viernes, 23 de marzo de 2012

Museos en Berlín



Neues Museum
Foto: Tocho, julio de 2011


(Versión de un texto publicado en la revista Altaïr: Berlín. Siempre en vanguardia, nº 76, 2012, ps. 50-59).
Agradecimientos a Pepe Verdú, y a Marc Marín.

Berlín no posee monumentos antiguos, catedrales góticas, palacios barrocos, parques salpicados de falsas ruinas románticas, como Roma, Londres  o París, ni deslumbrantes muestras de la más delirante arquitectura del siglo XX, como los rascacielos de Chicago y Nueva York. Berlín es una ciudad relativamente moderna, convertida en la capital de un estado en el siglo XIX, arrasada hasta sus cimientos hace setenta años, y levantada de nuevo.

Pero Berlín posee el mayor número de grandes museos, de muy distinto tipo, que quepa imaginar. Un visitante podría pasar varios días pisando la calle solo para desplazarse de museo en museo; y, aún así, apenas tendría la necesidad de recorrer la ciudad, pues  cinco de los grandes museos se hallan concentrados en la llamada Isla de Museos, situada, en efecto, en una isla del río Spree.

Museos públicos y privados (Colección Boros expuesta en un bunker), generalistas (Kulturforum ) y monográficos (Museo Käthe Kollwitz, dedicado a la mejor autorretratista del siglo XX; Museo del movimiento expresionista Brücke), dedicadas a las artes del remoto pasado (Museos Pergamon, Neues, Altes, Bode) y del presente más actual (Hamburger Bahnhof, Neue Nationalgalerie dedicada al arte del  s. XX) , occidentales y de otras culturas, orientales y “primitivas” (Museo Etnológico, Museo de Arte Asiático), exclusivamente alemanes (Altes) e internacionales (Gemäldegalerie), artísticos (artes, artesanía y diseño industrial: Museo Bröhan, Bauhaus-Archiv), históricos (Museo de la Historia Germánica, Memorial del Muro de Berlín), científicos y etnográficos;  museos con colecciones permanentes y centros de exposiciones temporales (Martin-Gropius-Bau); la oferta cubre casi todas las manifestaciones del quehacer humano: signos de grandeza, o de bajeza, de horror (Topología del Terror, Museo del Muro, Memorial del Muro, Museo de la Stasi); museos que cantan el ingenio, el buen hacer, la creación humana, o que expían la destrucción (Museo Judío, Memorial de los Judíos Asesinados en Europa).

Berlín quiso dominar del mundo,  conquistándolo y saqueándolo a finales del siglo XIX y en la primera mitad del s. XX.  Lo logró, aunque no necesariamente por medio de la violencia: hoy, el mundo se refugia en los museos, los centros de creación, los espacios, en ocasiones, ocupados (Radialsystem,  o los antiguos talleres de reparación de trenes de la RAV, en Revaler Strasse), las bibliotecas, los archivos, las universidades, las salas de concierto (admirables los edificios de Hans Scharoun), edificios y conjuntos de grandes arquitectos del siglo XX (Le Corbusier, Gropius ), de Berlín; Berlín, convertida, para muchos, en una de las ciudades más atractivas y económicas de Europa, más libre y en las que la creación está menos legislada.

Esta concentración de bienes artísticos no es casual, aunque sorprende, porque se efectuó tardíamente y en poco tiempo, habiendo quedado, por otra parte, afectada por la historia alemana del siglo XX: la destrucción de Berlín y de una parte de los bienes que atesoraba, como el bombardeado y quemado Museo dedicado a la ciudad mesopotámica de Tell Halaf (cuyas grandes estatuas de basalto, intactas, que representaban a dioses y reyes, fueron llevadas de Siria a Berlín para protegerlas supuestamente de la incuria, y estallaron durante un bombardeo en 1943, aunque han podido ser reconstruidas parcialmente hoy), y la partición y ocupación de la ciudad durante cincuenta años, por parte de las cuatro potencias victoriosas, con la consiguiente división de los bienes artísticos; algunos, tomados como botines de guerra, desaparecieron para siempre, aunque descubrimientos y devoluciones recientes (como el tesoro arqueológico de Schliemann) no impiden soñar que tesoros siguen escondidos en almacenes o desvanes .

Cuando Berlín se convirtió en la capital de un imperio unificado, en 1871, la mayor parte del mundo no occidental (África  y Extremo Oriente) estaba ya en manos británicas y francesas. La creación de colonias europeas –aparte de las colonias iberoamericanas, fundadas en el s. XVI- había empezado a finales del siglo XVIII. Alemania necesitaba colonias si quería rivalizar con las grandes potencias occidentales. Solo quedaba el Próximo  Oriente, en manos de un decadente Imperio Otomano, cuya disgregación se aceleraba por las rivalidades internas entre turcos y árabes a los que solo la religión unía.  Alemania se alió al Imperio Otomano, para apuntalarlo, obteniendo a cambio la posibilidad de explorarlo y explotarlo. Las tierras y culturas citadas en la Biblia, como Asiria y Babilonia, ambas semitas –y, por tanto, poco apreciadas por los turcos-, estaban a disposición de los alemanes.  El mismo emperador financió expediciones que tenían como fin obtener piezas arqueológicas con las que dotar los recién creados museos, dignos de una nueva capital imperial mundial. Berlín tenía que competir con el Museo del Louvre de París y el Museo Británico en Londres. Las ruinas de Asur, la capital del Imperio Asirio, y de Babilonia, una de cuyas puertas, y cuyo paseo procesional, delimitado por altos muros recubiertos de ladrillos vitrificados con relieves de animales sagrados babilónicos, libraron sus riquezas transportadas a Berlín. Por otra parte,  El Próximo Oriente antiguo  también había acogido a pequeños reinos, como el reino de Tell Halaf, a colonias griegas de la costa jonia (como Halicarnaso o Mileto, algunos de cuyos principales monumentos fueron también trasladados y remontados en lo que se convertiría en el Museo de Pérgamo), y a reinos orientales marcados por la cultura helenística, como Pérgamo, uno de cuyos grandes altares sacrificiales dedicados a todos los dioses, recubiertos de pesados relieves que narran las luchas entre divinidades, fue también llevado a Berlín y remontado (primando, desdichadamente, la visión de los relieves y no la forma íntegra del altar): todos libraron piezas excepcionales.

