Aunque las maquetas que los arquitectos utilizan para
proyectar y para divulgar sus proyectos se vendan ocasionalmente como obras de
arte, como si no tuvieran otra finalidad que atraer e intrigar el sentido de la
vista, son, esencialmente, distintas de las maquetas que componen artistas
plásticos. Una maqueta de arquitecto forma parte de la documentación gráfica de
un proyecto –que se completa con información escrita-, junto con plantas,
secciones, alzados, detalles y perspectivas. La maqueta tiene un referente
externo. Éste puede existir o no. En este caso, la maqueta lo anuncia. Pronto o
tarde, el edificio se construirá y la maqueta dejará de tener sentido. Será innecesaria,
irrelevante. La maqueta es subsidiaria. Depende de una realidad (aunque dicha
realidad exige una maqueta para hacerse realidad). La maqueta de arquitecto
tiene una vida corta. Solo cobra interés mientras la obra que anuncia no se ha
alzado, y dicho interés se mantiene mientras la construcción está en ciernes.
Del mismo modo que una maqueta se almacena en cuanto la obra concluye, las que
se refieren a obras que se abandonan, pronto también se guardan. Una maqueta
solo tiene sentido si es un anuncio, si anuncia una obra venidera. En cuanto el
tiempo de la obra pasa, la maqueta ya nada significa. Es cierto que algunos
arquitectos componen maquetas de edificios que saben que no podrán ser
construidos nunca, ya sea porque no responden a encargo alguno, ya sea porque
lo que proyectan es irrealizable, por el coste o la técnica necesaria. En estos
casos, las maquetas se convierten en un juego, a través del cual el arquitecto
manifiesta visiblemente su concepción del espacio, de la obra, o de la vida
doméstica o urbana, que no podrá nunca plasmar en una construcción “real”. La
maqueta es un prototipo o un experimento. La maqueta es, de algún modo, una
obra. Si una obra refleja una visión del espacio y de modos de vida, en algunos
casos, ésos solo se manifiestan y se trasmiten a través de maquetas. Pero
éstas, en el fondo, siguen siendo entes utilitarios. Son sustitutos, temporales
o no, de obras que deberían levantarse –pero que, por diversas razones, no
verán jamás la luz, salvo “en forma” de maqueta. La maqueta del arquitecto, por
tanto, en cualquier caso, anuncia lo que vendrá o vendría –si se pudieran
cumplir ciertas condiciones económicas, técnicas y sociales, si cualquier
edificio se pudiera construir a cualquier precio.
Las maquetas de artistas son obras de arte –independientemente
de su interés. Tienen entidad propia. No están sometidas a referente externo alguno.
No anuncian nada. No son maquetas, en verdad –si por maqueta entendemos una
imagen de un edificio que existió, existe o existirá-, sino que son, en sí
mismos, edificios en miniatura. No necesitan proyectarse en el tiempo, ni de la
existencia, real, pasada o futura de ninguna construcción que, en cuanto
acontece, retira toda razón de ser a la maqueta, dejándola como un objeto al
que ya no se le presta atención –y que no merece atención, pues lo que muestra
ya existe en la realidad, con toda la densidad (y las limitaciones) que la
realidad impone. Las maquetas de artistas son como estatuas. Cuentas historias.
Son entes generadores de historias, frutos de vivencias y capaces de suscitar
emociones, sean las que éstas sean. Una maqueta agrada o desagrada, place o
agrede; pero no deja indiferente –ni puede dejar indiferente: en este caso, la
maqueta fallaría a lo que le concede su razón de ser: su capacidad por atraer –o
repeler- danto qué pensar. Una maqueta es una máquina que suscita pensamientos –a
través de las emociones que su manifestación despierta-, sobre modos y razones
de habitar. La maqueta nos cuenta cómo y porqué vivimos, en qué condiciones
vivimos y podemos vivir. La maqueta nos permite habitar en sueños –sueños que
ningún otro ente, real o ilusorio, puede provocar.
¿Qué imágenes suscitan? ¿Qué nos cuentan, qué nos revelan
sobre cómo vivimos y sobre cómo podríamos o deberíamos vivir? La maqueta expone
y propone modos de vida presentes y futuros, y nos pone ante los ojos sueños y
falacias acerca de nuestra manera de habitar...
(seguirá)
Hace ya unos cuantos años hubo una exposición maravillosa en el Jardín botánico de Madrid sobre maquetas de arquitectos importantes qué sí habían llegado a convertirse en edificios y algunas sí eran como esculturas .Me imagino que un buen arquitecto también
ResponderEliminartiene en cuenta los volúmenes,las luces y las sombras y la impresión plástica ,las emociones que provoca un edificio.
!Hola! No sé si tiene desactivados los comentarios ,porque he hecho varios en otros "post" y no salen
ResponderEliminarUn saludo
María