por pautas o reglas que no son siempre de recibo en el mundo real, y que no pueden ser juzgadas según los parámetros que se aplican habitualmente.
Así, el arte como el juego poseen su propio espacio. Condenar a jugadores de fútbol -o bailarines- por vestir indecente o ridículamente (pantalón corto en pleno invierno, por ejemplo) -como ocurre en ciertos países donde no se tolera determinado vestuario deportivo-, es decir, juzgar su vestuario según parámetros que rigen en la ciudad, no tiene sentido. El juego y el arte son mundos aparte que requieren determinados modos de actuación, en los que maneras no aceptables fuera de dicho ámbito son permitidos, como no se permiten acciones y juicios que sí son pertinentes en la vida real. Condenar a un esclavista en una sociedad democrática moderna (en la Grecia democrática, por el contrario, el esclavismo era aceptado) es justo, pertinente o comprensible. Denostar su imagen no tiene sentido, salvo que esta imagen no tenga valor desde el punto de vista artístico o estético -como ocurre con la Dama de Barcelona.
Podemos pensar que valorar el arte adecuadamente no es ningún problema. La ciudad o la sociedad no requieren esos criterios para poder ser justa. Mas, cabe preguntarse si la confusión que revela confundir lo sagrado y lo profano, el juego y la vida, el arte y la realidad, no implica no tener tampoco claro qué es lo profano, la vida, la realidad y la ciudad y, por tanto, quizá cupiera entonces dudar de la pertinencia de los juicios profanos o políticos, movidos por intereses, es decir por la ceguera.
PS: la gran estatua ecuestre de bronce romana de Marco Aurelio, en la plaza del Capitolio de Roma, ha llegado intacta hasta hoy porque, antes de ser derribada, se le cambió de nombre. Pasó a ser considerada una efigio del primer emperador cristiano, Constantino.
Varias estatuas paganas, greco-latinas, se han salvado porque han sido confundidas con efigies cristianas.
Dada la facilidad con que se cambian los nombres de plazas y calles, ¿no cabía una solución menos aparatosa a la retirada de la obra de Marés, titulándola..... (póngase el nombre políticamente correcto que quepa en cada momento)?
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Disculpa. Este Marés del que hablas ¿es el mismo que fue coleccionista y del que hay un museo que lleva su nombre? Tal como dices en tu texto se están confundiendo demasiados conceptos. ¿Porque no se tienen claros y no quieren tenerse, acaso? El Arte se sigue utilizando como valor de cambio de la política y las ideologías, lo cual lleva a su defenestración. Huele todo últimamente a censura, como en los oscuros episodios del siglo XX en los imperios del realismo socialista y del clasicismo turbio nazi que apesta. Esperemos que no les dé a estos aprendices de brujo de hoy día por pseudogenerar un nuevo estilo sincrético de basuras y otras hierbas. En fin. Lo que tendremos que ver. ¡No, por favor!
ResponderEliminarBuenos días
ResponderEliminarEs la misma persona
Totalmente de acuerdo. Juzgamos sin mirar, sin atender a lo que tenemos delante, que no es una persona, sino una obra, un ente con sus valores y necesidades, que vive independientemente de a quien representa.
Los juicios que condenan la obra por lo que muestra sin juicios mágicos o idolatricos que llevan a la condena del arte:
Y sin arte la vida es más difícil o menos llevadera. Quizá sea una vida que no es vida
Un atento saludo
Me deja en fuera de juego ¡.
ResponderEliminarSabido es de la desafección (que palabro tan de moda) por este Ay untamiento, de todo lo que denote cariño por lo que no les de resultados en las urnas. Así, volteamos a negreros y les quitamos sus iconos, iconos que no afecten a los "amos" de las fábricas que les pagaron por ello, o a lo sumo, a quienes pagaron sumas para la edificación de sus pagodas.
Ni los Guell, los Amat, los Gispert, los Mas, los Maristany, los Roig, los Serra, los Masó, los Amat, los Manau, los Gatell, los Goytisolo, los Carbó y toda fauna aledaña que les sirvió para sus adquisiciones artísticas, pero que gracias a sus cuentas corrientes nada corrientes, hicieron que floreciera una industria , la Modernista, muy a juego con el ritmo de aquel tiempo.
Todo muy del tiempo, todo muy de casa, todo muy hipócrita, como no podría ser de otra manera.
Salut
Tiene mucha razón.
EliminarDesde luego, sin ser necesariamente esclavistas, el colorido modernismo se nutre de fortunas realizadas sobre el trabajo en misérrimas condiciones de muchos emigrantes internos. Las leyes españolas que gravaban las importaciones de tejidos ingleses permitieron el desarrollo de la industria textil catalana -en la que se inserta el cultivo del algodón en colonias caribeñas en las condiciones conocidas, con o sin esclavos hasta finales del siglo XIX-, origen de las fortunas y el supuesto esplendor modernista.
Gracias por recordárnoslo.
A pesar de que es la primera vez que escribo en su página, la tengo de cabecera en la mía, en donde pone "Entrada donde me aportan conocimientos", en Tot Barcelona.
ResponderEliminarUn placer leerle.
Miquel.
Le sigo.
Salut
Me da un poco de reparo mas ¡Muchas gracias! Esos comentarios, así como las críticas, me animan aún más a esforzarme, sobre todo esperando que algunas entradas puedan ser de interés o utilidad para los estudiantes de arquitectura. Un día fui como ellos
EliminarUn atento saludo
¿Cómo se puede justificar que hayan retirado esta escultura, teniendo al lado la espantosa "Dama de Barcelona" de Roy Lichtenstein? Los responsables de cultura del Ayuntamiento de Barcelona no parecen tener claro el valor estético de las obras de arte.
ResponderEliminarQuizás deba pensar que estos responsables de cultura han cedido a las presiones ideológicas de los incultos responsables políticos, estos no saben nada de historia ni de arte. Como todos los talibanes son adictos al mallo y la piqueta.
Saludos
Francesc Cornadó
Desde luego
EliminarEs incomprensible. Y se actúa solo atendiendo a la imagen que se pretende comunicar (se actúa para dar gusto solo a quienes piensan como nosotros y sobre todo nos apoyan, tengamos o no razón) , no a la atención a criterios adecuados. Juzgar obras de arte, buenas o malas, con criterios que no pertenecen al mundo del arte, podría llevar a actuaciones sin vuelta atrás (el desmantelamiento de museos como el de cerámica, el segundo mejor de Europa, es un ejemplo de lo que ocurre cuando la ideología ocupa el lugar del juicio estético.
No hay más que ver cómo y porque se creo el museo de Born. Tres años más tarde, es un equipamiento infravalorado y, posiblemente, desmantelado en un futuro próximo
Un atento saludo