Peter Hujar, fotógrafo norteamericano de origen húngaro, conocido por haber sido el mejor -más certero y compasivo- retratista (en su estudio, en su lecho, a veces convertido enlecho mortuorio, a causa del Sida) de los artistas (poetas, pintores y transformistas) de la contracultura de Nueva York -del bajo Manhattan, sobre todo- en los años 70.
Pero también fue un fotógrafo urbano, tanto del East Village, cuanto de Brooklyn: imágenes en blanco y negro, casi siempre nocturnas, de calles casi al alba, cuando todos se habían retirado -y solo quedaban desperdicios-, y de los imponentes acantilados fantasmagóricos -vistos desde el nivel de la calle, a menudo-, que forman los rascacielos de vidrio negro, a ambos lados de calles y avenidas convertidas en gargantas, de pavimento acharolado por la humedad y la inmundicia. Retratista de una ciudad abandonada, que se abandonaba, se dejaba ir, de una ciudad que había bajado la persiana.
La Piet Morgan Library de Nueva york (propietaria del legado del fotógrafo) presenta estos días una exposición antológica centrada tanto en las figuras cuanto en su marco urbano.
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