martes, 11 de enero de 2011

La casa de los ricos (Victoria Garriga)


Victoria Garriga escribe acerca del programa de televisión La Casa de los ricos, en concreto acerca de una entrada reciente en este blog, que incluía dos videos dedicados a la sorprendente arquitectura del estudio A-cero (numero profético), lamentando que me hubiera limitado a mostrar estos edificios y esa aproximación a la arquitectura sin comentario alguno:   


"He echado  de menos una crítica caústica y seria 8en este blog), aunque baste con dejarlo hablar y moverse  ante al cámara (....) Voy a  “a-cer” la crítica seria":

"El pasado domingo día 9 de Enero se  emitió en la Sexta un extenso reportaje sobre las  casa del estudio A-cero. Creo que este documento merece una crítica razonada y  un debate abierto.


 Joaquin Torres- A-cero- no es buen  arquitecto porque reduce las casas a su vertiente representativa y formal y  encima no es un buen formalizador. Me explico: En ningún momento se plantea la  posibilidad de que por debajo de la imagen pueda existir algo más valioso, la  vida de las personas – anhelos, frustraciones, dudas, dolores, alegrías, sed de  justicia, sed de venganza…-Reutiliza formas de arquitectura moderna, vaciadas de  contenido y referencias. Cajas inertes para almacenar y exhibir la vida  congelada, estática, muerta. Por suerte o por desgracia sus formas y las  proporciones de sus obras no tienen esa belleza capaz de hacernos  olvidar que bailamos sobre la absoluta nada.


Pero la pregunta es ¿Por qué ha  conseguido Joaquín Torres ponerse tan de moda entre ricos y poderosos de nuestro  país?


Porque dice ser un creador contemporáneo  pero no lo es. ( Hay que parecer pero no hay valor ni suficiente  talento para aguantar el ser). No hay cuestionamiento, ni duda, ni  propuesta vital en sus   proyectos.  Ni social, ni formal, ni tecnológica, ni ambiental, ni urbanística.  Consecuentemente no hay incomodidad y eso gusta a los que se sienten instalados  en el éxito y no quieren plantearse que quizás esa situación sea absolutamente  temporal y frágil. A-cero sólo plantea en sus casas un confortable y superficial  enunciado estético que lo vincula, sin estridencias creativas, a las corrientes del éxito y del buen gusto. La arquitectura de A-cero es un producto comercial  barnizado de una falsa y complaciente imagen de autoría de  vanguardia.


Esta irrelevancia creativa (en términos  arquitectónicos, que no empresariales) no nos llamaría la atención si se tratase  de un fenómeno local y de pequeña escala. Sin embargo, el enorme éxito social y  de difusión de este tendencioso sucedáneo arquitectónico entre un público  económicamente privilegiado y socialmente influyente es lo que resulta  inquietante.


La crítica arquitectónica no ha prestado  atención al trabajo de A-cero, pero tampoco al medio social en el que se  implanta. Entender porque y como triunfa  esta empresa de arquitectura, quizás     nos sirva para ver con más claridad  como es el entorno social, cultural y económico en el que hemos de trabajar, y  con el que nos hemos de comunicar y relacionar.


La desatención y ceguera respecto al  medio social  ha llevado a  que desde la profesión tampoco se haga buena pedagogía de base sobre lo que la  sociedad debe pedir y esperar de   la  arquitectura. No se ha transmitido a  los que tienen que elegir- usuarios, políticos, empresarios- cual es el  valor y la responsabilidad de la arquitectura en la construcción del futuro  colectivo. Esto ha posibilitado que la arquitectura se lea como un mero producto de consumo,  de especulación o de satisfacción inmediata, o como un adorno para la  ostentación y la manifestación de estatus, individual o colectivo. Los que deciden, los que tienen los medios y la responsabilidad de elegir quien es el  más dotado para proyectar la realidad material futura, o cual es el proyecto más  adecuado, no tienen la formación ni la buena información para tomar decisiones  críticas razonadas y consecuentes. No son capaces de distinguir el grano de la  paja, y no pueden escapar de los mecanismos de la publicidad y de marketing que  son los que confieren el valor a las cosas que no lo tienen intrínsicamente o no  somos capaces de reconocerlo.


