lunes, 22 de agosto de 2016

WOLFGANG SUSCHITZKY (1912): LA CIUDAD DE LA LLUVIA (LONDRES, AÑOS 30 Y 40)










































Dos elementos caracterizan la ciudad, para el fotógrafo vienés Suschitzky, instalado en Londres -huyendo de la Alemania nazi por ser judío y de padre comunista- desde los años 30: la niebla -y el humo- y la lluvia, que se refleja en la calzada, creando y distorsionando las imágenes espejadas. Las calles, los puentes se hunden en la niebla, de la que emergen los edificios; la ciudad brilla bajo la lluvia.
Los ciudadanos caminan de espalda, cubiertos por los paraguas que, juntos, dibujan tensas ondas apenas encauzadas. Y, sin embargo, son los hombres los que se destacan y parecen conceder sentido a la ciudad. Ésta no los engulle, ni los anula; no están perdidos. Por el contrario, parecen tan familiarizados con la ciudad que neutralizan el poder disolvente de la niebla y la lluvia.
 Suschitzky supo -sabe- captar la ciudad como un marco en el que la vida, callejera, curiosa, sorprendente, levemente irónica, se desenvuelve.
La ciudad es el soporte de anuncios, escaparates, de atractivos que no vemos pero que sabemos existen porque una multitud de ciudadanos manifiestan sentirse captados por lo que no nos dejan ver, tan absortos se hallan. Una ciudad cinematográfica -Suschitzky fue también fotógrafo de películas de ficción y sobre todo de documentales-, marcada por la luz rasante del atardecer, cuyas calles son largos pasadizos por donde discurren las sombras de edificios -velados por la bruma- y paseantes.
De algún modo, Suschitzky creó la imagen de Londres que aún perdura en el imaginario.

PS: ¿El último fotógrafo urbano histórico viviente? Nació antes de la primera Guerra Mundial

Una exposición en Londres, precisamente, lo recuerda.

CRISTOBAL LEON 1980) & NINA WEHRLE (1984): DER KLEINERE RAUM (THE SMALLER ROOM; LA ESTANCIA MÁS PEQUEÑA, 2009)

sábado, 20 de agosto de 2016

THOMAS GLEESON (1974): HOME (HOGAR, 2012)




¿Qué hace que una casa sea un hogar?
Considerado el mejor cortometraje documental neozelandés.

viernes, 19 de agosto de 2016

El tamaño...














Fotos: construcciones de los años 50, de la época de la filmación "Pandora y el holandés errante" con Ava Gadner, en Tossa de Mar. Fotos, Tocho, julio 2016

Existen edificios en pueblos de la costa española, construidos en los años cincuenta, de volúmenes sencillos enlucidos, con añadidos de delgados tubos de hierro negro que componen barandillas, barras de toldo , mástiles, soportes de anuncio, tan finos y aéreos como las primeras figuras de alambre de Calder, y aplacados de piedra que no esconden lo que son, que envuelven o remarcan alguna parte del edificio, a modo de modesto guiño, un recuerdo irónico de los torreones de cuento. Una arquitectura, que sugiere desenfado y abandono, de siesta y relajo -pero funcional, eficaz y resistente al tiempo y el olvido-, capaz aún de evocar imágenes irreales de vacaciones de estío, como las películas de Jacques Tati.

Existe la arquitectura de los recientes campos de golf, cercanos a la costa española también, "diseñada por prestigiosos y multi premiados arquitectos", que busca "realizar un complejo impactante y que se integrara en el paisaje circundante constituido básicamente por dos campos de golf. Uno de los objetivos prioritarios de este proyecto fue disminuir en la medida de lo posible el impacto de esta edificación en el entorno [una construccion impactantes que no impacta, algo solo al alcance de los dioses]. Así [en el caso del hotel] se pensó en una construcción curvada con la finalidad de provocar una sensación de recorrido temporal" (sic, y en efecto, hay que andar y andar en entradas dignas de centros comerciales y aeropuertos; de los textos promocionales del Resort PGA de Caldes de Malavella), y que amontona ante la entrada pórticos, gruesas jacenas, voladizos imposibles y desmesurados paramentos de vidrio en superficies blancas con una faja de listones de madera, un "vocabulario" definido hace años por arquitectos californianos, pero con formas aún más pesadas, en volúmenes desconjuntados de varias alturas y cuerpos de centenares de metros cuadrados, que cumplen la misma función que los platos para ogros, cuadrados u ondulados, de ciertos restaurantes modernos: ser un signo visible y reconocible que estamos ante un restaurante moderno y por tanto muy caro, o en una urbanización al alcance de muy pocos bolsillos entre campos escoceses en medio de secarrales. Arquitectura de premio, sin duda 




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