Mas, las fotos de exteriores, todas tomadas, en los años sesenta, en una pobre comunidad afroamericana californiana, West Oakland, muestran modestos patios traseros -o lo que parecen tales-, en los que se acumulan trastos -quizá ya inservibles y sacados de casa- en desorden, y en los que cuelga la ropa puesta a secar, como si lo más íntimo se expusiera a la luz, en un lugar que aún forma parte de la casa pero ya está a la vista de los demás. Los habitantes, de nuevo, no aparecen o están jugando despreocupadamente como si estuvieran en su casa.
Los patios traseros no se muestran. Son lo último que se descubre de una casa y aún con cierta reticencia. Como un trastero, son el último cobijo de lo que ya no tiene lugar en la casa pero de que cuesta desprenderse, hasta caer en el olvido. Y sin embargo, son los espacios domésticos que quizá más revelen cómo se vive en el hogar, lugares que están siempre a la vista desde el interior, lo queremos ver o no.
Joanne Leonard consigue que éstos recluidos espacios desechados formen parte de una comunidad que se intuye está viva y unida, aunque esté dejada de lado.
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