lunes, 27 de mayo de 2013

Arqueología y nacionalismo














Solar donde se va a edificar el nuevo Museo de la Civilización, en Erbil (Iraq). incluye un granero que se preservará. Al lado, fábrica, cuya suerte no depende del proyecto.

Foto: Tocho, mayo, 2013

Vicenzo Picotti, geógrafo de la Universidad de Bolonia (Italia) y miembro de la misión arqueológica franco-italo-española en Erbil (Kurdistan, Iraq), comentaba recientemente, en las largas sobremesas tras la cena en la casa de la misión, las estrechas relaciones entre la arqueología y los nacionalismos.

La arqueología busca trazas de pasadas culturas. Aquéllas están necesariamente enraizadas en la tierra, pues comprenden, mayoritariamente, los cimientos de los edificios, hincados en el subsuelo, acompañados, en ocasiones, de ofrendas a las potencias inferiores. De este modo, se puede documentar la ocupación de un territorio par parte de pueblos de la antigüedad.

Las misiones arqueológicas pueden pertenecer al país dónde se excava o no. En ambos casos, sin embargo, la excavación no es inocente. No se emprende -como si acontece con la presente misión, al menos por parte de los responsables- por motivos exclusivamente científicos. El estudio puede emprenderse con rigor, pero la finalidad última persigue hallar "pruebas" de la ocupación de un lugar por parte de un "pueblo" del que los dirigentes y los estudiosos del presente se sienten herederos. De este modo, se legitima, a partir de "hechos" comprobados sobre el terreno, la ocupación de un espacio y de su interpretación.

La arqueología nació en el siglo XIX. Aconteció sobre todo en países conquistados. Pocas misiones importantes eran emprendidas en el país de dónde los arqueólogos eran originarios. Mas, incluso en este caso, la finalidad de la búsqueda no era siempre científica. Misiones en Francia pretendían demostrar las superioridad o la primacía de las "raíces" galas sobre las romanas, por ejemplo.
Las misiones más importantes, empero, hasta la Segunda guerra mundial, estuvieron ligadas a los procesos coloniales. Egipto, todo el Próximo oriente, una gran parte de África, el sudeste asiático, por ejemplo, eran amplísimos territorios colonizados donde se llevaron a cabo exploraciones por parte de misiones occidentales que, a veces, tendían a probar que la ocupación del lugar era legítima porque determinados rasgos culturales (iconográficos o textuales) remitían más a la cultura de los arqueólogos que a las culturas locales. Así, al menos, aconteció en el Próximo oriente y en Egipto, donde las culturas mesopotámicas y egipcia fueron consideradas el origen de las culturas occidentales, sin relación alguna con las culturas árabes, persas, etc. De este modo, se daba fe de las razones que sustentaban la ocupación territorial.

Estos procesos no concluyeron con el final de la Segunda Guerra Mundial ni con la descolonización en los años cincuenta y sesenta. Posiblemente, se hayan intensificado. Pero en territorios más pequeños. Así la arqueología en Israel y en Palestina, en el Kurdistan (sirio, iraquí, turco), y en cualquier territorio autónomo europeo, tiende a querer probar los derechos (inmemoriales, y por tanto, legítimos e incuestionables) de unos sobre otros. Se excava, a veces, para probar lo que se quiere probar. Cualquier resto que contradice la visión que ya se tiene se tiende a minimizar o a soslayar. Las excavaciones son, de algún modo, la cara amable, supuestamente objetiva, de una conquista o de un dominio territorial. Si "nuestros" antepasados ya vivían en el lugar en el que se excava, ¿quién negará que dicho lugar pertenece a quienes se presentan a sí mismos como los herederos de los pueblos del lugar?
La noción de autoctonía, que se desarrolló en la Grecia clásica (especialmente en Atenas), y que defiende que un lugar pertenece a un pueblo y no a otro precisamente por su enraizamiento en un espacio desde el origen de los tiempos, se halla en el origen de la visión sesgada de cierta arqueología.

Aquí, en Barcelona, el casco antiguo (el Raval) ha sido desmantelado. La trama urbana, los edificios han sufrido drásticas alteraciones en pos de la regularización de vías y volúmenes. Espacios medievales han sucumbido. Pero solo ha hecho falta que se hubieran hallado, en una excavación, en el Born, bajo un mercado cubierto abandonado, trazas del barrio con restos de bombas para que de inmediato se haya decretado que dichos restos, irrisorios ante la estructura urbana y volumétrica  circundante, que ha merecido escaso cuidado (salvo por arquitectos como Enric Miralles), eran la prueba fehaciente de la dominación real de la ciudad de Barcelona, debían ser preservados como reliquias. Su interés es nimio; pero una lectura politíca, que los ha convertido en restos mártires casi sagrados, ha obligado a una inversión financiera para su conservación que no se ha podido destinar a preservar las viviendas, en tan mal estado, de los alrededores, tan antiguas como los restos, pero aún ocupadas, y, por tanto, menos manipulables. La arqueología, en ciertas manos, es el arte no de documentar, sino de inventarse un pasado que satisfaga deseos más o menos confesables de poder. Por eso fascina tanto a ciertos dirigentes.  


3 comentarios:

  1. Nunca ha estado tan presente aquello de que la historia no es lo que sucedió sino lo que los historiadores( en este caso los intereses políticos) nos cuentan.

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  2. Pero de alguna manera esos restos han traído la salvación del mercado (con cierto interés arqueológico-industrial, es un buen ejemplo de arquitectura del XIX) frente al proyecto peregrino de transformarlo en biblioteca provincial que lo hubiera desvirtuado totalmente. El problema de nuestros munícipes con la administración del patrimonio histórico y cultural no nace sólo de esas ambiciones más o menos espurias, se asienta en una sólida falta de criterio.

    Saludos,
    Santiago

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  3. Es cierto que la preocupación por los restos arqueológicos ha redundado en beneficio de la estructura metálica del antiguo mercado del Born.
    Pero también es cierto que dicho edificio fue restaurado en los años ochenta -sin que mediara ideología alguna-, y se le dio un uso de espacio público -tuvieron lugar exposiciones, ferias y fiestas que, durante un tiempo, mantuvieron vivo el lugar.
    Ahora, es muy posible que se esté momificando.
    Gracias por su comentario.

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