El descubrimiento, hace unos pocos años, de una extensa construcción de hace unos seis mil años, interpretada como un "palacio", en Arslantepe (Turquía), que sugiere ya diferencias sociales a finales del neolítico y su plasmación espacial, revela un uso particular de las imágenes (del arte figurativo). El acceso a la "sala del trono" se efectuaba por un estrecho y largo corredor con muros de adobe. Las paredes laterales del mismo estaban cubiertas por imágenes de seres "endemoniados", figuras que, posiblemente, tuvieran como fin amedrentar a los visitantes, según la estudiosa Marcella Frangipane. Entre el "túnel del terror" y el descenso a los infiernos, este pasadizo debía de encoger el ánimo. La salida a la sala del trono constituiría una liberación que impelería a los visitantes a entregarse al jefe de la comunidad, a la "autoridad". Las figuras pintadas con trazos discontinuos, entrevistas a la luz de las antorchas, debían parecer animadas, agresivas, rozando a los apresurados y temerosos visitantes. Figuras protectoras, sin duda, que manifestaban también el poder del jefe y de su clan, capaz de disponer de un espacio y de ornamentos tan complejos, pero figuras que también encogían el ánimo de quienes se aventuraban por el pasillo, predisponiéndolos a inclinarse ante la presencia del gobernante.
Las imágenes abren mundos, sin duda. Los frescos que cubren las bóvedas de la nave central de las iglesias barrocas, muestran la organización y la perfección de la corte celestial; frescos, pinturas y esculturas aleccionan sobre determinados valores morales que deben ser respetados, educan a quienes las contemplan, proponiéndoles modelos de comportamiento; las imágenes protegen mágicamente, pero también influyen en el ánimo. Predisponen a quienes las contemplan a asumir ciertas creencias, y aceptar valores y dictámenes. Las imágenes, por tanto, organizan comunidades, mostrándoles ejemplos de cómo ser y estar, formando gestos y mentalidades. Componen un mundo mediano, entre lo alto y lo bajo, entre quienes gobiernan y quienes son gobernados de madera que éstos acepten las modelos y los valores inculcados, visualizando los peligros y castigos que caen si no se aceptan los modelos que el arte y los rituales escenifican. La polis, esto es, el conjunto de los ciudadanos, necesita de ejemplos sobre lo que se tiene que hacer y creer, y de avisos en los daños en que se incurre si aquéllos no son seguidos. El arte es una manera -quizá sea la manera más efectiva, a través de la fascinación y el temor, la piedad y el terror aristotélicos- de formar tanto individuos como colectividades.
Agradecimientos a la Dra. Maria Grazia Masetti por esta comunicación
viernes, 26 de octubre de 2018
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario