domingo, 3 de diciembre de 2023

EME BE A

 La palabra negocio lo dice bien a las claras: se trata de lo contrario al ocio. Si éste ofrece un momento de abandono y de apertura a los demás, su negación invita a cerrar las manos ávidas de dinero, a la avaricia.

Mientras, las iniciales eme be a (o, en inglés, que suena más internacional, em bi ei) son un mantra, una palabra bendita, una clave al alcance de pocos, fácil de lograr sin embargo, si se tienen posibles, que abre las puertas del tesoro. Bu si nes scul.

Los llamados másters -un título de origen medieval, en verdad- se abrieron paso en España hace unos veinte o veinticinco años. Se trataba de cursos de postgrado, que daban lugar a una titulación inferior al título de doctor -un máster requiere la elaboración de una tesina, durante un año, y no de una tesis, durante un mínimo de tres, si bien las tesis doctorales, hasta principios del siglo XXI, solían exigir unos cinco años de preparación y hasta veinte, en Francia, para las llamadas tesis de estado-, pero que ampliaba los conocimientos que brindan estudios universitarios y sobre todo, aseguran unos conocimientos específicos no cubiertos por los estudios de grado más generalistas, más amplios pero menos profundos o incisivos.

Recuerdo el alboroto en algunos departamentos de universidades públicas el anuncio de la posibilidad de crear másteres. No eran necesarios académicamente -existían cursos de doctorado serios-, pero parecían una excelente oportunidad de hacer negocio. Del ocio no se vive. La aprobación de la oferta de másters era percibida como una ocasión única -una única ocasión- de poder cobrar unos honorarios, propios de empresas privadas, que los sueldos de instituciones públicas, regulados por ley, y hasta una cantidad muy inferior a la de los sueldos privados, no alcanzaban. Los másters eran vistos como una manera de completar generosamente sueldos que, en el caso de profesores que no son funcionarios, son indignos, y en el caso de profesores titulares empalidecen ante lo que las universidades y los centros privados ofrecen. Cobrar ciento veinte mil euros anuales de sueldo en un centro privado no es singular, un sueldo que dobla el de los más altos cargos de la función pública, salvo que ésta haya logrado crear institutos privados en su seno, no regulados por las normas públicas. Es cierto, nos referimos a másteres, a cursos de radicación superior especializada, y hasta ahora sólo hemos detallado negocios y honorarios. Mas, ¿de que podríamos hablar, sino?

La posesión de un título de máster es casi una condición necesaria para lograr un puesto de trabajo en una empresa privada, y un puesto de profesor en una universidad, pública o privada. Algunas empresas y algunas instituciones públicas abonan los másters de sus empleados, pero en la mayoría de los casos, es el particular quien carga con el coste. Los precios, por altos que sean, se abonan sin problemas y las plazas ofertadas se cubren, gracias al número de jóvenes de padres pudientes de lengua española que, sea cual sea su nivel de conocimiento, pueden pagar los costes que les darán un título, a veces académicamente irrelevante, pero lustrosamente rentable a la hora de acceder a un puesto de responsabilidad en una empresa privada (y no solo privada).

Hoy, tanto las universidades públicas como las privadas ofrecen cursos de másters privados. El precio de éstos es muy superior al de los másters públicos -que sólo ofrecen universidades públicas, y cuyo precio también está regulado por ley, y apenas supera el precio de un curso de grado. Por el contrario, los másters privados no están regulados. Escapan al control presupuestario. Sus contenidos tampoco están supervisados. Las universidades privadas se han multiplicado en España. Hasta algunas empresas multinacionales (de  origen español), y algunas sectas religiosas poderosas, poseen su propia universidad, evidentemente privada. Pero hasta los másters privados de universidades públicas, incluso bien consideradas, no están regulados. Los contenidos, la manera de enseñar, son libres. Y no siempre tiene nivel nivel ni la exigencia que se supone debería tener un curso de especialización superior. Y así como un máster público puede costar unos tres mil euros anuales, se imparten hoy cursos de master privados de hasta ciento treinta mil euros anuales, y los precios entre cincuenta y cien mil euros son habituales, lo que permite “redondear” los sueldos públicos -pero también mejorar las condiciones laborales de centros privados que no siempre pagan las vacaciones de sus docentes.

En estos momentos, montarse un máster exitoso es una vía segura para  poder pagarse finalmente aquel yate por el que tanto soñamos. Aviso a navegantes: en arquitectura cotiza hoy al alza  la sostenibilidad…





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