El Paraíso es un lugar que se conoce a través de la Biblia y
de textos inspirados por ésta, así como por el Corán. Se trata de un jardín:
así al menos lo evoca el término con el que se le designa. En efecto, paraíso
viene, a través del griego paradeisos
–que significa parque, en el que se cuidan árboles y animales, como en los
cotos de caza reales- del antiguo persa pairidaêza:
espacio cercado (en griego, para se puede traducir por a lo largo de). Paraíso
designaba –o era-, pues, un jardín acotado, bien señalado, especial. Éste posiblemente
tenía un nombre propio. La Biblia lo denomina Edén.
Un primer problema con el que nos enfrentamos al comentar el
imaginario del paraíso proviene de la misma palabra moderna que empleamos.
Paraíso no es lo mismo que el griego paradeisos
–ni el término persa. Paraíso se asocia a Jauja, al Jardín de las delicias: un
espacio dedicado al placer de los sentidos. El calificativo que acompaña al
término paraíso en la Vulgata, voluptuoso, está sin duda en el origen de la
imagen placentera del Paraíso. Éste no está libre de evocaciones luminosas en
el antiguo testamente. Así, Isaias (Esa, 51, 3) profetisa que Yahvé hará del
desierto un Edén y de la estepa un jardín de Yahvé (Edén y jardín, que la
Biblia en hebreo distingue así como la Vulgata –delicias, hortus- y las traducciones modernas, se expresan por una misma
palabra, paradisos, en la versión
griega) donde la alegría se hallará en medio del sonido de la música. Pero, en
verdad, el Paraíso es, en hebreo, un jardín sin especiales cualidades: un gn, un simple jardín, sin las imágenes sensuales
asociadas al Paraíso. Sin embargo, las imágenes que las palabras en una y otra
cultura, pueden nuevamente desorientarnos. ¿Acaso en un clima desértico, un
jardín no despierta los sentidos? Un jardín en una tierra árida o desértica debía
ser un lugar singular, que debía, como todo oasis, evocar imágenes o
sensaciones casi físicas de frescor y abundancia. El Paraíso podía haber sido un
oasis.
Sin embargo, la relación entre el lugar y su nombre no está
clara. En la Torá (Gn., 2, 8), el Paraíso (un jardín) se halla en el Edén, así
como en el Génesis en griego, pero en la Vulgata (latina), el nombre Edén no
aparece; el jardín, en el que Yahveh deposita el adán (el ser humano) que ha
moldeado con barro, no es un jardín cualquier sino que es cualificado de
voluptuoso. De ahí, sin duda, las delicias del jardín del o en el Edén, del
cuadro de El Bosco. La confusa relación, acentuada por las traducciones tanto griegas
y latinas cuanto a lenguas modernas, se acentúa cuanto el texto de la Torá, que
ha ubicado el Jardín en el Edén, lo describe unos versos a continuación (Gn, 2,
15). Este jardín ha sido creado por dios para el ser humano. Pero el profeta Ezequiel,
que reconoce que el jardín se halla en Edén –volviendo a distinguir los
espacios del paraíso y del Edén-, precisa que el paraíso, el jardín es de Dios
(Eze. 28, 13). Éstas son las únicas escasas ocasiones en las que el Antiguo
Testamento en hebreo pone en relación el paraíso y el Edén, si bien esta relación
no está clara. El paraíso sería una parte del Edén, o podría coincidir con él.
Las traducciones modernas, por el contrario, conjugan el Edén y el Paraíso en
varias ocasiones más, las versiones en griego y latín –que constituyen la “base”
del antiguo Testamento en Occidente-, en cambio, nunca mencionan el Edén cuando
se refieren al Paraíso.
Es posible que la razón resida en que el Edén era un
lugar ubicado en el origen de los tiempos, mientras que, como comenta Lucas
(Luc, 43), el Paraíso era el espacio que aguardaba a las almas, y donde resucitarían
los difuntos en el final de los tiempos, una concepción muy distinta de la que
se desprende de la Biblia en hebreo. Así, el Edén sería un lugar dado a los seres humanos -su lugar "natural" del que quedarán privados por sus acciones (por su cultura, sus ansias de conocimiento)-, mientras que el Paraíso sería un espacio que se gana (tras una vida justa que tendría que haber transcurrido en el Edén).Es posible, pues, que el Paraíso no existiera si no se hubiera tenido que abandonar el Edén; el Paraíso sería un lugar compensatorio, que se merecería tras la travesía en el desierto (que es una vida fuera del Edén)