viernes, 9 de mayo de 2014

MARCEL GIRÓ (1913-2011): ARQUITECTURAS (AÑOS 50 Y 60)











El Museo de Badalona (cerca de Barcelona) expone fotografías de un artista catalán, nacido en esta ciudad, poco conocido en España. Exiliado tras la guerra a Brasil, fue miembro de la Escuela Paulista brasileña que renovó temas y enfoques fotográficos.
Su visión de la arquitectura de Niemeyer humanizó a ésta. La geometría de luces y sombras enmarcan a figuras solitarias que, cuando salen del marco, permiten que las formas, hasta entonces tiesas, en guardia, se relajen.
Un hermoso y desconocido trabajo.

jueves, 8 de mayo de 2014

ELLIOT DEAR: BUBBLE(TEMA DE KING CREOSOTE Y JON HOPKINS, 2011)


Bubble from Elliot Dear on Vimeo.

Sobre este joven animador británico, y esta hermosa animación, véase su página web

JULIAN ANDERSON (1967): EDEN (2005)



Julian Anderson es uno de los compositores ¿clásicos, de música contemporánea, culta? más interesantes hoy en Inglaterra, que sortea la frontera entre instrumentos acústicos o "clásicos" y electrónicos.
Edén es una breve obra de encargo, en la que algunos instrumentos están ligeramente desafinados -o afinados medio tono más bajo que el resto. En el Edén, érase una manzana -podrida (El Edén era un paraíso humano).

miércoles, 7 de mayo de 2014

Delfos y el diluvio

¿Y por qué en Delfos?
El errático viaje de Apolo, tras su nacimiento en la rocosa isla cicládica de Delos, y su paso por la Grecia central, concluyó a los pies del Parnaso, donde se ubicaba el santuario de Delfos, dedicado a la diosa-madre Gea.
Es cierto que Delfos no era la meta inicialmente perseguida. Apolo buscaba, a través de los densos bosques que cubrían la tierra, por la que apenas se podía circular, un lugar donde fundar su santuario. Creyó hallarlo en en las verdes praderas de Telfusa, recorridas por un arroyo apacible. Llegó hasta a instalar los cimientos del templo en cuyo interior quería anunciar el porvenir a los hombres. Mas la ninfa del lugar, llamaba Telfusa también, irritada por la invasora presencia de Apolo, le convenció para que buscara un recinto más tranquilo, contándole que numerosos carromatos transitaban con frecuencia, entre el crujir de los ejes, por un empinado camino cercano -lo que era no era cierto- haciéndole la vida imposible.
Apolo emprendió de nuevo la ruta. Pasó por pueblos de salvajes que no habían aun logrado crear comunidades. Dejó atrás a Teumeso, donde, otrora, Zeus escondió a Europa, la princesa fenicia que raptó, en forma de toro, en la orilla de la playa de Sidón. No se detuvo en Yalcos, la ciudad de los infatigables Mirmidones, hacendosos descendientes de una princesa seducida por Zeus metamorfoseado en una hormiga. Pensó, por un momento, instalarse en la llanura de Tebas, mas el bosque era tan impenetrable que desistió. Ni siquiera un dios habría logrado abrir un claro en la selva. Por  fin oteó el monte Parnaso. A sus pies, Parnaso, un héroe hijo del dios de los mares Poseidón, había fundado un recinto al que Delfos, un hijo de Apolo y la ninfa Tía, daría su nombre.
Apolo no podía no asentarse en este lugar. Delfos -que significa matriz- estaba dedicado a Gea, la diosa-madre. Pero, sobre todo, el Parnaso, que velaba sobre Delfos, era único. Fue allí donde la humanidad renació. Cuando Zeus decidió borrar a los ruidosos humanos de la faz de la tierra, humanos ensoberbecidos que pretendían conquistar el Olimpo, donde moraban los dioses, dio la orden que un diluvio se desencadenara. Hasta la misma Delfos se inundó.
Pero el dios Prometeo se compadeció de los humanos. Mandó a su hijo Deucalión que construyera un arca en el que se refugiaría, una vez abiertas las compuertas del cielo, junto a su prima y esposa Pirra. Al cabo de siete días, cuando cesaron las lluvias, el arca se detuvo. Había atracado contra un risco que sobresalió siempre de las crecidas aguas. Se trataba de la cumbre del Parnaso. Allí, en lo alto, también se habían refugiado los habitantes de Delfos, guiados por lobos, aconsejados por Apolo. Tras descender del arca, Deucalión y Pirra, alentados por Apolo, lanzarían piedras contra la tierra, que se convertirían en nuevos seres humanos, nacidos  de la tierra -en Delfos, la matriz de la humanidad.
Apolo no se desplazaba sin el arco y las flechas. Podía ser violento y cruel. La heroína Niobe, que se vanaglorió de haber tenido más hijos que la diosa Leto, a la que minusvaloró, fue asaeteada hasta morir por Apolo, hijo de Leto. Pero era también el dios que guiaba a los hombres. Éstos no dejaban de acudir a él para saber cual era el camino de la vida, qué rumbo tomaría ésta, hacia dónde tenían que ir. Por esto, Apolo tenía que instalarse cabe el Parnaso, el centro del mundo, allí donde la tierra volvió a la vida.

