viernes, 26 de julio de 2013

Heracles (o Hércules) y la ciudad




1-3: Museo Nacional Arqueológico, Atenas


Estatuilla de marfil: Museo Benaki, Atenas


Museo del Ágora, Atenas

Antikensammlung, Dresde


Museo Nacional de Arqueología, Tarragona

Fotos: Tocho, 2013

NOTAS SOBRE HERACLES (HÉRCULES) -Y EL ESPACIO HABITADO

Los héroes civilizadores y fundadores de ciudades, griegos y de otras culturas, solían tener una vida (desgraciada) parecida. Venían al mundo precedidos por oráculos agoreros. No solían ser bienvenidos. Eran seres tan excepcionales que solían tener un hermano gemelo (lo que era un signo de su carácter multiforme), habían superado una prueba inicial, la exposición (el abandono en un paraje salvaje como un bosque, a fin que murieran, porque su presencia podía causar desgracias o cambios radicales), eran capaces de actos ante los que los humanos retrocedían horrorizados –tales como parricidios- lo que se explicaba por su educación inhumana ( a menudo gracias a animales), y tenían que expiar sus crímenes devolviendo la vida que habían robado bajo la forma de una  nueva ciudad en la que la vida pudiera reemprender a salvo. La fundación de la ciudad culminaba un largo proceso iniciático que debutaba con un viaje a Delfos a fin de lograr el perdón de Apolo, e implicaba un errático e incierto viaje por mar, y la lucha a muerte con toda clase de monstruos que ponían a prueba el valor del héroe.
Ésta fue precisamente la vida de Heracles. Fruto de una violación, perseguido por los celos de su madrastra (Hera), tuvo un hermano (mortal) gemelo, una condición doble (humana y divina, aunque, pese a su ocasional carácter violento, o a cause de éste, se puso siempre del lado de los hombres con los que se identificaba), sufrió la exposición cuando su madre humana, temiendo a Hera, lo abandonó en una pradera (de la que la diosa Atenea lo rescató), fue educado por el centauro Quirón (mitad humano, mitad animal), cometió crímenes, se enfrentó a monstruos, ascendió al encuentro de Apolo en Delfos quien le condenó a duras tareas para expiar sus crímenes que le llevaron a viajes sin fin por el Mediterráneo durante los cuales fundó un gran número de ciudades, desde Roma (según algunas leyendas) hasta Barcelona, cuanto atracó a los pies de Montjuich (según se contaba en la Edad Media). Heracles (Hércules en Roma, equiparado al dios fenicio Melqart, que significa El Rey de la Ciudad, y uno de los modelos de la iconografía de Cristo) fue quien convirtió las costas y las islas mediterráneas en tierras habitables, sedes de ciudades consideradas como espacios en los que la vida pudo refugiarse y desarrollarse.  


¿Cómo podría el deslumbrado dios-padre Zeus, pese a su omnipotencia,  vencer la resistencia a sus avances de Alcmena, una simple y casta humana, siempre fiel a su esposo Anfitrión, príncipe de Tirinto?  En cuanto Anfitrión partió a la guerra, Zeus, metamorfoseado en el rey, simuló un regreso precipitado, y se unió durante tres días y tres noches, unirse a Alcmena, y embarazarla.  Ésta volvió a quedar encinta cuando el “verdadero” Anfitrión regresó, superada la extrañeza de su esposa ante este segundo regreso. Tuvo así gemelos, uno hijo de un dios, y el otro enteramente humano.
La diosa Hera, sin embargo, no podía tolerar la presencia del hijo ilegítimo de Zeus. Una noche envío dos serpientes descomunales a la cuna de los pequeños. Pero mientras su hermano humano se puso a llorar aterrado, el hijo de Zeus redujo a los monstruos con las manos. Su destino estaba sellado.

