Ortografía: una palabra compuesta a partir de dos términos griegos -orthos y graphe-: escritura correcta, “bien escrita”. Graphe significa escritura, grafía , y orthos, recto, en todos los sentidos: físico o geométrico, y moral. Vital, igualmente: orthos se puede traducir por alegre, enérgico, lleno de vida.
Hoy, ortografía solo se refiere al arte de la escritura hermosa, una escritura que entra por los ojos, que place y que complace porque cuenta la verdad. Una escritura que no engaña.
Mas, para Vitrubio, ortografía -Vitrubio utiliza la palabra griega- designaba un tipo de gráfico: una sección constructiva: un corte vertical que revela lo que el edificio contiene.
Lo escondido, aquello que la vista no alcanza a descubrir de pronto queda a la vista de todos. Un tajo limpio , certero, moral, en suma, que permite comprobar que nada que no se pueda ver queda en el interior del edificio.
El corte convierte un interior -lo íntimo, lo recoleto, lo privado- en un exterior -visible, público, sin pliegues ni dobleces. La virtud del edificio, su altura de miras, su rectitud queda así patente. Una sección es una operación que impide que nada se puede esconder, nada que no puede ejercitarse ni poseerse ante los demás. Parte, abre y expone.
El valor ético de la ortografía se manifiesta más en francés que en castellano. Élevation posee unos matices, propios de la orografía vitrubiana, que la palabra alzado no recoge. Élever no es solo alzar o levantar, significa también educar, y la elevación no es sólo física, sino moral: pensamientos y proyectos elevados, que ayudan a conformar y ordenar el mundo. La ordenación es un gesto que disipa el caos, pero es también un gesto que ennoblece y permite quién es ordenado alcance un estatuto distinto, elevado, permitiéndole alcanzar altura de miras con las que abraza y comprende la vida en la tierra.
La ortografía, en suma, es un ejercicio que disipa las sombras y evita las trampas. Las entrañas, el corazón del edificio, siempre ocultos, se someten al escrutinio. Se percibe, se juzga, se valora la “bondad” del edificio, su capacidad de responder a las necesidades y los deseos humanos: protección, acogimiento, recogimiento.
La sección se equipara a un texto o a una ley, a un imperativo que cuenta y muestra como se tiene que estar y actuar en el mundo. La protección que un interior brinda no es un escondite donde uno se recoge temeroso, sino que ofrece un lugar donde morar, reposar y pensar: un lugar donde prepararse para salir al exterior e incidir en la comunidad.
La arquitectura es una escritura que cuenta cómo concebimos y organizamos la vida en comunidad, lugares cerrados y abiertos al mismo tiempo, lugares que no esconden la cabeza, sino que la mantienen muy alta: orthos. Faros que iluminan y dan sentido al mundo
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