lunes, 5 de mayo de 2014

RAFAEL GUASTAVINO (1842-1908): PALACIOS PARA EL PUEBLO (MUSEO DE LA HISTORIA DE LA CIUDAD, NUEVA YORK, 2014)




Fotos: Tocho, Museum of the History of the City, Nueva York, mayo de 2014

El mapa de la ciudad de Nueva York, centrado en la isla de Manhattan, colgado en la entrada de la exposición del Museo de Historia de la Ciudad de Nueva York, sorprende: un denso racimo de puntos rojos (unos doscientos solo en la isla) señalan los edificios de Guastavino que aun se mantienen en Nueva York. La mitad de la isla es obra de este arquitecto valenciano. Como bien indican los textos, la imagen de Nueva York le debe todo a Guastavino.
Formado en la Escuela de Artes y Oficios -antes de que se convirtiera en la Escuela de Arquitectura- de Barcelona, en la segunda mitad del siglo XIX, quizá por motivos familiares -se separó-, emigró, con su hijo pequeño, a los Estados Unidos. Se piensa que, siendo masón, como comenta Llorenç Bonet, habría podido contar con apoyos en Nueva York o en Chicago. Pues, a poco de llegar, Guastavino ya construía la estructura de decenas de obras de otros arquitectos. Llegó a tener cien obras en marcha. Su éxito fue deslumbrante. Y solo el racionalismo y el extenso uso del hormigón puso fin a sus estructuras abovedadas de ladrillo, adaptadas de las vueltas catalanas. Su hijo cerró la empresa en 1962. Su padre, fallecido mucho antes, no llegaría a intuir la lenta decadencia a partir de los años treinta.
¿A qué pudo darse el éxito de Guastavino, precisamente en los Estados Unidos (en la costa este y en Chicago, por ejemplo) -Guastavino construyó poco en España (la fabrica Batlló, en Barcelona, es un buen ejemplo), y hoy, es un arquitecto menos recordado que otros, como Puig i Cadafalch, o Domenech i Montaner, de menor entidad-?.
La mayoría de las obras fueron públicas: estaciones de metro y de tren (Nueva York), bibliotecas (Boston), ayuntamientos (Nueva York), iglesias, etc. En todas, Guastavino empleó un sistema de construcción de bóvedas y de cúpulas, que cubrían amplias estancias, sin pilares, a base de varias filas de ladrillos. La distribución de las cúpulas se adaptaba a cualquier tipo de plantas, por irregulares que fueran.
El sistema de construcción era económico. Pero esta razón no era solo económica sino ética. Permitía dotar de una imagen palaciega a espacios públicos (Palaces for the People es, precisamente, el título de la presente muestra). Las bóvedas ne necesitaban ornamentación, ya que la cuidada trama de las juntas componía motivos geométricos o abstractos.
El antinaturalismo, el gusto por la sencillez y la sobriedad, el rechazo de la ornamentación excesiva, de la pompa barroca -o del art nouveau- fueron, sin duda, criterios que permitieron juzgar positivamente el trabajo de Guastavino. Los espacios abovedados y cupulados pertenecían al lenguaje de la Roma republicana. y se aplicaban a construcciones públicas, destinadas a la edificación de los ciudadanos. Les ofrecía espacios modélicos, casi pautas de comportamiento. Las masas quedaban bien encuadradas u ordenadas en las inmensas estancias públicas. La lógica constructiva y la articulación de los espacios eran visibles y lógicas. Guastavino ordenó el espacio a las necesidades físicas y morales de la comunidad, al tiempo que la dignificaba. Las cúpulas y las bóvedas recogían a las ciudadanos, sin oprimirlos. Los tonos siempre claros de los ladrillos y la nítida red de juntas elevaban el espíritu. Pero, al mismo tiempo, el arquitecto no se manifestaba como un gran creador. No rivalizaba con el Supremo; se ponía al servicio, por el contrario, de la ciudad.
La manera de construir de Guastavino, su ética a la obra de obrar sintonizó bien con el protestantismo, el puritanismo norteamericano. Los espacios eran recios, lógicos. Nada sobraba. Todo se manifestaba claramente. El gasto ni la ornamentación eran superfluos. Tampoco se daban proezas técnicas evidentes u ostentosas. Al mismo tiempo, la grandeza de los espacios pertenecía no a palacios ni a estancias privadas -aunque su hijo también construyó para magnates- sino a la colectividad. Ésta exteriorizaba su cohesión en y gracias a las estancias claramente cubiertas y articuladas de Guastavino.


