viernes, 4 de marzo de 2011
La Sagrada Familia permanece unida
El presidente del jurado de arquitectura contemporánea el último Premio Ciudad de Barcelona, concedido, por mayoría (y no por unanimidad) a la nave de la Sagrada Familia (pero no al edificio, al interior y no al exterior o al conjunto), respondió ayer, en un largo artículo en el periódico El País (Sección Quaderns, p. 4), a un manifiesto en contra de tal decisión.
A fin de defender que la opinión según lacual loscríticos tienen que adaptarse a los nuevos tiempos, argumenta que "Mihail Gorbachov, cuando impulsó las reformas que condujeron a derribar el muro de protección antifacista (sic: ¿?) de Berlín, partió de una idea simple: ajustar las cosas a la realidad y reconocer la verdad de los hechos."
No sé si, en el caso de la Sagrada Familia (perdón, de la nave), ha existido la presión de multitudes hambrientas de religión que pedían que la nave subiera a los altares, pero, sin duda Gorbachov tenía razón: ¡derribar!, ¡derribar!; echar el edificio abajo.
¡Ah!, si solo se hubieran seguido esos sabios consejos, tan alabados por el presidente del jurado....
jueves, 3 de marzo de 2011
Espacio y monumento públicos. The Histrionics: Acero inútil en el espacio público (Useless Steel in the Mall) (2002)
Richard Serra: Titled Arc, en la Plaza Federal de Nueva York (1981). La obra, contestada por los usuarios, fue retirada. Barcelona, entonces, adquiríó una obra similar, pero hecha de ladrillos -el presupuesto no llegaba para más-, para la plaza de La Palmera. Nadie le cantó. Versión cañí de Titled Arc (Barcelona) The Histrionics: Useless Steel in the Mall: The HistrionicsUseless Steel in the Mall Roger Waters/Douglas Crimp/Danius Kesminas (1979-2002) | ||||
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martes, 1 de marzo de 2011
El espacio de la divinización
Incluso en las culturas más propensas a desvalorizar al ser humano, se encuentran algunos pocos héroes que fueron divinizados, en vida o después de la muerte, gozando de un estatuto idéntico al de los seres sobrenaturales.
Mesopotamia no es una excepción. La concepción de la "vida" después de la muerte era terrorífica -gusanos y espectros, en medio de la oscuridad, aguardaban al difunto-, pero algunos escaparon a esa suerte dantesca.
Ziusudra fue uno de ésos. El llamado Noé mesopotámico fue escogido por el dios Enki, más bien favorable hacia los mortales, para construir un arca para escapar al diluvio con el que el dios del cielo An, y el del aire, Enlil, querían castigar a una humanidad excesivamente ruidosa.
Tras la devastación, el nivel de las aguas descendió, los vientos se calmaron y, una vez el arca atracada, Ziusudra pudo liberar a su familia y a todos los representantes animales escogidos.
Como gracia por haber escuchado a los dioses y salvado a la humanidad, Ziusudra fue divinizado. El texto del mito sumerio dice algo así : "los dioses le concedieron la vida eterna como a un dios". Como un dios: digir gin 7: gin 7 es la marca del comitativo, por lo que Ziusudra es comparado a una divinidad. Es tratado y vivirá como un dios. Lo cual no significa exactamente que fuera convertido en un dios, es decir, que fuera divinizado.
Inmortal lo hicieron los dioses; pero se apresuraron a transportarlo a los confines del mundo, más allá del mundo visible, en la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos. De algún modo, lo alejaron. Y, desde entonces, "vivió" allí una vida solitaria (aunque, en la versión acadio, Ziusudra partiría acompañado de su esposa).
La liberación de la presencia de la muerte se acompañaba del confinamiento. Ziusudra no moriría, pero tampoco sería libre. Su destino era, al mismo tiempo, una suerte y una condena. Sufría una especia de exilio. Lejos es el término que más se repite. Ziusudra es llevado, lo quiera o no, lejos, allí donde confluyen los ríos. Lo que, paradójicanmente, acentuaba su condición humana, es decir no divina. Porque si algo caracterizaba la vida de los dioses era su absoluta libertad, su mobilidad: podían desplazarse donde quisieran, ascender a lo más alto, o descender hasta casi tocar la tierra (no podían, ciertamente, poner los pies en el suelo, pues perderían su flotante condición; por eso, cuando se dirigían a los hombres, se quedaban en lo alto de los zigurats).
Ziusudra podrá "gozar" de una vida eterna -o interminable- pero el espacio concedido no le permite moverse. Sufre un desplazamiento hacia los límites del mundo que dura una eternidad; pero desde entonces, solo le queda dar vueltas sobre sí mismo.