En este contexto aquellos arquitectos que han sabido y se  han dedicado a moverse en los medios de comunicación social son los que se están  construyendo el país. La arquitectura “buena”, según la crítica especializada,  no debe ser más de un 1% sobre el total de lo construido.


Creo que los medios de comunicación y  divulgación relacionados con esta profesión deberían plantearse seriamente la  necesidad de hacer pedagogía de base. Hay que explicar con claridad qué es y  para qué sirve la arquitectura a los usuarios y a los políticos, a los que  tienen el dinero y  dirigen los  medios de producción y consumo .Sólo así se podrán hacer encargos con cierta  lógica, con   un poco de sentido  ético y con conciencia de responsabilidad compartida y  colectiva.


Resumiendo: es urgente establecer los  puentes y protocolos de  comunicación entre la arquitectura (emisor) y los que pueden promoverla  (receptores). Este trabajo sólo lo pueden hacer arquitectos, críticos y  divulgadores coordinados y con cierta presencia y poder en los medios.  


Es irónico que cuanto mayor es el acceso  a la comunicación menos se entiende que es la arquitectura y para que sirven los  arquitectos. Mientras tanto mansiones neo-modernas, superconservadoras,  estériles y domotizadas para los ricos, Seseñas   para los pobres. Malos tiempos para la  vida y para la arquitectura".

Agradezco su texto que dice lo que no supe formular. Pensé que las imágenes hablaban por sí mismas. Me olvidé que podían ser fascinantes. No quiero ni preguntarme qué me parecieron en secreto.
Muchas gracias, Victoria, por devolvernos a la realidad.


A-cero proyecta desmesuradas torres inclinadas sobre dunas en Dubai. Quizá sea lógico.
















lunes, 10 de enero de 2011

Las estaciones de la cruz: Lalibela (Etiopía) (la "Jerusalén negra")


Iglesia de San Jorge















Iglesia de Medhane Alem





Casa o Iglesia de María





Relieve en la iglesia del Gólgota

Iglesia de Gabriel y Rafael



Iglesia de Emanuel





Iglesia de Abba Libanos



El cielo encapotado se rajó. Dos rayos lucientes oblicuos llamearon sobre la planicie de piedra en la que unos constructores trataban penosamente de abrir unos surcos. Descendieron los ángeles que los blandían; cortaron de tajo el suelo, y abrieron hondas hendiduras que esculpieron desmesurados cubos subterráneos desgajados de las profundidades. El fuego y el azufre tiñeron de rojo y de oro viejo la piedra, y recortaron pequeños ventanales cruciformes o en forma de astas gamadas, por las que la luz difusa se infiltró hasta crear bóvedas  y pilastras que envolvieron penumbrosas oquedades. Una cortina se tendió en el centro: ocultó lo que nadie ha conseguido ver; el secreto de Lalibela.

Las leyendas acerca del origen de las iglesias ortodoxas subterráneas de la ciudad santa Lalibela (iniciadas en el s. VII dC) son las únicas explicaciones convincentes.
El recinto consta de tres grupos de iglesias, todas talladas en el interior del macizo rocoso, que suman en total catorce templos y capillas.
Los edificios están rodeados por estrechas gargantas y unidos por pasadizos aún más angostos, a cielo descubierto o subterráneos -configurando el llamado "descenso a los infiernos"- que dibujan un laberinto, pautado por brechas que dan paso al interior de la roca. Cada iglesia es una estación de la cruz, desde la casa de María hasta la iglesia del Gólgota. El visitante asciende y desciende desorientado; tan solo percibe las altas paredes lisas de la montaña y, en lo alto, la brecha azulada del cielo. Cada iglesia se apoya sobre un alto podio, cuyos escalones de entrada al templo obligan al fiel a un sobreesfuerzo para alzarse hasta la entrada.

