jueves, 29 de marzo de 2018

Antigüedades

La caída de un conocido y joven anticuario en Barcelona por traficar con obras de procedencia dudosa y con fondos con un destino incierto -o demasiado cierto-, recuerda de nuevo los problemas que rodean la venta de obras arqueológicas.
Si bien ya hubo reyes en la antigüedad que coleccionaban, fascinados, o por motivos políticos, obras de épocas anteriores, el interés por la arqueología, en Occidente, no empieza hasta el Renacimiento. El descubrimientto casual de la Domus Aurea, el palacio de Nerón en Roma que había sido enterrado por sus sucesores para borrar su memoria, en el siglo XVI, y las primeras excavaciones en la misma ciudad de Roma, asentada en un campo de ruinas, despertó el interés por el arte antiguo y fue el inicio de las primeras colecciones nobles, reales y papales, en busca de modelos de perfección, de testimonios de la grandeza del pasado, objetos de admiración y emulación, y lecciones éticas sobre la fugacidad de la gloria.
Salvo en contadas excepciones -algún viaje a Oriente, en territorios en manos árabes o turcas-, las colecciones se componían con obras (estatuas, frescos, mosaicos, bronces, cerámicas) derribadas, halladas en el suelo, semi-enterradas o enterradas -nunca a gran profundidad- en yacimientos en territorios pertenecientes a un mismo reino o imperio. Las primeras misiones arqueológicas científicas, en Pompeya y Herculano, iniciadas en el siglo XVIII, también acontecieron en lugares pertenecientes a una corona, esta vez española.
Los estudios sistemáticos y el traslado de obras fuera de sus países o regiones no empezaron hasta la primera mitad del siglo XIX, con las primeras guerras y los primeros dominios coloniales. La obtención y el traslado de bienes hallados en Grecia (perteneciente al imperio otomano hasta el siglo XIX), el Medio Oriente, África, y el Sudeste asiático, por ejemplo, se lograba con la aprobación de poderes locales a los que se engañaba a menudo. Pensemos en cómo fueron llevados los relieves del Partenón a Londres.

Hoy en día, cualquier hallazgo arqueológico, por ínfimo que sea, debe permanecer en el país de origen. La exportación de piezas arqueológicas está prohibida desde los años ochenta -en algunos casos desde los años setenta. Algunos países, como Turquía y Egipto reclaman la devolución del patrimonio, y países cómo Grecia impiden la exposición conjunta de obras en colecciones públicas, legalmente adquiridos, y de colecciones privadas, cuya procedencia no está siempre bien documentada.
Las piezas arqueológicas en venta, hoy, son aquéllas que han sido obtenidas hace más de cuarenta o cincuenta años, y cuya adquisición legal puede ser certificada. Es decir, que solo se puede comerciar con obras que los propietarios que las adquirieron o heredaron antes de los años 70 u 80, ponen en venta por distintos motivos -herencias, necesidad de liquidez, por ejemplo-. La cantidad y calidad de obras arqueológicas disponibles legalmente es, por tanto, pequeña.
Sin embargo, se pueden falsificar documentos, inventar propietarios del pasado inexistentes, certificar que las obras fueron adquiridas antes de los años 70, amen de fabricar copias o falsos.
Las obras de cerámica son difícilmente falsificables. Una sencilla prueba de termoluminiscencia permite averiguar la fecha de la última cocción, en un horno o debido a un incendio. Los bronces son más fáciles de datar ya que las proporciones de metales usadas en la antigüedad no son las actuales y varían según los yacimientos. Las obras en piedra, en cambio, son un problema: no se pueden fechar mediante análisis, salvo si se puede documentar el uso de máquinas o instrumentos inexistentes en la época en que la obra fue supuestamente tallada. Este prueba, no obstante, requiere microscopios electrónicos no siempre al alcance, y las pruebas, no siempre concluyentes, son muy costosas. solo el ojo del estudioso puede discernir, mas el juicio es subjetivo, si el estilo de la obra corresponde al estilo que se pretende imitar. 

Los museos públicos ya no suelen, salvo excepciones y siempre con problemas legales, adquirir obras arqueológicas. Las colecciones apenas crecen. Sin embargo, museos norteamericanos han sido obligados a devolver recientemente obras adquiridas a finales del siglo XX a Italia, Grecia y Turquía, so pena de ya no poder organizar exposiciones con préstamos internacionales.

Y, sin embargo, el mercado se expande. Ventas por internet, bajo mano, crecen. Las recientes guerras en el Medio oriente, han facilitado la existencia de nuevas obras expoliadas -algunos yacimientos han quedado destruidos-, camufladas como obras en colecciones antiguas desconocidas.
Pese a los controles de la Interpol, las piezas arqueológicas siguen siendo una fuente de ingresos inagotable. Anticuarios en Ginebra y Nueva York son sistemáticamente perseguidos sin que se logre hallar o demostrar nada: sus oficinas son espacios inmaculados Un vigilante del museo de Palmira (Siria), ofrecía bajo mano, en 1995, vender pequeñas obras de las vitrinas. Las terracotas africanas Nok, entre  los siglo XI y V aC, descubiertas clandestinamente a finales de los años 80, hicieron la fortuna de vendedores y coleccionistas, antes de que se pudiera parar este expolio. Hoy ya no quedan terracotas Nok en Nigeria.
Y un día, ya no quedaran trazas del pasado. Este día, posiblemente, perderemos nuestra condición humana.

4 comentarios:

  1. Es muy interesante lo que cuentas sobre la legislación y la manera en que se la saltan traficantes, compradores y museos.
    Sin embargo, pese a ser tú un experto, no puedo estar de acuerdo contigo en tu final pesimista, pues siempre el pasado deja aún más trazas de las que conocemos y vemos. Muchas gracias por los conocimientos y comentarios que nos aportas. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenos días

      Tiene Usted razón. La conclusión es "catastrofista" -sin atender, por tanto, a los cuidados, la protección y las restauraciones de tantos yacimientos arqueológicos, y sin pensar que nuestras propias ciudades formarán parte, un día, de la lista de ruinas-, dictada por la noticia y las imágenes de cómo ha quedado el yacimiento de Mari, en Siria, que alberga el mayor, mejor, y más bien conservado -hasta hace poco- palacio mesopotámico, arrasado, imposible de restaurar, así como del hecho que las obras arqueológicas confiscadas en Barcelona provendrían de yacimientos romanos hasta ahora perfectamente preservados, en Libia.
      Un atento saludo

      Eliminar
  2. Quien tiene razón es Ud., y ruego disculpe mi tonto comentario. Un cordial saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡No! ¡ Ningún comentario tonto! Comentarios, opiniones personales perfectamente defendibles que revelan múltiples miradas.
      ¡Muchas gracias por su comentario!

      Eliminar