jueves, 4 de octubre de 2018

ROBERT MALLET-STEVENS (1886-1945): VILLA NOAILLES (HYÈRES, 1923-1927)













































Fotos: Tocho


Durante años de abandono, la villa Noailles (hoy un centro de exposiciones temporales), de los vizcondes de Noailles, solo se conoció gracias a la película Los misterios del castillo de Dé que Man Ray rodó en aquélla en 1928, justo después de la finalización de las obras, y gracias fotos de las fabulosas fiestas de disfraces que se celebraban en las terrazas y la piscina cubierta, entre Dalí, Arthur Rubenstein y los Ballets Russos.

La referencia a un castillo no es gratuita. La descomunal villa de 1800 m2 y más de cincuenta estancias, construida apenas el fin de la primera guerra mundial, se dispone como una fortaleza, un paquebote varado en lo alto de la montaña que domina la ciudad de Hyères, en la Costa Brava.

Villa compuesta por un juego de cubos imbricados al pie de un jardín "cubista" -compuesto por parterres dispuestos en cuerpos de planta cuadrada a distinta altura, entre pasos cubiertos de mosaicos de colores vivos y uniformes-, con estancias más grandes que ricas espacialmente (la villa es una demostración de riqueza por su tamaño, no por sus detalles, simples y escasos) -la villa era un escenario para la danza y el teatro, un decorado de película, que solo cobraba sentido y se dotaba de riqueza, hoy perdidos, cuando se actuaba en ella- en la que dominan las terrazas alargadas que constituyen amplios balcones que dominan el paisaje a sus pies; una villa que, al igual que la vida de los vizcondes de Noailles, mecenas de casi todos los artistas de vanguardia del periodo de entreguerras, se despega de las irregularidades y dificultades de la naturaleza circundante y flota como un arca temporalmente detenida.

Los años setenta marcaron el declive de la influencia de los Noailles en el arte contemporáneo, desde la pintura hasta la fotografía, el cine, la danza y la arquitectura, y la pérdida de la villa como un espacio proyectado más para mostrarse que para vivir, un gigantesco escenario donde se bailaba y se discutía casi a diario, un verdadero centro de creación por su capacidad de evocar escenarios imposibles o de ensueño, en los que nada faltaba, desde el dinero hasta la capacidad de juntar talentos diversos.
El arte moderno no hubiera podido aunar géneros artísticos distintos sin el espacio y los volúmenes de la villa Noailles.

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