martes, 14 de enero de 2014
SALVADOR DALÍ (1904-1989): CARRETA FANTASMA (1933)
La Fundación Salvador Dalí ha adquirido un pequeño óleo del artista de los años treinta a un coleccionista extranjero cuyo nombre no revela.
Creo recordar haber visto esta obra, junto con otros tres o cuatro semejantes -delicadas vistas fantasmagóricas de Cadaqués, libres de la pesada artillería daliniana (Guillermo Tells con excrecencias en los muslos, figuritas con sombras alargadas, juegos visuales de barracón de feria, y otros detalles "kitsch"-) que, de súbito encandilan hoy a la crítica puntera- que formaban parte de una colección de unos doce o catorce cuadros, en una exposición en Londres o en Nueva York (no recuerdo bien, aunque sí recuerdo el cuadro porque tuve la impresión que, por una vez, existían obras de Dalí poéticas y no involuntariamente grotescas). Todas pertenecían a la colección Yves Saint Laurent- Pierre Bergé (una extraordinaria, sensible colección de pequeños óleos de Dalí de los años treinta, para mí casi todos desconocidos hasta entonces, sorprendentes por lo inesperados, ya que no respondían a la común "gramática" daliniana), de dónde posiblemente provenga Carreta fantasma
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Estética y teoría de las artes,
Modern Art
lunes, 13 de enero de 2014
JASON WISHNOW (¿1975?)): OEDIPUS (2004)
Una ensalada edípica, con un hijo patatero y una madre roja como un tomate
GENE DEITCH (1924): IT´S GREEK TO ME OW (ES GRIEGO -GRANDE- MAULLAR, 1961)
Hablando de la exposición Mediterráneo. Del mito a la razón (ss. VI aC-IV dC) (Caixaforum, Barcelona & Madrid, a partir del 27 de febrero), y de la importancia de las ciudades, esta animación es un complemento esencial....
Mediterráneo. Del mito a la razón (ss. VI aC-IV dC): texto de presentación de la exposición (Caixaforum, Madrid & Barcelona, marzo de 2014-enero de 2015)
“No todo al comienzo enseñaron los dioses a los hombres,
mas, con el tiempo, buscando ellos lograron lo mejor” (Jenófanes, 10 -16D-)
“Sería un absurdo creer, que la
ciencia del gobierno de la ciudad, o la prudencia acerca del mismo, es la más
alta de todas las ciencias, si no se creyese al mismo tiempo que el hombre de
que se ocupa es lo más excelente que hay en el universo.” (Aristóteles, Moral
a Nicómaco, VI, 5)
Mediterráneo. De los enigmas del mundo al misterio del
alma: Para bien o para mal, según como juzguemos la historia, somos, hoy,
personas urbanas, descreídas y angustiadas o ensimismadas gracias a lo que, en
contacto con el Próximo Oriente y con Egipto, aconteció en el mundo griego,
entre los siglos VI y IV aC, y en el Imperio Romano imbuido de helenismo.
De pronto, los mitos pasaron de contar la verdad acerca del pasado, a contar verdades… indemostrables, como si
éstas solo se aplicaran al mundo de los sueños; verdades necesarias, sin
embargo, para mantener las esperanzas de los humanos. Pero la mirada descreída
se impuso.
Así, en las costas de Jonia, hoy en Turquía, en contacto con
los imperios orientales y quizá egipcio, y de la Magna Grecia, en el Sur de
Italia y en Sicilia, pensadores como Tales y Heráclito dejaron de creer que el
universo era una creación divina para pensar que era el fruto de la acción de
elementos primordiales: agua, tierra, aire, fuego. Los mitos ya no explicaban
el origen y el sentido del cosmos, sino que éste, juzgado como un enigma, un reto al que el ser
humano se enfrentaba, tenía que ser solventado sin intervención sobrenatural
alguna. Los dioses aún existían (aunque algunos pensadores, desde el s. VI, pusieron
en duda o su realidad, o consideraron que eran una invención humana, solo útil
para unir a los humanos en ritos comunes), pero ya no era necesario recurrir a
ellos para tratar de comprender la lógica del universo.
Las relaciones entre los dioses y los humanos no fueron las
únicas que cambiaron. También se trastocaron las relaciones intersubjetivas.
