jueves, 16 de junio de 2016

miércoles, 15 de junio de 2016

COLE SKAGGS (1993): 78 HOURS (2015)

78 Hours from Henning Larsen Architects on Vimeo.

La Filmoteca de Cataluña, en Barcelona, estrenó hace cuatro días este premiado cortometraje sobre arquitectura

¿Quién construye la ciudad?





La presentación de la reedición del hermoso libro de la profesora de arquitectura Marta Llorente (La ciudad: huellas del espacio habitado), ayer noche, dio lugar a un debate sobre quienes son los responsables de la ciudad. Por un lado, arquitectos renombrados sostenían la primacía -o la única autoría- del arquitecto, sobre todo si asumía la doble función del político, mientras otros defendían una multitud de causas o responsables, desde el cielo hasta las asociaciones de vecinos, desde el acierto y los errores. Desde luego, la responsabilidad última o primera era, también en este caso, del arquitecto; pero arquitecto era el que sabía interpretar el espacio y convertirlo en un lugar habitable, el que creara comunidades o asociaciones, no el que disponía de un título. El arquitecto era el que sabía vivir y sabía hacer partícipes a los demás de su visión, y no el técnico.
Marta Llorente supo hallar el verdadero responsable: el intérprete.
Intérprete: quien sabe escuchar las voces de los dioses, de los muertos, de la tierra; de su alma y del Alma; quien pone su imaginación y quizá sus manos, pone su talento y su deseo, al servicio de las imágenes sonoras y visuales que emanan del cielo y de la tierra. El intérprete presta atención a lo que le llega y lo traduce de manera que las voces del pasado y del espacio lleguen nítidamente. Enuncia, traza, mima o imita, danza las voces y las visiones que le llegan porque sabe sentir.
Las primeras ciudades no nacieron del trazado de una cuadricula -que parcela, divide, separa- sino de los ceremoniantes que recorrían el lugar ritualmente, de espacio sagrado en espacio sagrada e iban, imperceptible mas tenazmente, dejando huella, trazando caminos, el recuerdo de la danza de los cuerpos en el espacio. La ciudad -como la arquitectura- es un sueño, a veces hecho realidad, pero que no necesita petrificarse para existir, para lograr que los humanos aspiremos a una vida mejor, más plena. Un intérprete no es un genio, sino quien se pone a disposición para mediar entre el cielo y la tierra y lograr el prodigio de un acuerdo, de un acorde.
Qué lejos estamos de la arquitectura según qué concepciones.

lunes, 13 de junio de 2016

La arquitectura según Friedrich Nietzsche (1844-1900) ( o El alma y el laberinto)

"Si quisiéramos intentar construir una arquitectura acorde a la naturaleza de nuestra alma -pero somos demasiado cobardes para eso- el laberinto debería ser nuestro modelo"

(F. Nietzsche: Aurora, aforismo 169)

MICHEL HOUELLEBECQ (1956): LE MONDE EXTÉRIEUR (EL MUNDO EXTERIOR, 1992, 2004)




El novelista Michel Houellebecq estudió cine. Realizó algunos cortometrajes -sin interés para este blog- y escribió el guión de varios otros.

El mundo exterior, dirigido por el diseñador gráfico David Rault, se basa en un poema suyo "baudelairiano" de 1992 -que el novelista recita- sobre el desánimo, el desinterés o el miedo ante lo que se percibe a través de la ventana de una casa, que permite vistas e impide la comunicación verbal.


Il y a quelque chose de mort au fond de moi,
Une vague nécrose une absence de joie
Je transporte avec moi une parcelle d’hiver,
Au milieu de Paris je vis comme au désert.
Dans la journée je sors acheter de la bière,
Dans le supermarché il y a quelques vieillards
J’évite facilement leur absence de regard
Et je n’ai guère envie de parler aux caissières.
Je n’en veux pas à ceux qui m’ont trouvé morbide,
J’ai toujours eu le don de casser les ambiances
Je n’ai à partager que de vagues souffrances
Des regrets, des échecs, une expérience du vide.
Rien n’interrompt jamais le rêve solitaire
Qui me tient lieu de vie et de destin probable,
D’après les médecins je suis le seul coupable.
C’est vrai j’ai un peu honte, et je devrais me taire ;
J’observe tristement l’écoulement des heures ;
Les saisons se succèdent dans le monde extérieur.

MICHEL HOUELLEBECQ (1956): BEFORE LANDING (ANTES DE ATERRIZAR, 2014-2015)










Antes de aterrizar: no sé sabe si suavemente o en caída libre. Posado o estrellado....

El novelista francés Houellebecq tomó un gran número de fotografías para documentar los paisajes de la novela El mapa y el territorio, una sátira del arte contemporáneo.

Sus fotografías retratan Francia desde las alturas (aviones o montañas). Muestran paisajes devastados, grises construcciones, ciudades y campos degradados, ya sea por las heridas de las "grandes superficies" -aparcamientos, centros comerciales, etc.-, ya sea por la preservación a ultranza, la recreación de un pasado rural mitificado (esas insoportables vacas pintadas, supuestamente tiernas y colorísticas, que han invadido las ciudades), que convierte el territorio en un parque temático.
una exposición, en 2014, reveló este aspecto desconocido del arte del novelista.

El Palais de Tokyo, en París, está a punto de inaugurar una nueva gran muestra sobre la fotografía de Houellebecq

sábado, 11 de junio de 2016

Belchite, o el testimonio de las ruinas (Agustí Villaronga -1953-: Incierta gloria, 2016)





















(Bomba aún incrustada en una de las fachadas del campanario -parte superior derecha)

















Fotos: Tocho, junio de 2016


Belchite es un pueblo en ruinas en la Comunidad de Aragón (España).
El gobierno del "Generalísimo" Francisco Franco, vencedor de la guerra, no quiso, pese a las promesas que realizó tras la contienda, reconstruirlo, a fin de que quedara como un testimonio de la destrucción del ejercito del gobierno legítimo republicano, que compensara la poderosa efigie de Guernica, el cuadro de Pablo Picasso. Belchite no sería una imagen sino un testimonio real.

Republicanos y falangistas -o votantes de los partidos de derecha e izquierda- convivían en Belchite antes de la Guerra Civil.
Tras el 18 de julio de 1936, los jóvenes del pueblo tuvieron que acudir a la capital cercana, Zaragoza, para saber dónde tenían que alistarse. Zaragoza bien pronto fue tomada por los sublevados falangistas. Los jóvenes, independientemente de su adscripción política, fueron enrolados en el ejercito del General Franco.
Los habitantes falangistas que habían huido del pueblo, mayoritariamente leal al gobierno republicano, regresaron al cabo de quince días, tomaron el pueblo y ejecutaron no sé sabe cuántos habitantes republicanos.
Toda la región aragonesa cayó en 1937. Belchite era un punto estratégico para controlar el paso de tropas hacia el Mediterráneo (hacia Valencia y Barcelona).
El ejército republicano decidió tomar Belchite, una de las pocas victorias del ejército legítimo. A un precio inimaginable.

La batalla de Belchite duró trece días. La población vivió encerrada en sótanos. Murieron seis mil de los diez mil habitantes.
El ataque empezó por el ábside de una de las iglesias, situada en un extremo del pueblo. La conquista de la iglesia duró un día, que cayó cuando se derribó parcialmente el campanario desde cuyo alto una ametralladora  controlaba los campos circundantes, e impedía el avance de los soldados republicanos. Solo la batalla de la iglesia causó la muerte de ciento cincuenta soldados republicanos. Una bomba aun se encuentra incrustada en una grieta del campanario.
Tomada la iglesia, los combates prosiguieron sin enfrentamientos visibles. No se luchó calle por calle sino casa por casa. Siempre por dentro. Desde fuera nada se veía. Calles desiertas. En cuanto una vivienda caía, se practicaba un agujero en los muros perimetrales, se lanzaban granadas en las estancias de la casa vecina, se aguardaba y se entraba. Así, casa por casa, durante casi dos semanas. Se destruyeron trescientas de las mil quinientas viviendas.
Las heridas se gangrenaban. Solo cabía la amputación. Pero los cortes se infectaban hasta causar la muerte.
Era agosto.  No había tiempo para enterramientos. Los cuerpos se descomponían al momento. Los cadáveres se apilaban en una plaza, se rociaban con gasolina y se quemaban. Solo se han encontrado ochenta cuerpos -aunque algunos aun yacen debajo de las ruinas.
El ejército sublevado contraatacó siete meses más tarde. Se apoyaba en el ejército de África, mercenarios implacables de las guerras coloniales. No hubo casi combates. El ejército republicano estaba en desbandada. Había perdido la batalla del Ebro que abrió la vía a las huestes sublevadas para la conquista de las regiones costeras. Aviones sobrevolaban el pueblo y ametrallaban a la población.
Los muertos fueron echados en dos fosas comunes cubiertas con una losa, convertidas, durante años en santuarios falangistas, a la luz de las antorchas. No se han abierto nunca.

Tras la guerra, y hasta la inauguración del nuevo Belchite -llamado Pueblo acogido por el Generalísimo- en 1954, las casas que aun permanecían en pie, fueron ocupadas de nuevo. Una de las iglesias, en ruinas, incluso acogió celebraciones  religiosas.
 Las ruinas fueron habitadas hasta principios de los años setenta. El peligro que causaban llevó a que las viviendas fueron tapiadas. Desde entonces, la ruina del pueblo se ha acelerado. Tejados y muros se van desmoronando. El vandalismo ha llevado a que, hoy, la visita, sobrecogedora, se realice con guía.

La filmación de la nueva película del director español Agustí Villaronga, Incerta gloria -basada en una conocida novela de Joan Sales, sobre la incierta frontera entre anónimos vencidos y vencedores-, protagonizada por Marcel Borràs, durante dos días, en las ruinas del pueblo, ha permitido visitarlas libremente (el yacimiento se cerró al público externo), con las imprescindibles y hermosas explicaciones de guías, hijos de habitantes del pueblo durante la Guerra Civil -a quienes agradezco sus consejos-.
Espero no haber traicionado sus palabras.












Agradecimientos a los guías del yacimiento, al director Agustí Villaronga y al equipo de la película y del "cátering" y, muy especialmente, a Marcel Borràs, quienes generosamente han permitido asistir a un día de rodaje, y a la visita libre de Belchite