lunes, 1 de febrero de 2016

Baelo Claudia y la Triada Capitolina



















































 


Fotos: Tocho, enero de 2016

El yacimiento arqueológico de Baelo Claudia, cerca de Algeciras, merece la visita no tanto por el número, el estado de conservación ni siquiera la calidad de las ruinas, sino por su poder evocador de una ciudad romana, gracias al emplazamiento -se trataba de una ciudad republicana (que perduraría durante los dos primeros siglos del imperio) portuaria en el Atlántico, relacionada con Tánger, dedicada a la pesca y a la industria de la salazón-, el entorno preservado, y una discreta y eficaz puesta en escena, acompañada de textos explicativos serios. El admirable y discreto museo, del arquitecto Vázquez Consuegra, construido en 2007, enmarca el mar y la ruinas.
Ciudad planificada con regla y escuadra, que responde a un modelo casi ideal: el cardo y el decumano componen los ejes principales con los que se parceló el espacio de la ciudad, que se cruzaban en ángulo recto en el centro de la pequeña urbe justo donde se ubicó el foro en cuyo extremo más elevado se ubicó los tres templos dedicados a la llamada triada capitolina formada por los dioses Júpiter, dios del cielo y de la tierra, su hermana y esposa, Juno, diosa de los alumbramientos, y Minerva, diosa de las acciones humanas con las que se ordenaba el espacio, fructificaban los bienes y se fabricaban los útiles con los que el hombre se hace con el mundo. Esta tríada, que protegía la vida de la ciudad y de los ciudadanos, y aseguraba la prosperidad y fecundidad de la tierra y de los hombres, presidía el capitolio de Roma, pero pronto veló sobre todas las ciudades fundadas a imitación de Roma. Solía poseer un único templo con tres capillas, mas gozó de tres templos separados en las ciudades de la Mauritania así como en Baelo Claudia -así llamada en honor del emperador Claudio, bajo cuyo reinado la ciudad prosperó, durante el siglo I dC-, debido a la influencia del urbanismo africano en la organización del espacio en la Bética. El templo de Júpiter, que reinaba en el cielo, acogía también al dios Término, que pautaba el espacio en la tierra, representado por un mojón o una piedra sagrada que marcaba un eje vertical que conectaba el cielo y la tierra a través de una obertura en el techo del templo.
Los tres templos dominaban la ciudad y miraban al mar que aseguraba la prosperidad de la ciudad. El teatro, recostado en la ladera, también se encaraba con el ponto, y los espectáculos, entre el rito y el teatro, contribuirían a la abundancia de los bienes marinos sin los que la ciudad dejaba de tener sentido.
Si el foro constituía un espacio recoleto, rodeado de pórticos, una basílica y templos, vuelto sobre sí mismo, en los que se negociaban los asuntos humanos, al igual que las termas, un espacio propiamente comunitario, el teatro, bajo la advocación de los Silenos, del séquito del dios Baco, y los templos oteaban el cielo y el mar, muy por encima de los espacios humanos.

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