Las ciudades no fueron inventadas por los griegos, pero la ciudad griega, a
diferencia de la oriental, incorporó casi siempre un espacio nuevo: el espacio
público, la plaza pública, el ágora, un lugar central en la vida de la ciudad
que no pertenecía a reyes o sacerdotes (que ya no existían en Grecia), ni
estaba entregado enteramente a poderes sobrenaturales, sino a la comunidad: un espacio de intercambio
de bienes y de ideas, lugar de discusión y mercadeo, en el que la ciudad
exhibió sus valores. Así, La Paz, la Abundancia y la Prosperidad, y la
Justicia, que la ciudad traía y garantizaba, fueron personificadas en el ágora,
junto con figuras heroicas y divinas que daban fe de las transacciones
comerciales y espirituales que acontecían en el corazón de la urbe. Algunas de
las sedes filosóficas principales tuvieron cabida en este lugar.
Desde Platón (s. IV aC), los “héroes” no eran los más
fuertes físicamente sino los que no temían a la muerte, los que incluso la
buscaban. El cuerpo ya no era entidad, sino que el alma (la psique) era lo más
valioso y representativo del ser humano, lo que perduraba después de muerte y
tenía que ser preservado.
El alma se manifestaba también en vida. Despuntaba en los
ojos, de los enamorados sobre todo, cuya mirada brillaba. Un nuevo arte –el
retrato-, inexistente hasta finales del s. IV aC, tuvo como fin captar y
reflejar la mirada emocionada, y nuevos dioses, desde Isis hasta Jesús, muy
distintos de las divinidades tradicionales, más comprensivos con las miserias
humanas, aparecieron, sobre todo en la parte oriental de Imperio romano. Tenían
como razón de ser salvaguardar el alma y asegurarle la vida eterna. La vida interior,
tan enigmática como la estructura del cosmos, era el nuevo universo al que se
enfrentaba el sabio.
Mediterráneo. Del mito a la razón (ss. VI aC- IV dC)
es una exposición, producida por la Fundación “la Caixa”, con unas ciento
setenta obras plásticas y literarias greco-latinas (estatuas, relieves,
cerámicas, frescos, mosaicos y joyas), procedentes de museos europeos, entre
los que destacan colecciones públicas y privadas de Grecia. Trata algunos de
los cambios duraderos, llegados hasta nosotros, en la concepción y percepción
del mundo celestial y terrenal, divino y humano.
De un Mediterráneo explicado a través de los viajes míticos
de Ulises, Jasón y Heracles –héroe mediterráneo, y dios común a la mayoría de
los pueblos ribereños-, se pasó a una ordenación cuadriculada del espacio
humano, a una urbanización del mundo, propia de las ciudades coloniales
griegas, y a una concepción del ser humano, dotado de un alma, que asumió las virtudes
y las vicisitudes de los antiguos héroes que aun sobreviven en nuestro
imaginario.
La muestra se completa con la recreación del ágora ateniense
en época de Pericles, y con la audición de textos clásicos que hubieran podido
pronunciarse en el centro de la ciudad.
“Los héroes han perdido la gloria, los sabios sus
discípulos. Las gestas, si no existe un pueblo lo bastante noble para
escucharlas, no son más que un golpe violento sobre una frente sorda, y las
palabras elevadas, si no resuenan en almas elevadas, son como la hojarasca cuyo
murmurio se ahoga en el lodo.” (Hölderlin, Hiperión)
domingo, 12 de enero de 2014
Gangstarquitectura, o el fulgor de lo hortera: la nueva sede del mercado de los Encantes (Barcelona, 2013)
El mercado de los Encantes es -o era-, como espacios o estructuras similares en otros ciudades (desde el rastro en Madrid, hasta Saint-Cloud en Paris o Camden Town en Londres) un laberinto de callejuelas donde, en fechas determinadas, o diariamente, vendedores ocasionales y puestos fijos exponen objetos viejos -más que antiguos: un mercado de viejo. Los visitantes, posibles compradores, deambulan entre la multitud, buscando y rebuscando en las paradas, estantes repletos y trastiendas casi inaccesibles, entre pilas inestables de objetos descascarillados, muñecas rotas y sin embargo atractivas, juguetes abandonados, revistas usadas, vajillas y cuberterías de otro tiempo, restos de otras vidas, que pueden volver a la vida si una mirada o una mano se fija en ellos y los rescata. El placer del visitante reside tanto en el caminar sin objetivo fijo como en la relación íntima que se establece de pronto con un objeto en el que nadie más se ha fijado ni posee cualidades objetivas o visibles propias para llamar la atención; las cualidades son halladas, o son donadas, en apariencia, por quien se detiene ante el objeto. No son antigüedades sino anticuallas; no tienen que acabar en una vitrina, sino en un rincón, de pronto animado por la presencia del objeto insólito del que el comprador se ha encariñado; pues de devolver el cariño a objetos huérfanos parece tratar la compra y venta en un mercado de viejo; no se va para buscar algo en concreto, sino para perder el tiempo, dejando que sean los objetos los que entren en contacto con nosotros. Pues no es cierto, en verdad, que dignificamos lo que encontramos, sino que el hallazgo nos dignifica. Se acude a un mercado de viejo para ser apelado, para convertirnos en seres especiales gracias al llamamiento que un objeto indistinguible establece. Ni lo buscamos ni lo hallamos: nos encuentra.
