La definición “científica” del espacio, hoy, bordea ( o sigue bordeando, sigue inmersa en) la metafísica. El espacio ¿está vacío, o es el vacío? El vacío ¿existe? ¿es infinito, o ilimitado? ¿Crece, es estable o decrece? Y ¿dónde se halla, dónde se expande o se contrae? Preguntas sin respuestas posibles. El espacio no es un contenido sino un continente. No “está” sino que “es”.
No existía una única palabra que se pueda traducir por espacio. Anodos sería la que más se acercaría a la noción de espacio vacío o de espacio como vacío.
Sin embargo, anodos evoca otra realidad. Literalmente, anodos, como muchas palabras compuestas que se inicien con la partícula adverbial privativa a, anodos significa “a-odos “, es decir, sin camino. Por tanto, anodos podría designar el espacio indiferenciado, previo a cualquier creación.
Mas, anodos significa más bien carencia. Designa una falta. Algo estuvo o estará, cuya ausencia es significativa. Anodos es el espacio a la espera de volver a estar dotado de entes o seres. Lo estuvo, en el origen -en los inicios, el espacio no estaba vacío, sino que contenía un sinfín de seres indiferenciados que fueron ascendiendo y saliendo a la luz ocupando el lugar (o espacio) que les correspondía, hasta confirmar el cosmos (recordemos que kosmos , en la Grecia antigua, significaba orden, siendo así el cosmos el modelo del espacio bien compuesto, la imagen de lo que “es” un ente ordenado). Los seres y entes que poblaban el espacio y que, por tanto, lo definían y lo caracterizaban, desaparecieron, dejando un espacio que ya no era un espacio, un espacio mutilado, informe, dejado, deficiente. El espacio se concebía como un lugar poblado de vida, vida que solo podía acontecer en el espacio, espacio que solo se concebía como un lugar pletórico de vida.
Anodos, por tanto, no era propiamente el espacio, sino un espacio latente, a la espera de volver a ser poblado. Un lugar, ciertamente, abierto a ser ocupado, donde la vida podía prender, dispuesto a acoger seres y enseres; un espacio generoso, capaz de animarse, a aguardando ser animado, el germen de toda vida, una cuna o un nido, en cierto modo, pero nunca un lugar vacío para siempre, sino vaciado, en el que se había hecho limpieza antes de volver a dotarlo de vida, en el que la vida podría retornar. Un espacio concebido, como ya ocurría en Mesopotamia, como una matríz -grávida, capaz de alumbrar vida.
No, el silencio y el frío del cosmos no era concebible en la Grecia antigua.
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