sábado, 28 de junio de 2014

BOBBY WOMACK (1944-2014): HOME IS WHERE THE HEART IS (1976)



En homenaje -al cantante, y a una de las mejores canciones sobre el imaginario del hogar.

viernes, 27 de junio de 2014

Tiempo y vida (luces y sombras), según Marcel Proust

"Nuestro porvenir no es sino la sombra que proyecta nuestro pasado"
(Marcel Proust: A la sombra de las muchachas en flor)

TALISCO: MY HOME (2014)



Sobre este nuevo grupo francés véase su página web.

jueves, 26 de junio de 2014

San Pedro en Babilonia




Quizá lo que separa al Protestantismo del Catolicismo sea la capitalidad romana de la cristiandad y que Pedro sea el primer Papa y los pontífices, hasta hoy, jefes de la iglesia y sucesores de Pedro.
Según la tradición, el apóstol Pedro (llamado, en verdad, Simón, siendo Pedro un apodo que juega con la palabra piedra sobre la que Cristo afirmó fundar su comunidad -su iglesia-, de la que Él era al mismo tiempo piedra angular, piedra de clave y puerta, y Pedro, piedra fundacional) emigró a Roma donde fue crucificado. En el lugar de la crucifixión, en lo alto del monte Aurelio, Bramante, en el siglo XVI, por encargo de los Reyes Católicos de España, levantaría el Tempietto (aun hoy dentro del claustro de la Academia de España en Roma), un templo cupulado, de planta circular, que evocaba la creación del orbe.
Estudiosos protestantes han insistido, lo que es cierto, que en ningún párrafo de los primeros textos apostólicos -Evangelios canónicos, y las Actas de los apóstoles- se indica que Pedro, tras su excarcelación en Jerusalén, se dirigiera a Roma. Solo se indica que partió. No se precisa dónde. ¿Antioquía, quizá? No se sabe.
El final de la Primera epístola de Pedro puede ofrecer una respuesta. Pedro escribe desde una comunidad de Babilonia. Esta mención ha hecho correr ríos de tinta. La iglesia católica ha interpretado que Pedro se refería a la corrupta Roma. Babilonia, tanto en el Antiguo Testamento, como en el Apocalipsis de Juan, es una ciudad denostada; en el Apocalipsis, Babilonia es, en tanto que una ciudad de perdición, es una manera de referirse a la Roma de los Césares. La reciente gran exposición sobre Babilonia, organizada por el Museo del Louvre de París en 2008, dió por buena esta interpretación canónica. Se aduce, por otra parte, que Babilonía no era sino un campo de ruinas en el primer siglo dC, por lo que difícilmente Pedro pudiera haberse dirigido hacia esa ciudad.
Otros autores, católicos también, piensan que Babilonia es también una manera de aludir a una ciudad corrupta, pero ésta no sería Roma, sino la Jerusalén terrenal.
Sin embargo, la propia exposición del Museo del Louvre puso en evidencia que Babilonia seguía siendo una ciudad habitada en el primer siglo de nuestra era. Tras haber sido conquistada por Alejandro en el siglo IV aC, seguís disponiendo de un teatro, y el gran templo de Marduk acogía aún el culto al dios principal del panteón babilónico. La ciudad estaba en decadencia, las ruinas dominaban, pero aun era un centro comercial, y acogía a una comunidad judía. Babilonia no era una ciudad muerta, y perduraría activa varios siglos más, hasta casi la invasión árabe, en el siglo VII.
La equiparación entre Roma y Babilonia, a fin de significar la perversión de la capital del mundo, se halla en Juan, pero el Apocalipsis es un texto tardío, posterior a la Epístola de Pedro. Los estudiosos indican que denominar Roma como Babilonia no habría sido entendido (la Epístola no denota ningún tono crítico hacia Roma). Existía también una pequeña Babilonia en Egipto, sin importancia, desconocida, posiblemente, por lo que  Pedro podría no haberla conocido.
¿Estuvo Pedro en Babilonia? Sin duda, conocía la imagen que de esta ciudad da el Antiguo Testamento. Si hubiera estado, ¿fue a petición de una comunidad judía, que menciona, o fue para mostrar que el espíritu solo podía manifestarse resplandescientemente allí donde imperaba la noche?
¿Conocía a Marduk, el babilónico creador del universo?
Seguramente, preguntas sin respuesta.