En los muros acantilados perimetrales, diminutas cuevas artificiales acogían a anacoretas que apenas cabían acurrucados.
Cada iglesia guarda, escondida por una cortina -o unas puertas de madera que nunca se abren-, una réplica del Arca de la Alianza, menos una; pero nadie, salvo los santos, los arcángeles (y los reyes de la antigüedad), sabe dónde se guarda el arca original: una leyenda cuenta que el hijo de la Reina de Saba, que habría venido de Lalibela (llamada Saba en la antigüedad), y Salomón, habría traído el arca de Jerusalén a la nueva Jerusalén, por orden de Yavhé, y la habría depositado en una de las réplicas del arca de Noé, pues son las iglesias imágenes verdaderas de la primera arca. Arca que contiene el arca; doble arca, salvadora y redentora; nave y sagrario, el interior de cuya primera arca se compone por una sucesión de arcos que conducen  hasta el corazón del arca, que es el arca segunda. Los sacerdotes y arquitectos jugaron con los múltiples significados del arca para dibujar el tránsito de la oscuridad a la luz, pautado por un sin fin de pruebas y dificultades. Todas las arcas, menos una, son falsas: son como falsas puertas o caminos sin salida, de un laberinto. Solo el iniciado sabe hacia dónde tiene que dirigirse (la palabra verdadera), muere y renace recorriendo el laberinto que simboliza el tránsito por la vida, desde las profundidades hacia la luz, a través de las catorce estaciones de la cruz.

¿Iglesias?  Los "edificios" no han sido construidos, sino que han sido esculpidos. La piedra no se ha sumado a la piedra, sino que se ha restado piedra hasta configurar, desgajar bloques vacíos. Las iglesias son esculturas que imitan a iglesias. Las bóvedas y las columnas del interior y las columnatas del exterior no soportan peso alguno: son solo representaciones de elementos estructurales. Escenarios, dobles, apariciones. Pero no son funcionalmente necesarios. Sin embargo, son usadas como si fueran verdaderas. De algún modo lo son: son modelos desmaterializados, liberados, como al final de un via crucis, del peso de la materia. Figuras, que como el arca, se constituyen como un signo redentor. Arquitecturas que han ascendido.

Nota: el cuerpo que, como el platillo volante de Independence Day, tapa parcialmente el cielo y sobrevuela varias de las iglesias, es una cubierta que la Unesco ha construido y financiado para proteger las rocas esculpidas de las filtraciones de agua. Parece haber sido proyectada por un arquitecto deconstructivista. Los juicios son diversos.

domingo, 9 de enero de 2011

Pop Art



Para ver este episodio en pantalla más amplia, "clicar" aquí

Recomendado por David Capellas

viernes, 7 de enero de 2011

jueves, 6 de enero de 2011

Un palacio celestial: Aksum (Etiopía) (ss. I-IV dC)


























Acceso, a través de una escalinata, a una tumba con varias cámaras sepulcrales



Vistas del nuevo Museo Arqueológico de Aksum.


En un prado, cubierto de hierba bien cortada y pajiza, levemente inclinado, como un escenario de teatro, se alzan dos obeliscos de unos veinticinco metros de alto, en medio de monolitos caídos y fragmentados, y algunas tumbas de piedra saqueadas pero enteras. Acacias y matorrales de flores rojas, desperdigadas, componen un fondo que enlaza con una sucesión de colinas coronadas de bosques. La pista de montaña prodigiosamente polvorienta que conduce desde Gondar, tras doce horas retorciéndose por barrancos vertiginosos y planicies aplastadas por el sol, muere directamente en las ruinas de Aksum.

Aksum, en el siglo IV dC,  fue considerada la capital de unos de los cuatro imperios más potentes del mundo, junto con el persa, el romano y el chino. Se extendía entre el norte de Etiopía, el sur de Sudán, y alcanzaba, en su momento de máxima importancia,  Arabia Saudí y los Emiratos Árabes. Constituye la última frontera hasta la que alcanzaban las culturas mediterráneas: Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma. De hecho, la lengua que se hablaba derivaba del griego clásico. Y la ornamentación combina rasgos persas y griegos. Los ecos egipcios son también visibles.

