La teoría es un ejercicio consistente a fijarse en las cosas para tratar de entenderlas observándolas; son cosas que no se extraen del entorno sino que se miran desde cierta distancia.
La teoría presta atención a las cosas y los actos. Se muestra cuidadosa con ellos. Los trata con respeto. La teoría implica estar atento a lo que nos rodea y ser atento con nuestro entorno. Éste debe cuidarse. Se tienen que cuidar las formas, mostrándose educado ante el mundo. Los entes y los seres frágiles requieren cuidados. Nuestra desidia los deja aún más a la intemperie. Pueden desaparecen, por lo que acabaríamos solos, sin nada alrededor nuestro, nada que nos arrope ni nos proteja, nada en lo que podamos confiar, nada en qué proyectarse, como si las cosas fueron hijos nuestros a través de los cuales sobrevivimos.
Las obras pueden tener una vida mucho más larga que la nuestra. Creemos que las pirámides se construyeron para la eternidad y que van a durar para siempre. Pero las pirámides solo existen porque nos preocupamos por ellas, porque las contemplamos y tratamos de entenderlas. Sin nuestras atenciones no serían sino un absurdo y vano amontonamiento de piedras sin ningún sentido, una muestra de vanagloria que nada aportaría.
La expresión catalana "tindre cura" implica un mayor grado de compromiso con las cosas que nos salen al paso que la castellana "tener cuidado". "Cura" lleva a la curación. No tenemos que desatender las cosas ni descuidarlas. Merecen nuestras atenciones. si las abandonamos, ni pasamos de largo, las cosas dejan de tener sentido. Cuando nadie las atiende, se dejan ir. Pero el daño que hacemos al entorno repercute en nosotros. Nos volvemos indiferentes, insensibles, como si nada nos emocionara o nos afectara. Dejamos de ser personas, seres humanos. El mundo no nos acoge porque no atendemos a su llamada.
Cuidar viene del latín cogitare, un verbo que quizá no nos sea extraño -cogito, ergo sum: pienso, luego, existo-, y que significa pensar, meditar. Las cosas que atendemos -que cuidamos, y que escuchamos- suscitan meditaciones: una callada reflexión sobre su razón de ser, sobre lo que son, sobre lo que somos. El objeto de nuestra meditación nos interroga, pone en cuestión nuestras creencias, nuestros hábitos, nuestro lugar en el mundo. Si las obras de arte nos dan qué pensar, logran que "seamos" alguien", que se nos tenga en cuenta, que se nos escuche, nos dejan estar en el mundo. El arte es lo que da "sentido" a nuestra vida, porque nos cuestiona, obligándonos a repensar qué somos y qué hacemos. El cuidado de las formas lleva a que reflexionemos sobre nosotros mismos y nos descubramos, nos conozcamos.
Atender, en latín, significa -la partícula adverbial ad: hacia, ya lo apunta- tender hacia: tender las manos para brindar socorro, cuidados, y tender el ánimo para compadecerse de lo que necesita cuidados. La atención se practica en compañía: se tejen relaciones a través de las cuales, cada miembro cuida y recibe cuidados. La teoría nos abre a las cosas y a los demás. Dejamos de pensar solo en nosotros para escuchar lo que las cosas tienen a bien contarnos o revelarnos, sobre ellas y sobre nosotros.
"Posar cura", en catalán significa esmerarse, que implica un esfuerzo, y actos llevados a cabo con delicadeza para no dañar lo que está a nuestro cuidado. El objetivo del esmero es la pureza (merus, en latín, significa puro, sin mezcla). La teoría devuelve el brillo a las cosas, les permite brillar para que nos iluminen, nos deslumbren. Quizá andábamos a tientas, perdidos; una obra, de pronto, se convierte en una luz que nos guía y evita que caigamos. La teoría no solo beneficia las cosas sino que nos hace bien. Gracias a la acción emprendida obtenemos o recuperamos el porte, la dignidad.
Teorizar no lleva a dar la espalda al mundo, alejándonos de la vida activa. Por el contrario, nos conduce a descubrir el lustre de las cosas, que nos ilustra, nos educa, nos forma y nos enseña a mantener las formas en medio de los vaivenes que, como hoy, nos zarandean.