Según un oráculo divino, un descendiente del héroe Perseo –vencedor de la Medusa Gorgona-, reinaría en Micenas y Tirinto. Éste tenía que ser Heracles. Pero la diosa madre Hera abominaba al héroe, fruto de una infidelidad –una más- de su esposo, el dios padre Zeus. Logró atrasar el alumbramiento de Heracles en favor de su primo, el débil Euristeo –y, según una versión, amante suyo-. Heracles tuvo que ponerse a las órdenes de su primo durante doce años, quien le mandó tareas imposibles –con las que Heracles tenía, además, que expiar el asesinato de sus hijos en un rapto de locura, creyendo, en verdad, que mataba a los hijos de Eristeo: los conocidos doce trabajos de Heracles.
El primero, enfrentarse a un león monstruoso, devorador de seres humanos, hermano de la esfinge. Dotado de una piel indestructible, aterrorizaba a la región de Nemea, cerca de Tirinto. Fue vencido por Heracles cuando éste, mediante un ardid, lo acorraló en una cueva y se enfrentó a manos limpias hasta desgarrarlo. La piel, con la que Heracles se revistió, se convertiría en una armadura invencible, así como en su emblema, junto con la maza de madera que talló para enfrentarse a la bestia.

Según un oráculo divino, un descendiente del héroe Perseo –vencedor de la Medusa Gorgona-, reinaría en Micenas y Tirinto. Éste tenía que ser Heracles. Pero la diosa madre Hera abominaba al héroe, fruto de una infidelidad –una más- de su esposo, el dios padre Zeus. Logró atrasar el alumbramiento de Heracles en favor de su primo, el débil Euristeo –y, según una versión, amante suyo-. Heracles tuvo que ponerse a las órdenes de su primo durante doce años, quien le mandó tareas imposibles –con las que Heracles tenía, además, que expiar el asesinato de sus hijos en un rapto de locura, creyendo, en verdad, que mataba a los hijos de Eristeo: los conocidos doce trabajos de Heracles.
El primero, enfrentarse a un león monstruoso, devorador de seres humanos, hermano de la esfinge. Dotado de una piel indestructible, aterrorizaba a la región de Nemea, cerca de Tirinto. Fue vencido por Heracles cuando éste, mediante un ardid, lo acorraló en una cueva y se enfrentó a manos limpias hasta desgarrarlo. La piel, con la que Heracles se revistió, se convertiría en una armadura invencible, así como en su emblema, junto con la maza de madera que talló para enfrentarse a la bestia.

Grecia fue una tierra de monstruos. Equidna, mitad víbora, mitad humana, hija de la Tierra y el Infierno (Tártaro), fue quizá la más célebre, madre de casi todos las bestias infernales, como el Can Cerbero, la Quimera, el dragón que velaba el Vellocino de oro con el que Jasón se enfrentó, el León de Nemea, y la Hidra: con casi todos Heracles luchó, pese a que, cuenta una leyenda, fue amante de la sibilina Equidna.
Un violento y draconiano Tifón, enfrentado a muerte con Zeus, fue el padre de la Hidra. Era una serpiente que poseía cien cabezas humanas que se reproducían cuando eran cortadas. Heracles tuvo que prender fuego a los bosques de alrededor para acorralar a la Hidra y cauterizar los cuellos sangrantes a fin de evitar el repuntar de las testas. Mojó sus flechas en la sangre ponzoñosa de la Hidra.
Con éstas, Heracles mató al centauro Quirón cuando trataba de raptar y violar a su esposa Deyanira. Años más tarde, ésta, perdido el amor de Heracles, creyendo que el Centauro le había entregado un filtro amoroso cuando en verdad le dio el veneno de la Hidra, tendió una bebida al distante Heracles en la que había disuelto  gotas de la pócima. Heracles fue presa del delirio, asesinó, abrasado, ciego de dolor, a sus hijos, antes de ascender a los cielos, tras una terrible agonía, por intercesión de su padre Zeus.     

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