Aksum es conocido por el llamado campo de estelas: unos setenta monolitos de piedra granítica, algunos esculpidos u ornamentados, de altura variable, aunque siempre considerable, que recuerdan desde menhires hasta estelas funerarias griegas; y desde luego, obeliscos egipcios. Hincados en la tierra, se alzan configurando un campo erizado de piedras erguidas. Hoy tan solo quedan en pie dos obeliscos de gran tamaño, perfectamente tallados y esculpidos, y algunas piedras toscamente labradas.

Vueltos a descubrir por aventureros europeos en el siglo XVI, fueron excavados y estudiados desde principios del siglo XX. La exploración aún sigue, y parece que quedan tumbas y estelas por descubrir.

Pues se trata de un camposanto. Los monolitos indican la ubicación subterránea de cámaras sepulcrales. Estaríamos en un cementerio parecido al de la Grecia clásica. Las estelas mantendrían viva la memoria del lugar donde mora el difunto.

Sin embargo, los monolitos esculpidos de Aksum presentan unos rasgos únicos. No pertenecen a la estatuaria, sino a la arquitectura. Son edificios esbeltísimos,  altos y estrechos, que poseen una docenas de pisos. Las caras principales poseen ventanas celadas por celosías, y una imponente puerta de entrada, con un grueso baldón anillar, que impide o controla el acceso a los pisos. Se trata, evidentemente, de falsas puertas y ventanas; de imágenes de aperturas; o, quizá, no sean imágenes sino puertas y ventanas verdaderas compuestas para seres que no son de carne y hueso, y pueden cruzar los vanos aunque estén cerrados: como en las tumbas egipcias, en las que "falsas" puertas son puertas auténticas concebidas para el alma (el ka o el ba) del difunto.

Los monolitos más altos y mejor esculpidos tenían que pertenecer a un monarca. El número de pisos es idéntico al de las cámaras de una misma tumba real; y, por lo que parece, de los palacios que el rey poseía en vida. Los pisos de los monolitos repiten en vertical el número de estancias sepulcrales dispuestas subterráneamente y en horizontal. La función del monolito estaría relacionada con las moradas del monarca en la tierra y en el inframundo. Las cámaras sepulcrales constituirían estancias en las que el alma del soberano se preparaba para la ascensión final a través de los pisos del obelisco, coronado por un semi-disco, que podría evocar el sol naciente -o el sol en lo más alto-, así como el alma del difunto proyectada en el cielo. Se han encontrado unos discos de bronce, con unos rostros modelos en una de las caras, que habrían podido estar sujetos en la parte alta del obelisco. De este modo, el monarca renacería; su faz resplandecería, equiparada con el sol. Cada estancia, cada piso por el que habría cruzado, la habría preparado para este ascensión final, y su liberación, ya en el cielo, en forma de nuevo sol.  La arquitectura sería el vehículo gracias al cual el espíritu renacía y se desprendía de las ataduras materiales. Mas que escaleras hacia el cielo, como han sido llamados estos monolitos, serían estaciones de paso, que comunicarían el espacio de los muertos con el cielo, y por el que transitaría el alma del monarca. Su "resurrección" pasaba por el tránsito a través de las torres que lo -o la- ponían en contacto con el cielo.

La importancia de la arquitectura en el imperio de Aksum  se acentúa por el hallazgo de numerosas maquetas de arquitectura, de terracota, en varias tumbas (piezas que el Museo Arqueológico de Aksum no autoriza fotografiar). Queda preguntarse si estas "maquetas" -o esos edificios en miniatura- se concebían como reproducciones o dobles de las moradas que el difunto poseía en vida, o si tienen que ser interpretadas como construcciones celestiales, cuyo fin era la purificación del alma. Purificación que, sin duda, se conseguía, como testimonian las amables estatuas de seres renacidos, cuya sonrisa beatífica sugiere que se han desprendido de la ganga mortal.


Vista parcial de estatua funeraria hallada cerca de Aksum (Museo Nacional, Addis Ababa)


Canción sugerida: Aster Aweke (19609): Asheweyina

Björk ha sido a veces comparada con Aster Aweke