La afluencia de obras, casi todas de culturas antiguas procedentes de colonias o de territorios controlados y explorados por los alemanes, llevó a la creación, en el centro de Berlín, de la llamada Isla de los Museos, centrada alrededor del Museo Pérgamo. Se construyeron cinco museos dedicados a colecciones arqueológicas y de arte alemán.

 Desde la reunificación alemana (que se suponía iba a doblar los presupuestos del estado) y de las colecciones (divididas, tras la Segunda Guerra Mundial entre la Alemania Federal –que construyó sus propios museos berlineses- y la Alemania oriental),  la Isla de los Museos, que habría sufrido durante la Guerra, y no había podido ser restaurada adecuadamente durante la Guerra Fría (los edificios aun no rehechos, ennegrecidos, siguen marcados por huellas de metralla), ha sido enteramente replanteada.

Varios museos ya han sido completados. Destaca el Altes Museum, ubicado en un edificio neoclásico de K.F. Schinkel (muy dañado durante la Guerra, y reconstruido en 1966), construido alrededor de una rotonda que alberga una colección de estatuario greco-latina, dedicado a las colecciones clásicas.

Sin embargo, por ahora la joya de la corona es el Neues Museum, abandonado desde el final de la guerra, tras un incendio. Ha sido salvado, siguiendo un criterio admirable, por el arquitecto inglés David Chipperfield: las heridas no se han borrado. Dedicado al arte egipcio, como lo había sido antes de la Guerra, y a la arqueología celta y del norte de Europa (con los fondos del antiguo Museo de la Prehistoria) –la unión de las colecciones egipcia y celta no da lugar a una nueva colección armónica, empero-,  se muestra como una obra de arqueología moldeada por el tiempo y la historia: un envoltorio que no camufla sus heridas, y  entre cuyas paredes vuelve a brillar el arte egipcio del periodo amarniense: las exangües máscaras funerarias de yeso  de Akhenaton y su familia, así como el deslumbrante busto de su esposa Nefertiti , encapsulado, en su fascinante ensimismamiento, en una pequeña rotonda.  

La inteligencia con las que se han planteado la reconstrucción y ampliación del edificio (Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea Mies van der Rohe 2011) y el despliegue de las colecciones, quizá también destaque en la laboriosa restauración de la pieza central de la isla de los Museos, iniciada este año, según un proyecto que el arquitecto O.M. Ungers, fallecido en 2000, no ha visto completado: el Museo Pérgamo. Cuando las faraónicas obras concluyan (hacia el año 2015), el Museo –muy necesitado de una reconversión y actualización museográfica- estará enteramente dedicado al arte oriental antiguo. Seguirá presentando una buena colección de arte mesopotámico, desde el IV milenio hasta las invasiones árabes en el s. VII dC, pasando por Asiria, Babilonia, el imperio hitita y los reinos siro-cananeos, en la que las imponentes murallas y la puerta de Babilonia, en el centro del museo, no dejarán de fascinar a los visitantes (pese a que son muestras de un arte mesopotámico tardío, técnicamente irreprochable, pero algo frío o chillón), guiándolos por un recorrido a través de los orígenes de la cultura.

Desde el Museo Pérgamo, una serie de paseos cubiertos enlazarán todos los museos de arte antiguo de la isla, configurándolos como las distintas estancias de un gran conjunto, salpicado de jardines, plazas  y paseos, abiertos a todos los transeúntes, dotado de una nueva entrada, aún por edificar.  El sueño del paseo procesional de Babilonia se extenderá a todo el centro cultural de Berlín. Todas las vías confluirán hacia el Museo Pérgamo, como si la historia naciera en él, convertido en el centro de la ciudad, en su origen.

Bibliografía:

BILSEL, Can: Antiquity on Display. Regimes of the Authentic in Berlin´s Pergamon Museum, Oxford University Press, 2012: una historia de cómo el museo ha construido un sueño, ligado al gusto colonialista de Europa por Oriente, y no una reconstrucción fidedigna de monumentos.



CHIPPERFIELD, D., FRAMPTON, K., KEATES, J.: Neues Museum, Berlin, Walther Konig, Colonia, 2010: una presentación y evaluación de los criterios de restauración aplicados en este museo. Con fotografías de la fotógrafa y artista Candida Hofer.

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