La compra (o en encuentro) puntúa el recorrido sin rumbo fijo; la multitud, las paradas, la luz cambiante, el cansancio o la curiosidad guían los pasos. Se deambula muy lentamente en un mercado de viejo. No se puede ir con prisas. Los objetos se hacen rogar. Hay que tener tiempo para ponerse a su servicio, para ponerse en fila hasta que nos reclamen.
Barcelona disponía de una zona laberíntica, entre casetas, en los márgenes de la ciudad, donde se podía practicar entre peculiar encuentro con el objeto: Éste no era comprado sino que entraba en contacto con nosotros y nos compraba. Pensábamos que lo seleccionábamos y le devolvíamos prestancia y dignidad, tras haberlo rescatado de una pila indescriptible, cuando era él el que nos esperaba y, quizá, nos había guiado, de manera desviada, hasta él, para someternos a escrutinio. No todos los objetos se dejaban adquirir.
Este espacio, donde imperaban reglas distintas a las leyes urbanos, donde el deambular era posible -era conveniente o necesario- ha desaparecido. Todas las paradas se han recogido y se han dispuesto en una amplia rampa -la maldición de la rampa en la arquitectura moderna- bajo una cubierta alta como una bóveda catedralicia, que arranca desde un nivel inferior al de la calle y culmina tras varias vueltas en la parte más elevada, en todos los sentidos de la palabra: las tiendas de anticuarios, y una área "gastronómica".
Aquí sí que se puede ir directo al grano y correr. Todo está ordenado y en su sitio. No se pierde el tiempo. Se sube y se baja rápidamente. La disposición horizontal, donde todo está al mismo nivel, donde nada sobresale, estableciendo un continuo indiferenciado, que permite o invita al hallazgo, a la ética del encuentro que devuelve la dignidad a quien halla y a lo hallado, se disuelve en una estructura vertical, piramidal, donde lo más valioso domina las menudencias. El precio, y no el encanto, dicta el orden. El orden, la ordenación se imponen. Se ordena el espacio y se ordena la circulación y las relaciones. De la tela tendida al suelo hasta la vitrina hermética. Es como si no se hubiera entendido, o se entendiera de manera perversa, qué es un mercado de viejo.
La cubierta, desmesurada, que se confunde con el cielo, acentúa esta fatigosa verticalidad, que rompe todas las relaciones sociales: ahora sí que se a a comprar, no al encuentro de lo fortuito, al descubrimiento, en el sentido literal, a lo que se descubre y nos descubre, al encuentro de una revelación cuando algo nuevo, necesario y hasta entonces inimaginable, se nos muestra, como si se dirigiera a nosotros, nos aguardara.
Brillos, reflejos, quiebros, dorados, espejos, es decir la gramática o el vocabulario del centro comercial más hortera e inculto corona el conjunto. Quizá se haya pensado que tal profusión de brillos dignificaría un modesto mercado de viejos, así como los objetos, anónimos casi siempre. Pero lo que denota es una mirada condescendiente, casi despectiva. La austeridad, el rigor, la disciplina, la mesura se guardan siempre para lo más valioso, lo que es digno de ser guardado; el respeto por los objetos se traduce en la contención de las formas. Aquí, por el contrario, la nula consideración por lo expuesto se manifiesta a través de un barato juego de purpurina. El bullicio, propio de un mercadillo, no necesita de este vociferante envoltorio que, por el contrario, ahoga las voces de los objetos. Quedan sepultados, y oscurecidos.
Y al lado, el Dhub.
Y la que nos espera.
sábado, 11 de enero de 2014
MICHAEL GERTELMAN: SUPERGATARI. HISTORY OF THE WORLD PHILOSOPHY (2013)
Elegido como uno de los mejores libros del año. Por desgracia (¿?), solo se vende en soporte electrónico. El héroe Supergatari debería volver al papel, al pergamino, al papiro...
Nota: Café de Ocata, del filósofo Gregorio Luri -el mejor blog de España- ya publicó gran parte de estas viñetas el jueves 9 de enero.
Casualidad
Se recomienda leer los comentarios en aquel blog.
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