viernes, 26 de octubre de 2018

Arte político

El descubrimiento, hace unos pocos años, de una extensa construcción de hace unos seis mil años, interpretada como un "palacio", en Arslantepe (Turquía), que sugiere ya diferencias sociales a finales del neolítico y su plasmación espacial, revela un uso particular de las imágenes (del arte figurativo). El acceso a la "sala del trono" se efectuaba por un estrecho y largo corredor con muros de adobe. Las paredes laterales del mismo estaban cubiertas por imágenes de seres "endemoniados", figuras que, posiblemente, tuvieran como fin amedrentar a los visitantes, según la estudiosa Marcella Frangipane. Entre el "túnel del terror" y el descenso a los infiernos, este pasadizo debía de encoger el ánimo. La salida a la sala del trono constituiría una liberación que impelería a los visitantes a entregarse al jefe de la comunidad, a la "autoridad". Las figuras pintadas con trazos discontinuos, entrevistas a la luz de las antorchas, debían parecer animadas, agresivas, rozando a los apresurados y temerosos visitantes. Figuras protectoras, sin duda, que manifestaban también el poder del jefe  y de su clan, capaz de disponer de un espacio y de ornamentos tan complejos, pero figuras que también encogían el ánimo de quienes se aventuraban por el pasillo, predisponiéndolos a inclinarse ante la presencia del gobernante.




Las imágenes abren mundos, sin duda. Los frescos que cubren las bóvedas de la nave central de las iglesias barrocas, muestran la organización y la perfección de la corte celestial; frescos, pinturas y esculturas aleccionan sobre determinados valores morales que deben ser respetados, educan a quienes las contemplan, proponiéndoles modelos de comportamiento; las imágenes protegen mágicamente, pero también influyen en el ánimo. Predisponen a quienes las contemplan a asumir ciertas creencias, y aceptar valores y dictámenes. Las imágenes, por tanto, organizan comunidades, mostrándoles ejemplos de cómo ser y estar, formando gestos y mentalidades. Componen un mundo mediano, entre lo alto y lo bajo, entre quienes gobiernan y quienes son gobernados de madera que éstos acepten las modelos y los valores inculcados, visualizando los peligros y castigos que caen si no se aceptan los modelos que el arte y los rituales escenifican. La polis, esto es, el conjunto de los ciudadanos, necesita de ejemplos sobre lo que se tiene que hacer y creer, y de avisos en los daños en que se incurre si aquéllos no son seguidos. El arte es una manera -quizá sea la manera más efectiva, a través de la fascinación y el temor, la piedad y el terror aristotélicos- de formar tanto individuos como colectividades.

Agradecimientos a la Dra. Maria Grazia Masetti por esta comunicación

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