El día de San Pedro se aproxima...

miércoles, 25 de junio de 2014

ROBERT PROCH (1986): VIRUS (2009)



virus from robert proch on Vimeo.

Véase la página web de este excelente animador polaco

lunes, 23 de junio de 2014

BRUCE BICKFORD (1947): THE CASTLE (EL CASTILLO, OBRA INACABADA, 1972-)



Son célebres sus colaboraciones con el desaparecido músico Frank Zappa.

Estatuas mesopotámicas: ¿qué eran, qué representaban, cuál era su finalidad?





Las esculturas mesopotámicas responden casi siempre a un mismo modelo: figuras de pie o sedentes, masculinas o femeninas, frontales, las piernas juntas, vestidas con una pesada falda de lana que en el caso de las figuras femeninas cubre todo el cuerpo, los ojos incrustados bien abiertos, y las manos juntas, portando a veces un recipiente.
Los representados suelen ser humanos: donantes o sacerdotes, aunque se sabe que existían estatuas antropomórficas que representaban a divinidades. Éstas se han pedido: posiblemente se compusieran de una estructura de madera, recubierta de ropajes, con las manos, pies y la cabeza, de piedra o marfil, más o menos naturalistas, como las muy posteriores estatuas criselefantinas griegas.
El gesto ha sido interpretado como de sumisión, adoración o respeto.
Las figuras no son naturalistas. No reproducen los rasgos de ningún individuo. Las convenciones gráficas están acentuadas, y el estilo de las estaturas varió poco a lo largo de los milenios, si bien la mayor parte de las estatuas conservadas son obras del tercer milenio.
Junto con estas estatuas de piedra, blanca o negra, que podían estar parcialmente pintadas, existían figuras de adobe o terracota, amén de la gran estatuaria de madera.
Las estatuas proceden todas de santuarios.
Se ha considerado que eran fetiches mágicos, aportados por un individuo al que la estatua sustituía. Depositado en el interior del templo, permitía que el donante estuviera, a través de su representante -la estatua-, en permanente contacto con la divinidad, lo que se probaba a través de los ojos bien abierto que expresaban admiración y temor, y desde luego eran un testimonio que el donante, gracias a la estatua, estaba en constante contacto visual con la divinidad, se hallaba bajo el influjo de aquélla -que moraba en la estatua de culto.
Sin embargo, las estatuas no eran monolíticas. Se componían de piezas sueltas que se juntaban: cabezas, tronco, extremidades, etc. Esto significa que la vida de la estatua era mucho más larga, ya que las partes dañadas se sustituían. De este modo, una estatua podía adquirir diversas funciones, dependiendo de la alteración de una parte de aquélla.
La historiadora Jean Evans piensa, hoy, que las estatuas tenían dos vidas. Inicialmente sustituían al donante. Éste imploraba la protección de la divinidad a través de su estatua. Mas, cuando el donante fallecía, la estatua no era destruida. Posiblemente, se le cambiara la cabeza y se convirtiera, ya no en un doble de un ser vivo, sino en la evocación de un antepasado. En este caso, la estatua entraba en el mundo divino. Y el culto ya no se dirigía, a través de la estatua, hacia la divinidad, sino que, dado que la estatura, ahora, era un doble de un antepasado o un ancestro, sino que se orientaba hacia la propia estatua (hacia el antepasado figurado por la estatua). La obra ya no era un medio, sino un fin. No canalizaba los ruegos y plegarias, sino que los recibía. Se convertía así en un objeto de culto.
Por este motivo, es imposible saber a qué se referían las estatuas mesopotámicas, cuál ra su razón de ser. Desde luego, eran objetos sagrados, pero en un caso su referente era humano, en otro divino (el antepasado al que se le rendía el mismo culto que a una divinidad). El posible que el culto a los ancestros era más vivo, ya que aquéllos podían actuar de manera más eficaz que los dioses siempre distantes.