domingo, 7 de octubre de 2018

JOSÉ MARÍA GORRIS (1937-1999): JUGUETES (c. 1960-1970)



















Los juguetes realizados por artistas del siglo XX son, a veces, más atractivos y sobre todo más sugerentes que las propias obras plásticas. El mundo poético de Torres García sería más pobre, esquemático y reiterativo sin sus juguetes de madera, tallados y pintados a mano; En el caso de Calder, quizá su obra más interesante se centre en sus primeros autómatas hechos de alambre, siluetas animadas del mundo del circo; hasta los recortes de papel que Picasso realizó para su hijos y sus nietos, constituyen un bestiario que supera algunas de sus esculturas monumentales de los años sesenta.

En el caso del artista valenciano José María Gorris, al que el Instituto Valenciano de Arte Moderno le va a dedicar la que posiblemente sea la exposición más atractiva y sorprendente de aquí a dos años (Gorrís. El juego es un asunto serio, septiembre de 2020), la diferencia entre obras mayores y menores se diluye. Toda su obra estaría considerada menor, y sin embargo, es una de las mayores aportaciones al arte español del siglo XX.
Fundó el equipo Estampa Popular en los años cincuenta (con ¡Alfaro! -al que se le recuerda, no siempre con alegría, por sus posteriores reiteradas y grandilocuentes esculturas, originariamente hechas con varillas de hierro, pequeñas y frágiles maquetas descomunalmente ampliadas hasta convertirse en pesados y molestos bibelots, cercanos al "arte" de rotondas de carreteras- y con ¡Manolo Valdés! - sus tardías Meninas, de todos los tamaños, colores y materiales, han invadido el planeta y son una pesadilla que se encuentra en cada rincón-), dedicado a producir imágenes, con una iconografía supuestamente simple y legible, inspirada en el arte popular del siglo XIX, que ponían en solfa, con humor y agudeza, los vicios de la sociedad española supuestamente moderna, bajo la dictadura, y juguetes de madera pintada, que constituyen una fauna que satiriza, siempre con una sonrisa -y un dado certero- personajes y costumbres, a menudo ocultas bajo púdicos y decentes velos, poblada de cardenales y militares con algún detalle perturbador, señoras de buen ver y sus mascotas, y escenas que descubren lo absurdo de la vida diaria.  Juguetes para no poner en manos infantiles o quizá sí: quien no dudó en gritar, asombrado y divertido, que el rey estaba desnudo fue un niño.

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