domingo, 4 de mayo de 2014

ANNE GOSFIELD (1963): "BROOKLYN, OCTOBER 5, 1941" (2010, PIANO: YOON LEE, 1971) & COMBUSTION CHAMBER (CON EL TRIO EWA7, 2011)



Anne Gosfield es una pianista y compositora contemporánea, de Nueva York, considerada como una de las músicas norteamericanas actuales más serias, que combina sonidos industriales -en este caso procedentes de fábricas de la región minera y siderúrgica de la Ruhr, en Alemania, donde fue invitada- y notas de instrumentos, indistintamente acústicos o eléctricos o electrónicos.

viernes, 2 de mayo de 2014

El rostro del hogar: osuarios palestinos neoliticos en el Institute for the Study of the Ancient World (ISAW), Nueva York, mayo de 2014




















Fotos: Tocho, ISAW, Nueva York, mayo de 2014

Los difuntos no quieren dejar el hogar. Éste les representa, y les mantiene en vida; les une a la tierra y les guarece.
Quizá por este motivo, en culturas antiguas -entre el sexto y el tercer milenio aC, cuando dichas prácticas fueron abandonadas-, los muertos eran enterrados bajo el suelo del hogar, o en osuarios en forma de casa, guardadas en el interior de las viviendas. En este caso, tras un largo tiempo, el cadáver era desenterrado, y los huesos guardados en urnas arquitectónicas y anttopomotficas, depositadas en un altar del hogar. El difunto se convertía en un antepasado venerado, un ancestro protector de la casa y la familia. Estaba íntimamente unida a la casa mágicamente representada por la urna. La casa se animaba. Los ojos se abrían. La fachada se volvía un rostro. Ambas, casa y alma se influían mútuamente y, juntas, velaban,  desde del corazón del hogar, sobre éste. La casa miniatura era el cuerpo que al alma le faltaba, al mismo tiempo que constituía el ánimo del hogar.
Una hermosa exposición de osuarios del Levante, del calcolitico, hacia el quinto milenio antes de Cristo, en el Instituto de Estudios del Mundo Antiguo (ISAW) de Nueva York, revela el verdadero rostro del hogar y qué imagen se tenía de éste: un entre vivo y protector, maternal, en cuyo vientre los difuntos volvían a la vida para morar entre los presentes, asegurando la pervivencia de la casa.
Una hermosa exposición