Quizá sea ésta la suerte del hombre: estar asignado a un tiempo y un espacio limitado. A aquéllos que los dioses perdonan, los liberan de la muerte, pero no les conceden la capacidad de poseer, o de recorrer la totalidad del espacio. Antes bien, los encierran allí donde no se puede vivir. Y la vida eterna concedida se convierte en una lenta muerte entre limites infranqueables.
Ser humano, parecen decir los mesopotámicos, es estar encerrado entre límites o paredes. El hombre tiene unos límites y esos son, ante todo, espaciales. El espacio concedido es acotadoo, una parcela, como breve es la vida. La ocupación de un espacio propio nos hace humanos, es decir, nos escinde, nos aleja para siempre de los dioses - a quienes no gusta poseer una morada permanente.
Mesopotamia no es una excepción. La concepción de la "vida" después de la muerte era terrorífica -gusanos y espectros, en medio de la oscuridad, aguardaban al difunto-, pero algunos escaparon a esa suerte dantesca.
Ziusudra fue uno de ésos. El llamado Noé mesopotámico fue escogido por el dios Enki, más bien favorable hacia los mortales, para construir un arca para escapar al diluvio con el que el dios del cielo An, y el del aire, Enlil, querían castigar a una humanidad excesivamente ruidosa.
Tras la devastación, el nivel de las aguas descendió, los vientos se calmaron y, una vez el arca atracada, Ziusudra pudo liberar a su familia y a todos los representantes animales escogidos.
Como gracia por haber escuchado a los dioses y salvado a la humanidad, Ziusudra fue divinizado. El texto del mito sumerio dice algo así : "los dioses le concedieron la vida eterna como a un dios". Como un dios: digir gin 7: gin 7 es la marca del comitativo, por lo que Ziusudra es comparado a una divinidad. Es tratado y vivirá como un dios. Lo cual no significa exactamente que fuera convertido en un dios, es decir, que fuera divinizado.
Inmortal lo hicieron los dioses; pero se apresuraron a transportarlo a los confines del mundo, más allá del mundo visible, en la frontera entre el mundo de los vivos y de los muertos. De algún modo, lo alejaron. Y, desde entonces, "vivió" allí una vida solitaria (aunque, en la versión acadio, Ziusudra partiría acompañado de su esposa).
La liberación de la presencia de la muerte se acompañaba del confinamiento. Ziusudra no moriría, pero tampoco sería libre. Su destino era, al mismo tiempo, una suerte y una condena. Sufría una especia de exilio. Lejos es el término que más se repite. Ziusudra es llevado, lo quiera o no, lejos, allí donde confluyen los ríos. Lo que, paradójicanmente, acentuaba su condición humana, es decir no divina. Porque si algo caracterizaba la vida de los dioses era su absoluta libertad, su mobilidad: podían desplazarse donde quisieran, ascender a lo más alto, o descender hasta casi tocar la tierra (no podían, ciertamente, poner los pies en el suelo, pues perderían su flotante condición; por eso, cuando se dirigían a los hombres, se quedaban en lo alto de los zigurats).
Ziusudra podrá "gozar" de una vida eterna -o interminable- pero el espacio concedido no le permite moverse. Sufre un desplazamiento hacia los límites del mundo que dura una eternidad; pero desde entonces, solo le queda dar vueltas sobre sí mismo.
Quizá sea ésta la suerte del hombre: estar asignado a un tiempo y un espacio limitado. A aquéllos que los dioses perdonan, los liberan de la muerte, pero no les conceden la capacidad de poseer, o de recorrer la totalidad del espacio. Antes bien, los encierran allí donde no se puede vivir. Y la vida eterna concedida se convierte en una lenta muerte entre limites infranqueables.
Ser humano, parecen decir los mesopotámicos, es estar encerrado entre límites o paredes. El hombre tiene unos límites y esos son, ante todo, espaciales. El espacio concedido es acotadoo, una parcela, como breve es la vida. La ocupación de un espacio propio nos hace humanos, es decir, nos escinde, nos aleja para siempre de los dioses - a quienes no gusta poseer una morada permanente.
domingo, 27 de febrero de 2011
Bruce Baillie (1931): Castro Street (1966)
Castro Street (1966)
Cargado por Lost_Shangri_La_Horizon. - Mira películas y shows de TV enteros.
Uno de los mejores documentales de los años sesenta que refleja la vida (la luz, el sonido) de una calle urbana (en Richmond, California). Desde 1992, es considerado patrimonio cultural en los Estados Unidos.
Sobre Bruce Baillie véase esta web.
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